Suicidio, el homicida oculto

Recientemente en Málaga se ha constituido una mesa de trabajo para la prevención del suicidio en la provincia, integrada por representantes de administraciones públicas y asociaciones. Y no es de extrañar, casi cada día aparecen en los medios de comunicación noticias relacionadas con el suicidio. En el Congreso de los Diputados a finales del año pasado Cs solicitó la creación de un Plan Estratégico de Prevención al Suicidio Juvenil y hace unas semanas Íñigo Errejón volvió a sacar el tema. Los datos mandan, según la OMS en el mundo se suicidan más de 800.000 personas al año y las cifras se vuelven más aterradoras al indicar que hay indicios de que por cada adulto que se suicidó más de otros 20 intentaron hacerlo. En España el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte no natural, con más de 3.500 fallecimientos por año en los últimos tiempos. Por término medio cada día en España se quitan la vida más de 10 personas.

No deja de llamarme la atención el hecho de que suicidio y salud mental parecen ir inevitablemente unidos. Del largo elenco de suicidas históricos hay un gran número de ellos con un historial nada desdeñable de trastornos mentales diagnosticados, el trastorno bipolar de Virginia Wolf, Sylvia Plath y Margot Kidder, la depresión crónica y psicosis incipiente de Ernest Hemingway, la demencia de cuerpos de Lewy de Robin Williams, la depresión de Kurt Cobain, Pedro Armendariz, Charles Boyer, Janis Joplin y un largo etc. Quedan sin embargo también ejemplos de suicidas ilustres que no parecían tener síntomas de demencia diagnosticada, como es el caso del célebre escritor Stefan Zweig, que se quitó la vida ante la negra perspectiva de que el nazismo ganara la guerra y se extendiera a todo el mundo, si bien apenas unos meses después de su muerte un médico indagó en la psicología del personaje para encontrar una explicación a su suicidio. Otro caso ajeno a la enfermedad mental sería el de la reina Cleopatra, que prefirió sucumbir por su propia mano antes de la humillación de verse arrastrada tras el carro de Augusto como trofeo de guerra. Sócrates fue coaccionado a quitarse la vida, al igual que Séneca, convertidos ambos en sus propios verdugos.

La Confederación Salud Mental España indica que la depresión, los trastornos debidos al consumo de sustancias y los comportamientos antisociales son los más frecuentemente asociados con el comportamiento suicida. Un documento avalado por la OMS recoge que “Los estudios realizados en países en vía de desarrollo y desarrollados revelan dos factores. Primero, la mayoría de las personas que cometen suicidio presentan un trastorno mental diagnosticable. Segundo, el suicidio y los comportamientos suicidas son más frecuentes en pacientes psiquiátricos”. Y es que precisamente el suicidio se contrapone a un instinto primario que anida en nosotros y nos lleva en casos extremos a realizar acciones inusuales e incluso delictivas: el instinto de supervivencia. ¡Qué fuerte debe de ser la angustia, el vacío o la falta de estímulos para conseguir vencerlo! Quizá por eso se busca siempre el motivo en un desajuste de la mente.

En Málaga existen actualmente tres asociaciones integradas en la Agrupación de Desarrollo de Prevención del Suicidio, que son el Teléfono de la Esperanza, la Asociación Alhelí y la Asociación Justa Alegría. Todas ellas trabajan a través de campañas, con programas de asesoramiento y orientación para la prevención del suicidio junto con profesionales en la materia y han incorporado a su labor el formato online.

Siempre había sido escéptica con los intentos de suicidio. Hasta hace poco opinaba que los intentos no existen, que el que de verdad se quiere suicidar lo consigue porque hay formas que son absolutamente eficaces para lograr el objetivo. Que los mal llamados intentos son solamente deseos de llamar la atención. Sin embargo, a día de hoy me he replanteado mi posición inicial. Esos “falsos” suicidas, los “cobardes” que lo intentan y no lo logran, ¿qué más da que sólo busquen llamar la atención? ¿Por qué censuramos su conducta, por qué se debate sobre el número de pastillas que habrían sido necesarias para el resultado fatal, por qué criticamos y ponemos en tela de juicio sus intenciones? Da igual, poco importa que sean actos para llamar la atención, poco importa que fueran encontrados en el último momento por un familiar, nada importa que hicieran una última llamada, porque cada vez que un suicida hace un intento que no llega a puerto es un hilo de esperanza, un mínimo atisbo de creencia de que las cosas pueden cambiar, un rayo de luz en su ofuscación que debemos celebrar.

La opinión de Málaga