Jesús intentó dos veces quitarse la vida que hoy le sonríe: «Un día me di cuenta de que también tenía derecho a vivir»
Si la primera vez hubieran sido más pastillas, si la venda al cuello no se hubiera aflojado la segunda, Jesús no podría sonreír, como sonríe ahora, cuando cuenta que ha terminado los estudios, que tiene pareja –que ya está todo listo para irse a vivir con ella–, que disfruta del día a día con sus padres y que ha aprendido lo bueno de tener planes de futuro.
De futuro.
El futuro que hace cinco años Jesús pensó que nada ni nadie le iba a ofrecer, el futuro que creyó que no se merecía, el futuro que tantas cosas buenas le traería al fin –aunque entonces ni lo intuyera– y que ahora ha llegado para hacerse realidad.
En 2013, 44 personas se suicidaron en Valladolid. 33 hombres. Once mujeres. Jesús podría haber sido la número 45. «Pero abrí los ojos. Me di cuenta de que soy importante para mi familia, para mis hermanas, que tengo buenos amigos, mi pareja… Siempre habrá una persona que se preocupe por ti», dice antes de que un pensamiento cruce por su mente y le haga guardar silencio durante tres, cuatro, cinco segundos. Y continúa:«¡Qué hostias! Llegó un momento en que me dije:’Tú también tienes derecho a vivir’. ¿Qué es eso de quitarse la vida porque creas que los demás no te tratan bien? La vida siempre te deparará algo bueno. Y si no, tendré que pensar que algo no estoy haciendo bien, que hay algo que podré cambiar para que la cosa mejore». Porque, dice hoy Jesús, siempre puede mejorar.
Habla en la sede que El Puente tiene en el barrio de Girón, donde todos los lunes acude para participar en grupos de apoyo. La entidad –junto con la Confederación Salud Mental España, a la que pertenece– ha lanzado una campaña de prevención de las conductas suicidas, porque solo si se habla de ello sin tapujos se podrán adoptar medidas efectivas (afectivas). Quieren que el suicidio ya no sea un susurro, un comentario por la espalda, un suceso que callar, porque hay realidades por las que merece la pena alzar la voz. «Porque, para prevenir, es fundamental hablar de ello».
Así que, hablemos:en 2016 (datos más recientes disponibles)fallecieron por esta causa 3.569 personas en toda España. De ellas, 41 en Valladolid (32 hombres y 9 mujeres). Tres de cada cuatro fueron hombres. En los últimos diez años, 440 muertes en la provincia.
Hablemos: es la principal causa externa de mortalidad en España. Triplican a las muertes por accidentes de tráfico.
Hablemos:cada suicidio afecta íntima o profundamente al menos a seis personas. Familiares. Amigos.
Hablemos:entre quienes están diagnosticados de esquizofrenia, la probabilidad es nueve veces mayor. En la depresión, el riesgo se multiplica por 21; en los trastornos de la alimentación, por 33;en las toxicomanías, por 86.
«Solo si hablamos se acabarán los mitos, el estigma y la culpa, solo así se facilitará que las personas con ideas suicidas pidan ayuda», dice uno de los lemas de la campaña #habladelsuicidio lanzada por la Confederación Salud Mental, que considera «urgente» la elaboración de un plan nacional de prevención en el que intervengan profesionales sanitarios, educativos y sociales, con información para familiares y agentes sociales para que se contribuya a «disminuir el estigma del suicidio». Porque es un problema de salud pública.
Sacyl dispone de un protocolo de atención de la conducta suicida elaborado con el apoyo de psiquiatras, psicólogos clínicos, trabajadores sociales, médicos de atención primaria y enfermeros especialistas en salud mental. Recuerda este documento que las tasas de suicidio se mantienen estables –«incluso han aumentado en el grupo de población joven entre 15 y 24 años»– y que en este problema «se solapan numerosos factores de riesgo (familiares, biológicos, de personalidad, psicosociales…)»; por lo que «las estrategias preventivas» tienen que tenerlas en cuenta.
«Una de las más eficientes es la adecuada detección, manejo y tratamiento de los pacientes con trastornos mentales, dado que se estima que el 90%de las personas que se suicidan lo presentan, generalmente depresivo». Además, constatan que la coexistencia con consumo de tóxicos, «principalmente alcohol, incrementa el riesgo». Los profesionales de Sacyl indican–como «situaciones de riesgo–, la presencia de discapacidad, enfermedades médicas graves e incapacitantes(sobre todo de diagnóstico reciente), dolor crónico, situaciones de crisis psicosocial con pérdidas personales recientes (muerte de familiares, suicidio, separación o divorcio), económicas (pérdidas econó micas, desempleo), situaciones de soledad o falta de apoyo social». Además, fijan como «periodos viales de mayor riesgo, la adolescencia y a los mayores de 65 años».
«Hay señales de alarma», explica Esther González Miranda, psicóloga de El Puente, integrante del grupo de prevención de conductas suicidas del Colegio de Psicólogos de Castilla y León. Entre otras, destaca la apatía, la poca motivación, el abandono de actividades gratificantes, el descuido del aseo personal. «Habría que estar atento también a situaciones vitales estresantes, a posibles autolesiones, al consumo de tóxicos», indica González Miranda.
