La salud mental y la prevención del suicidio, una prioridad actual

El tratamiento de las enfermedades mentales, la vinculación entre depresión y suicidio y el duelo que viven los familiares que se quedan tras un suicidio consumado fueron algunos de los temas que se trataron en el desayuno organizado por EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, donde se reunieron diferentes profesionales que luchan por mejorar el tratamiento de estas enfermedades en la sociedad actual

Desayuno sobre salud mental (Vídeo)

La salud mental supone uno de los retos sanitarios más importantes a los que nos enfrentamos en la actualidad. En Aragón, los hospitales atienden cada día siete tentativas de suicidio, registrando en la comunidad una media de 113 muertes al año por este motivo, algo que nos lleva a replantearnos el tratamiento que se le da en la actualidad a las enfermedades mentales y el estigma que conllevan, lo que hace que muchas personas no se traten al presentar los primeros indicios alarmantes

A fin de combatir esta situación, el Gobierno de Aragón ha presentado recientemente la primera Estrategia de Prevención del Suicidio en la comunidad, además de estar realizándose diferentes acciones y activándose protocolos a fin de erradicar esta lacra social.

Durante el desayuno organizado esta semana por EL PERIÓDICO DE ARAGÓN se trató de contextualizar la situación que se está viviendo en torno al tema de las enfermedades mentales, entre ellas la depresión, así como los problemas que puedan derivar de ellas, como puede ser llegar al extremo de tratar de acabar con la propia vida. 

Qué es la salud mental

Para Lola Sobrino Calvo, psicóloga responsable del departamento de intervención psicosocial de Asapme, la salud mental no es únicamente la ausencia de enfermedad mental, sino que «se puede no padecer ninguna enfermedad mental y no por ello estar mentalmente sano». Por su parte, Isabel Irigoyen, psiquiatra y coordinadora de la Estrategia de Prevención del Suicidio en Aragón, suscribió al psiquiatra francés Henri Ey, que consideraba que «las patologías mentales son la patología de la libertad». Irigoyen afirmó que las personas con una enfermedad mental «son aquellas a las que estos trastornos les restringen su libertad a la hora de pensar, de tener emociones o a la hora de controlar sus conductas. La salud es tener conciencia plena y absoluto control sobre tus pensamientos, tus emociones y tus conductas». 

«La salud mental es tener conciencia plena y absoluto control sobre tus pensamientos, emociones y conductas »

ISABEL IRIGOYEN – PSIQUIATRA COORDINADORA DE LA ESTRATEGIA DE PREVENCIÓN DEL SUICIDIO

No obstante, la salud y la enfermedad no son conceptos estancos, sino que hay un continuo entre ellas que hace que nuestras emociones fluctúen, y que vivamos días mejores y días peores, sin que ello signifique la presencia de una patología. «Se trata de que nos vayamos acercando a ese concepto de salud, de bienestar, pero puede ser que no sea completo y eso no tiene que significar un gran problema porque es algo que forma parte de la normalidad», aseguró Irigoyen.

Raquel García Fuentes, presidenta del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Zaragoza, quiso dar su punto de vista con respecto a este tema, asegurando que esto se ve muchas veces reflejado en la medicación. Para García, «no todo el mundo que toma medicación es enfermo mental, porque pueden ser momentos puntuales en los que necesites una ayuda; y hay mucha gente que no está medicada y debería estarlo. Pero para dar ese paso, que debe venir mediado por una prescripción en una consulta médica, hay que dar el paso de detectar que tienes una enfermedad, y ese es el obstáculo, el tabú que hay para reconocer que puedes tener un problema». Más que un problema, García lo define como una necesidad de recuperar el equilibrio que se ha podido perder.

Al hablar de salud mental nos referimos principalmente a enfermedades mentales graves, entre las que Sobrino destacó «la esquizofrenia, la depresión, el trastorno bipolar, todo el abanico de trastornos de ansiedad y los trastornos de la personalidad», aunque es necesario recordar que la salud mental no es solo la enfermedad, puesto que como apuntó Irigoyen, «también es el malestar psíquico, el malestar emocional que no tiene por qué ser una enfermedad, puesto que forma parte de la vida de todos nosotros». 

La pandemia

Ejemplo de ello son los efectos psicológicos que ha tenido en la población el covid-19, que ha afectado en gran medida a todas las personas. Sin embargo, ese malestar general no puede considerarse enfermedad mental, sino afección. Irigoyen ve muy necesaria esta distinción ya que «se está generando en la sociedad una demanda y una necesidad de que haya más profesionales, más atención, y eso es indiscutible. Pero no podemos poner un psicólogo en cada casa, a esas personas tenemos que ofertarles la posibilidad de que ellos, con los medios que tengan a su alcance, puedan incrementar su salud mental sin la necesidad de psiquiatrizar y psicologizar todo y de que todo el mundo acabe en una consulta de tratamiento», afirmó.

