La idea de muerte (suicidio) en la población más joven es más común de lo que pensamos

El pasado año, 31 personas se quitaron la vida en el territorio alavés, 52 personas en Gipuzkoa y hasta 91 ciudadanos en Bizkaia. En total, se suicidaron 174 personas en la Comunidad Autónoma Vasca, según los últimos datos publicados del Instituto Vasco de Estadística Eustat. Año tras año, continúan aumentando los casos de suicidios y los datos son alarmantes entre los jóvenes. Vanesa Vadillo, gerente de Asafes, hace un llamamiento a la sociedad y asegura que es importante pedir ayuda inmediata en los primeros síntomas suicidas.

PREGUNTA En 2021, en diciembre se habían contabilizado 4003 suicidios a nivel nacional. Es decir, 11 personas al día. De estos números, 148 ocurrieron en Euskadi. El pasado año las estadísticas se elevaron hasta en 36 casos más, en el cómputo general de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa. Las tentativas de suicidio también han crecido considerablemente. ¿Qué valoración hace al respecto?

RESPUESTA Es difícil sacar conclusiones claras. El suicidio es un hecho muy complejo y viene determinado por muchos factores. Además, desde que se tienen registros su evolución ha tenido una efecto sierra, con picos en determinados años.

P Se contabilizan más casos entre hombres que entre mujeres y, especialmente, la franja de edad más vulnerable es desde los 13 a los 29 años. ¿Qué pasa en esta edad? ¿Por qué más es más común en hombres que en mujeres?

R Es cierto que se consuman más suicidios en hombre que en mujeres. En concreto, se suicidan tres veces más hombres que mujeres. Sin embargo, son más las mujeres que lo intentan. Los expertos explican que esto se debe a uso de métodos más violentos y a la impulsividad. La impulsividad también es uno de los factores que afectan a edades más tempranas. La edad en la que más suicidios se consuman es en la edad adulta (50 a 59 años). En tasas es en la tercera edad (pero la población de personas de esta edad es menor).

P Detrás de cada suicidio hay una familia que se rompe y la sensación de culpa que queda en muchas ocasiones.

 

R Las personas que pierden a un ser querido por suicidio son también víctimas de este suceso. A la pérdida traumática de un ser querido se le añade la soledad que genera el tabú y el estigma que van asociados. Y, junto a ello, un sinfín de preguntas que no siempre tienen respuesta, y que generan mucho sufrimiento y un duelo realmente complicado. Es importante por esto también saber acompañar a estas familias y darles el apoyo que necesitan.

¿Se puede predecir cuando una persona se quiere suicidar?

–Existe una serie de señales de alarma que puede alertarnos de que algo no va bien y que una persona está sufriendo y necesita ayuda. Es importante conocerlas pero no siempre es fácil detectarlas: alertas verbales como hacer comentarios negativos sobre uno mismo (no valgo para nada), sobre el futuro (lo mío no tiene solución), escribir mensajes de despedida, expresar no querer seguir viviendo; alertas no verbales como cambios repentinos en la conducta, bajo rendimiento laboral o escolar, cambios en hábitos de sueño o alimentación, regalar objetos personales, cerrar asuntos pendientes…; alertas online, sobre todo en jóvenes y adolescentes, quien suelen usar internet y las redes sociales para buscar información o compartir con otras personas su ideación o malestar. Lo más importante es que si alguien manifiesta querer suicidarse o hay indicios de que pueda estar planteándose hacerlo, hay que hablar abiertamente sobre ello. Si uno mismo no se ve capaz de hacerlo, buscar a un/a profesional que lo haga.

Frases como ‘quien se quiere suicidar lo hace. Es una llamada de atención’ provocan un efecto rechazo en las personas que quieren quitarse la vida impidiendo pedir ayuda?

–Son mitos que vienen derivados de la desinformación. Un intento de suicidio manifiesta el nivel de sufrimiento y desesperación de la persona, algo que no debemos minimizar ni pasar por alto, ni mucho menos retarle o chantajearle. Resulta evidente que la persona está sufriendo y necesita ayuda. La mayoría de personas que se suicidan habían expresado previamente de manera directa o indirecta sus intenciones de acabar con su vida, pero no siempre estamos preparadas para escuchar algo así.