Uno de los grandes mitos es que la persona que se quiere suicidar no avisa. En realidad sí que lo hace. Si los familiares o amigos detectan algunos de estos síntomas, el primer paso es acudir a atención primaria, comentárselo al médico de cabecera para que derive la atención a un especialista en salud mental. Además, hay entidades como El Puente (teléfono 983 35 69 08) que prestan ayuda, con atención psicoterapéutica, verificación de riesgo y líneas de prevención. «La conducta suicida es una manifestación de que hay un sufrimiento que no se está tratando», cuenta González Miranda. Por eso, la importancia de intervenir, para conseguir que personas como Jesús puedan contar su historia. Porque con ella se pueden salvar otras vidas.
«Yo con 13 años ya bebía alcohol. A los 16 empecé a fumar porros. Con 18 le daba a las pastillas», recuerda hoy, cumplidos los 36. «Fui un mal estudiante. Repetí dos veces. En el colegio me sentía como atrapado, sin motivación, sin saber qué sería de mi futuro, si es que había futuro. Pensaba: pues si la vida va a ser así, tendré que buscarme válvulas de escape».
–Las drogas…
–Yo tenía una enorme desazón. Me sentía mal conmigo mismo. Creo que en el colegio ya pensé en quitarme la vida, pero no eran pensamientos estructurados. Me decía: bueno, con el tiempo la vida irá a mejor. Cambié de colegio, pero mucho peor. Me junté con gente que no… Amigos que no eran amigos. Yseguía con los porros.
–¿Fumaba mucho?
–Diez al día. Lo que podía. Lo que me permitía el dinero. Estaba estrangulando a mis padres. La psiquiatra me ha dicho que los pensamientos obsesivos los he tenido toda la vida, pero no las alucinaciones, no el comportamiento psicótico. Las drogas me influían en todo eso. Saqué el curso de garantía social. Empecé a trabajar en un taller de motos, como peón de almacén. Yviví durante mucho tiempo en un círculo. Si la cosa no iba bien en el trabajo, fumaba. Al día siguiente iba al trabajo drogado y no rendía. Y eso hacía que volviera otra vez a fumar.
–¿Cuándo pidió ayuda?
–Una vez me pillaron con hierba en el coche y me multaron por posesión. Le oí a un conocido que si iba a Aclad (Asociación de Ayuda al Drogodependiente)a hacer un tratamiento de desintoxicación me quitarían la multa. Yo lo intenté, pero no lo conseguí. Pagué la multa y seguí fumando. En 2008, mi mejor amigo se mató con una moto. Yeso ya fue definitivo. Me deprimí todavía más. Pensé que no fumaba lo suficiente y empecé a cultivar en mi casa. Construí un armario de madera para las plantas. En esa época, me apunté para sacarme el graduado escolar y sentía que los compañeros se reían de mi, que hablaban mal a mis espaldas. Llegué a pensar que me espiaban por Internet. Hasta imaginé un plan para denunciarles a todos por meterse conmigo.
–Y llegó la crisis.
–El 10 de noviembre de 2013. Me tomé un montón de pastillas. Pero fíjate que leí el prospecto, ponía algo de tendencias suicidas… y busqué por Internet el número del teléfono de la esperanza. Al de Murcia llamé, porque fue el primero que encontré. Les di mi dirección, luego llegó mi hermana.Vinieron los servicios sanitarios y también la Guardia Civil. Había estado a punto de matarme y lo único que pensaba era que no abrieran el armario para que no encontraran las quince plantas de marihuana que tenía… Con todo lo que olía.
Cuenta Jesús que lo ingresaron en el hospital. Que allí estuvo durante casi mes y medio. Que atravesó periodos de agresividad, «con puñetazos a las puertas y patadas a las paredes». Que se hizo daño en un pie. Que se lo tuvieron que vendar. Que ese día el médico le dijo que le iría a visitar, pero se retrasó. Que Jesús empezó a pensar que «si el médico no viene es porque no le importo, que no le importo a nadie». Explica que con esa venda del pie se quiso colgar. Que aquella fue la segunda vez que se intentó suicidar.
Y que fue entonces cuando todo comenzó a cambiar.
«Mis padres venían todos los días a verme al hospital.Todos los días. Yme di cuenta de que tal vez yo no era importante para mí, pero sí que lo era para otras personas. Yque hay que pensar también en ellas. Que siempre hay gente en la que puedes agarrarte, a la que puedes pedir ayuda. Que aunque creas que no tienes a nadie, siempre hay alguien para quien mereces la pena. Ysi no, también puedes buscarlo», cuenta Jesús, quien fue diagnosticado de trastorno psicoafectivo, quien agradece la atención de su psiquiatra, de los servicios médicos del hospital, quien mantiene su medicación y sus visitas al grupo de apoyo de El Puente, donde llegó con la ayuda de su hermana.
Cuenta hoy que ha dejado de fumar, que ya no bebe alcohol, que se ha sacado el grado superior de Fabricación Mecánica, que ha encontrado el amor y dentro de poco se va a vivir con su pareja. Y que todo esto que es su vida no lo habría alcanzado si se hubiera terminado todo aquel otoño de 2013 en el que se intentó suicidar. «Hay que agarrarse a lo que uno quiere. Hay que decirse, aunque sea por un mínimo sentido del orgullo: es que yo tengo derecho a vivir». Y después, pues eso. Hacerlo. Vivir.