¿Podría ser que las ideaciones suicidas estén en nuestro ADN? Un macro estudio genético, el mayor hasta la fecha, así parece indicarlo. La investigación abre la puerta a una mejor comprensión de los mecanismos biológicos que subyacen a las tendencias suicidas.
Los investigadores han identificado una región del genoma en el cromosoma 7 que contiene variaciones del ADN que aumentan el riesgo de que una persona intente suicidarse. Esta es la principal conclusión del mayor estudio genético sobre esta cuestión hasta la fecha.
El estudio, liderado por un equipo de la Escuela de Medicina del Hospital Mount Sinai de Nueva York, tomó en cuenta más de 7,5 millones de variaciones comunes en la secuencia de ADN de más de medio millón de personas, de las cuales casi 30,000 habían intentado quitarse la vida en algún momento.
La investigación también descubrió un solapamiento en la base genética de los intentos de suicidio y la de los trastornos psiquiátricos relacionados, en particular la depresión mayor, y también con la de los factores de riesgo no psiquiátricos (entre otros el tabaquismo, las conductas de riesgo, los trastornos del sueño y una peor salud general).
Los resultados del estudio, publicados el 30 de noviembre en la revista Biological Psychiatry, sugieren que los fundamentos genéticos de los intentos de suicidio son parcialmente compartidos y parcialmente distintos de los de los trastornos psiquiátricos relacionados.
La asociación entre las variaciones genéticas del cromosoma 7 y el riesgo de intento de suicidio se replicó mediante un análisis independiente de más de 14,000 veteranos que habían hecho un intento de suicidio del Programa del Millón de Veteranos, un programa nacional de investigación para conocer cómo los genes, el estilo de vida y las exposiciones militares afectan a la salud y la enfermedad.
Las variaciones del ADN en esta región se habían relacionado anteriormente con el insomnio, el tabaquismo y las conductas de riesgo, y aunque es necesario realizar trabajos futuros para descubrir el mecanismo biológico subyacente, hallazgos como éste acercan a los investigadores a la comprensión de la neurobiología del suicidio.
«Los resultados del estudio también señalan la importancia de estudiar las posibles vías causales directas entre estos factores de riesgo y el intento de suicidio en pacientes con y sin enfermedad psiquiátrica», dijo Douglas Ruderfer, doctor y profesor asociado de Medicina Genética, Psiquiatría e Informática Biomédica en el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt, cofundador y copresidente del consorcio, y autor principal del artículo.
Casi 800,000 muertes al año por suicidios
El suicidio es un problema de salud pública en todo el mundo, que provoca casi 800,000 muertes al año. Se calcula que los intentos de suicidio no mortales se producen más de 20 veces por cada muerte por suicidio y son una fuente importante de discapacidad, reducción de la calidad de vida y carga social y económica.
Los pensamientos y comportamientos suicidas pueden reducirse con el apoyo y el tratamiento de salud mental adecuados. Por lo tanto, es fundamental conocer las vías biológicas subyacentes que intervienen en los intentos de suicidio o en los pensamientos suicidas, lo que podría proporcionar posibles vías de tratamiento y estrategias de prevención.
En EEUU, la tasa de suicidios entre todos los estadounidenses disminuyó un 3% de 2019 a 2020, pero aumentó un 5% entre hispanos y afroaestadounidenses, según informaron hace unos días los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Todas las comunidades en EEUU encararon el año pasado importantes retos para la salud mental vinculados al contagio y la mortalidad del covid-19, así como al aislamiento y demás restricciones de actividades para contener la pandemia.
La tasa general de suicidios bajó de 13.9 por cada 100,000 personas en 2019 a 13.5/100,000 en 2020. En ese periodo la tasa de suicidios entre todos los hombres bajó de 22.4/100,000 a 21.9/100,000, y de 6/100,000 a 5.5/100,000 entre las mujeres.
En cambio, la tasa de suicidios entre los hombres hispanos subió de 11.6 por cada 100,000 en 2019 a 12.2/100,000 en 2020, mientras que entre las latinas bajó de 3/100,000 a 2.8/100,000.