Periodista y autora de ‘La niña amarilla. Relatos suicidas desde el amor’, hace talleres sobre tratamiento del suicidio
Cuando María de Quesada tenía 15 años intentó suicidarse. Ocurrió un viernes y el lunes, después de dos días en el hospital, ya estaba de nuevo en clase. Aquello permaneció en secreto entre su familia y sus amigos más cercanos hasta que en una formación de yoga en Estados Unidos uno de los compañeros contó que con 16 años había intentado suicidarse. Fue entonces cuando María, a sus 36 años, decidió que ella también quería contar su experiencia. Periodista y madre de dos hijos, acaba de publicar La niña amarilla, un libro en el que ha contado su historia y ha recopilado también otras 23 historias reales de intentos de suicidio durante la adolescencia. El prólogo del libro lo firma la alpinista Edurne Pasaban, quien cuenta que el deseo de poner fin a su sufrimiento también se presentó en varias ocasiones a lo largo de su vida. “Mi ochomil más difícil nunca tuvo forma de montaña, el más difícil tuvo forma de niña de color amarillo”. El objetivo del libro es hacer visible una verdad incómoda: que el suicidio existe, y que se puede dar desde la infancia y la adolescencia. Nombrarlo ya es el primer paso. Conocer qué hay detrás de este problema social, mostrarlo, el siguiente. Mientras se gestaba el libro, lo hacía también una asociación sin ánimo de lucro que, bajo el mismo nombre, pretende ser altavoz y realizar cursos, talleres y formaciones enfocadas a la prevención del suicidio. Lo beneficios del libro irán destinados a este proyecto.
No podemos porque las cifras no son solo números, son también personas y mañana puede ser tu hijo, mi sobrina o la hija de tu amiga. Hay niños que desean desaparecer. Aunque sean los menos (y demos gracias), hay casos de niños de hasta cinco años que se han suicidado en este país. Que uno lo haya hecho es significativo porque quiere decir que otros pueden hacerlo y hay que saberlo para prevenir más muertes y buscar soluciones.
¿Cómo se construye ese sufrimiento insoportable que empuja a un niño o un adolescente a pensar que es mejor no estar que estar?
Siempre es un cúmulo de situaciones, vivencias, interpretaciones y la complejidad de la mente humana, que creo que todavía no llegamos a entender. En mi experiencia personal fue la baja autoestima, yo sentía que no merecía vivir porque molestaba a las personas. Fuera o no real, yo lo vivía así. Me culpé de todo lo malo que ocurría a mi alrededor y no supe gestionar nada. Exploté.
¿Cómo influye la personalidad en ese sufrimiento?
No soy profesional de la salud, pero según mi vivencia sí considero que influye. En mi caso soy una persona sensible, y durante muchos años he creído que eso era negativo. Llorar, sentir con intensidad o emocionarme era algo de lo que casi avergonzarse, y eso que soy mujer. Pregúntale a un hombre sensible (que todos lo son, de una manera o de otra) a ver cómo lo viven
Tenemos que quitarnos ese escudo de súper personas que no es real. Todas las personas somos vulnerables, todas sufrimos como somos felices a ratos en la vida. Nadie se salva de sufrir en este mundo, ¿por qué no nos lo hacemos más fácil buscando apoyos y compartiendo simplemente cómo estamos hoy? Ojalá la María de quince años hubiera leído esta entrevista. Espero que adolescentes de hoy lo hagan
¿Y qué necesita un niño o un adolescente que se encuentra en esta situación?
Apoyo, comprensión, ser escuchada y no juzgado y atención profesional, por supuesto. Sentir que puede compartir en un entorno seguro cómo se está sintiendo y qué le está llevando a ese lugar tan oscuro.
