Sobre el suicidio y sus mitos

Considerado un tema tabú, es un auténtico problema de salud pública sobre el que hay que desmontar una serie de creencias asociadas

Cuando nombramos el suicidio, lo hacemos de forma rápida y de puntillas, sin querer decir la palabra en voz alta y clara. Sin hablar de su significado. Cuando hablamos de suicidio, hablamos de una persona que se quita la vida, que quiere morirse y encuentra el modo de hacerlo.

Cuando hablamos del tema en terapia, suele ser algo rehuido, no nombrado. Cuando ya ha habido intentos de suicidios, la forma de nombrarlo suele ser de puntillas, sin decir palabras claras que digan lo que realmente pasó. Desde la terapia tenemos que poner en contexto a la persona y su familia, poder poner ese nombre, hablar de los deseos de dejar de vivir, hablar de las ganas de morir, enseñar a la familia a lidiar con ello y hablarlo evitando el tabú y el miedo, dos componentes que nos bloquean y nos hacen evitar un tema pantanoso.

La OMS advierte que, en unos años, el mayor problema de salud a nivel mundial será la depresión, y más de la mitad de los suicidios son cometidos por personas que padecen esta enfermedad. Y un 90% de ellos ocurren en personas con alguna enfermedad mental. Las enfermedades mentales en España pasan desapercibidas por su estigma social, como ya comentamos en el artículo de hace dos semanas, siendo silenciadas, sin tener la atención social y sanitaria que se merecen, quedando las personas que la padecen aisladas en multitud de ocasiones y sin apoyos, y esto es un factor de riesgo en el suicidio.

La prevalencia de suicidio en el mundo es de 800.000 personas al año que lo consuman, 60.000 en Europa, en España es la segunda causa de muerte de nuestra población joven, entre 15 y 29 años, y se producen unas 10 muertes por suicidio al día, aproximadamente 1 persona cada 2 horas y media, y cada 40 segundos se suicida una persona en alguna parte del mundo. Por otro lado, de cada persona que finalmente se suicida en nuestro país, hay 14 que lo piensan, con lo cual es importante poder atender a todas ellas y hacer el tema accesible, y darle la importancia en el ámbito de la salud pública que requiere.

3 millones de españoles están diagnosticados de depresión y Andalucía es una de las comunidades con mayor índice de depresión del país. Con todos estos datos, resulta primordial darle la importancia necesaria, necesitamos políticas de prevención y una intervención multidisciplinar potente a nivel público, pues la inversión en salud mental es poca y muchas personas quedan sin ser atendidas en el sistema público de salud, pero muchas de ellas no reciben ninguna ayuda psicológica porque no pueden acceder a los servicios privados de salud mental.

Para poder establecer un sistema de prevención a nivel familiar y de nuestro entorno más cercano es principal conocer los factores de riesgo, así como las posibles señales:

  • Haber tenido intentos de suicidio previos.
  • Hacer comentarios como: “soy una carga”, “estoy cansado de luchar”, “mi vida es un asco”…, en general, sentimientos de desesperanza y soledad.
  • El propio estigma de padecer una depresión que lleva a no buscar ayuda.
  • Haber sufrido alguna pérdida relacional, laboral o económica.
  • Padecer alguna enfermedad mental o enfermedades de salud graves, con alto dolor crónico y terminales.
  • Que la persona se aísle y pierda relaciones sociales.
  • Estar especialmente irascible o irritable.
  • Ingerir mayor cantidad de drogas o alcohol.
  • Regalar cosas personales preciadas y preparar documentos como seguros de vida y testamento.
  • Estar especialmente atentos a periodos de calma tras haber estado muy agitado.

Por otro lado, es importante desmentir ciertos mitos que hacen que sea más difícil para las familias detectar posibles señales. Por ejemplo, suele decirse que un intento de suicidio es una llamada de atención, sin embargo, siempre es un acto que muestra el sufrimiento y la desesperación y desesperanza que está viviendo esa persona.

También tendemos a pensar que no es algo que se avise, pero realmente casi siempre se avisa de alguna forma al entorno, sobre todo a través de señales como las que hemos dicho antes, aunque no se nombre directamente, por eso es importante poder nombrar más estos sentimientos, legitimarlos y que la familia se sienta capaz de hablar del tema. Otro mito tiene que ver con esto, “el efecto llamada”, si hablamos de ello lo promovemos, y la realidad es que podemos evitarlo.

En resumen, el suicidio es un grave problema de salud pública para el que se necesita una gran intervención desde todos los niveles sociales y de forma multidisciplinar. Mientras todo ello va encontrando forma y haciéndose realidad puede que poner al alcance de las personas que tenemos cerca recursos sea una forma de ayudar en nuestro propio entorno. Estar atentos a las señales, ofrecer apoyo a nivel personal, evitar el aislamiento de nuestros seres más cercanos, perder el miedo a nombrarlo, animar a tomar las riendas de un tratamiento psicológico y psiquiátrico… son pequeñas aportaciones que pueden cambiar el destino vital de alguien.

EuropaSur