Como familia o amigos, si sabemos que alguien cercano está mal, ¿cómo podemos ayudarlo?

–Es importante quitar el miedo y hablar directamente con la persona, que encuentre un espacio de desahogo, un apoyo, y libre de juicios de valor. Cuando una personas se plantea suicidarse no quiere morir, quiere dejar de sufrir. Ven en la muerte un forma de terminar con todo ese dolor y, muchas veces también, de dejar de ser una carga para los demás. Si la familia o el entorno no sabe cómo ayudarle, es importante buscar ayuda profesional (atención primaria, recursos de salud mental, o asociaciones como Asafes).

¿Cuándo hay que pedir ayuda profesional?

–Obviamente si la persona expresa no querer seguir viviendo o intenciones de quitarse la vida hay que pedir ayuda. Pero yo siempre digo que es mejor pedir ayuda sin esperar a que la situación sea crítica: es mejor atender a alguien que aún no tiene un riesgo alto, que atenderle cuando la situación es realmente grave. Hay que pedir ayuda cuando se detecta que algo no va bien, que la persona está sufriendo, que se comporta de una forma extraña…

¿Cuántas personas atienden desde Asafes con tentativas de suicidio?

–Podemos decir que atendemos una media de una persona por semana (bien con ideación suicida, tentativas, o personas del entorno que nos piden ayuda ante una sospecha).

¿Cómo lidian con el dolor de un familiar que ha perdido a su familia por suicidio?

–Les ofrecemos un espacio de desahogo y les derivamos a entidades como Biziraun, en las que tienen grupos de apoyo para personas que han sufrido este tipo de pérdidas.

En los últimos años, se está haciendo especial hincapié en la necesidad de visibilizar el suicidio. Antes era un tema tabú. ¿Por qué se está viendo la importancia de visibilizarlo?

–Para abordar un problema es necesario hablar de ello, y de lo que no se habla no existe. El suicidio es un problema social y de salud pública, pero a su vez ha estado acompañado de mucho estigma, y de mitos y falsas creencias que no han ayudado sino a esconderlo más.

¿El suicidio se puede prevenir?

–Si hay una cosa que sabemos, es que en la mayoría de los casos el suicidio se puede prevenir pero, para ello, tenemos que ofrecer información, poner recursos y ofrecer ayuda.

¿Hay un perfil más determinado de las personas que se suicidan o es indistinto?

–Existe lo que llamamos factores de riesgo, que son una serie de condiciones (individuales, familiares y sociales) que harán que aumente la probabilidad de que la persona intente suicidarse. Pero es importante que sepamos que el suicidio es multifactorial y un solo hecho o factor no desencadena este acto. Sufrir acoso es un factor de riesgo, pero la mayoría de las personas que lo sufren no deciden quitarse la vida. Es importante saber que también existen los factores protectores que nos protegen y favorecen que podamos afrontar las situaciones adversas de una manera más adecuada. Fomentar estos factores es un modo de prevenir el suicidio. Fomentar valores positivos, tener hábitos saludables, buenas relaciones sociales, … son aspectos que nos protegen.

En Álava el pasado año se suicidaron dos personas menores de 19 años. Datos alarmantes que llegan a la adolescencia. ¿Qué pasa para que un adolescente se quiera quitar la vida?

–Siempre que una persona se plantea dejar de vivir lo que hay es mucho sufrimiento, pero también es cierto que la idea de muerte en la población más joven es más común de lo que pensamos. Lo que resulta más complejo es que se lleve a cabo. Según la OMS las dificultades de afrontamiento y resolución de problemas son algunos de los factores más relevantes.

En muchos casos se esconden enfermedades crónicas y dolorosas, personas que no quieren o no pueden luchar más contra sus enfermedades. Para ese perfil se permitió la opción de la eutanasia. Sin embargo, no ha bajado el número de suicidios.

–Hay que hacer una distinción entre ambos aspectos. La eutanasia es un acto voluntario en que la persona después de un proceso consciente y de reflexión valora no seguir viviendo por una situación crónica, normalmente derivado de un sufrimiento físico y es un médico quien le asiste. En el suicidio se considera que no existe esa voluntariedad, la persona no quiere morir, quiere dejar de sufrir. Se trata de un sufrimiento emocional: una solución definitiva a un problema temporal.

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