Tenemos que quitarnos ese escudo de súper personas que no es real. Todas las personas somos vulnerables, todas sufrimos
Pero si todo son fuegos artificiales en Instagram y pensamos que eso es la vida real, no ayuda. Normalizar el dolor en casa, por ejemplo. ¿Cuántas veces has visto llorar a tus padres? Yo lloro delante de mi hija y de mi hijo para que vean que es lo normal, y que sufro a veces. Así espero dejarles espacio para que se muestren como son y no como creen que tienen que ser, que es lo que me pasó a mí. Yo pensaba que si lloraba, si compartía cómo me sentía o me mostraba débil iba a defraudar a alguien. No me fue nada bien seguir esa ruta.
23 personas han compartido sus intentos de suicidio. ¿Cómo surge la idea de reunir todos estos relatos?
Pensé que si compartía mi experiencia quizás podría ayudar a otras personas a saber que hay salida y es la vida. Seguidamente supe que mi historia es una entre un millón (y millones más) y que si sumaba más relatos tendría más fuerza porque acogería más experiencias y vidas. Igual la mía no te resuena a ti, pero entre las veinticuatro encuentras alguna que te atraviesa el corazón y te convierte en agente de prevención del suicidio.
Nos ha tocado esta época y no es ni mejor ni peor. Es esta y yo la quiero aprovechar toda y aprender todo lo que pueda viviendo
El suicidio en la infancia y la adolescencia existen, y la buena noticia es que el suicidio se puede prevenir.
¿Qué dirías que comparten todos los relatos de La niña amarilla?
Comparten sufrimiento y dolor, pero también amor y compasión. Todas las historias están tejidas con el hilo del corazón.
¿Cómo se lucha contra la incomprensión del entorno? Creo que las personas que rodean a una persona que tiene este tipo de pensamientos no son conscientes de ese sufrimiento ni saben qué hacer ni qué decir…
Se llama a todas las puertas posibles, y si no se abren se llama a la propia. «El mejor antídoto contra el suicidio es encontrarse a una misma». Lo he aprendido de Alma, uno de los testimonios, y de muchas otras personas protagonistas de los relatos de La niña amarilla. Sé que es fácil de decir y hacerlo es otra cosa, pero sabemos que el sufrimiento no dura para siempre y si hemos nacido es para algo, aquí hacemos falta y mucha.
Yo pensaba que si lloraba, si compartía cómo me sentía o me mostraba débil iba a defraudar a alguien. No me fue nada bien seguir esa ruta
Un suicidio solo trae más sufrimiento al entorno y eso es de por vida para quien se queda con el tremendo duelo.
¿Se puede criar de forma saludable en una sociedad como la nuestra?
Te respondo con otra pregunta: ¿Se puede criar de forma saludable en cualquier sociedad que haya existido? Supongo que depende del concepto de ‘saludable’ para cada persona y en cada momento. Yo he sufrido, he sido feliz, todo lo intermedio y lo que me queda de grises, y para mí a día de hoy todo es vida. Todo está dentro y forma parte.
El mejor antídoto contra el suicidio es encontrarse a una misma
A nosotras nos ha tocado una pandemia mundial y un mundo digital interconectado y globalizado de cuerpos con botox y modelos de casi todo. Nuestras madres vivieron la posguerra, limpiar y hacer las camas y las comidas en la casa o pelear por estudiar. Nuestros abuelos lucharon y sobrevivieron una guerra y nuestras abuelas ahí estuvieron aguantando para ver, oír y callar. No sé, no lo hemos elegido, nos ha tocado esta época y no es ni mejor ni peor. Es esta y yo la quiero aprovechar toda y aprender todo lo que pueda viviendo.
¿Qué dirías que necesitamos para poder criar niños sanos emocionalmente?
Empeñarnos en aceptar y conocer nuestras emociones primero para ayudarles a encajar las suyas; asignaturas de crecimiento personal e inteligencia emocional al nivel de las mates o de la lengua en el cole e institutos; más normalidad con las terapias, todo el mundo necesita un apoyo emocional a lo largo de la vida, más salud mental por todas partes y más empatía. Un día me tocó a mí como igual mañana te toca a ti.