Nicolás Ortega, que acudió al encuentro para aportar su testimonio personal, quiso matizar este punto: «Es cierto, por supuesto, que no puedes poner un psiquiatra en cada casa, pero luego no nos llevemos las manos a la cabeza si nos desbordan los casos más graves». Irigoyen aseguró que durante la pandemia se están viviendo otro tipo de depresiones por las circunstancias sobrevenidas, como puede ser «la pérdida de un trabajo, la pérdida de un ser querido o la propia enfermedad de uno mismo». No obstante, están recortados en el tiempo. 

Sin embargo, Sobrino quiso apostillar un par de puntos en los cuales la pandemia ha podido ser positiva: «Fundamentalmente dos cosas, el cambio de paradigma y de valores que a la mayoría de las personas nos ha hecho ver cosas que no teníamos en cuenta, y también poner realmente el punto de mira en la salud mental. Se está poniendo encima de la mesa lo que son los estados depresivos y ansiosos, que antes estaban asociados únicamente a la enfermedad mental y a la locura, a los trastornos psicóticos y a los trastornos de conductas más disruptivas y más llamativas, y ahora no». 

Raquel García quiso apuntar el papel que jugaron las farmacias durante el confinamiento: «Éramos unos de los pocos establecimientos, especialmente sanitarios, que estábamos abiertos, y había mucha gente que venía a recibir un poco de cariño, a ver a alguien. Mucha gente ha estado viviendo sola, no veía a nadie, no podía salir de casa; era una necesidad tremenda de piel, y una falta absoluta de posibilidad incluso de pedirlo. Con solo poner una mano en el brazo, con escuchar, el dejarle un espacio si tienes una zona adecuada, es una forma de quitarles un peso de encima que no sabes lo bien que les puede venir», se emocionó relatando García.

«Ponerles una mano en el brazo, escuchar, dejarles un espacio adecuado, es una forma de quitarles un peso de encima»

RAQUEL GARCÍA FUENTES – PRESIDENTA DEL COLEGIO OFICIAL DE FARMACÉUTICOS DE ARAGÓN

Estigma

Otro punto importante al hablar de salud mental es el tabú que hay a su alrededor. Para Raquel García, «visibilizar las enfermedades mentales es muy importante, porque hay que quitarle todo el lastre de culpa y de estigma que pueda tener y visibilizar que es algo normal, que todo el mundo puede tener una mala temporada, pero que cuando pasa un límite, quizás haya que pedir ayuda. El poder ver que no eres tú el raro, que es algo que existe y que hay sitios donde pedir ayuda, hace que la persona que esté en esta situación pueda tener otras herramientas para poder avanzar hacia adelante».

Es precisamente ese estigma el que hace que sea a veces tan complicado identificar a una persona que está mal. Ortega relató la vergüenza que pasaba las primeras veces que acudió a su psiquiatra, entrando «con la cabeza baja, mirando hacia atrás en el pasillo», algo que aseguró que ha cambiado a lo largo de los años. 

A este respecto, Nicolás Ortega afirmó que acudir a Asapme fue una de las mejores cosas que pudo hacer, puesto que la asociación «te tiende una mano, te ayuda a realizar las tareas más cotidianas, te escucha, y te sientes persona otra vez». Además, ver que hay gente en tu situación hace que sea más sencillo asumir tu enfermedad, lo que considera «el primer paso para superarla». 

Cronicidad

En cuanto al estigma, Isabel Irigoyen quiso hacer un apunte: «El estigma es tanto para los pacientes de enfermedades mentales como para los profesionales que nos dedicamos a la salud mental, que parece que somos los únicos dentro de la red sanitaria que tratamos a enfermos crónicos». Además, dentro de la salud mental hay casos que se resuelven y que no necesitan de un seguimiento médico.

Pero en su mayoría, una enfermedad mental es algo crónico puesto que los pacientes van a necesitar cuidados a lo largo de su vida. Sin embargo, Lola Sobrino recalcó que «lo que no tiene por qué ser crónico es el malestar, puesto que existen tratamientos farmacológicos y terapias que ayudan a controlar sus efectos». 

Nicolás coincidió con esta idea, recordando las palabras que le dijo su psicólogo tras su ingreso, y que le ofrecieron tranquilidad absoluta. Su psicólogo le aseguró que «un bajón como el que había tenido, con pensamientos suicidas, no lo iba a volver a tener nunca con la medicación y la terapia correcta». Saber esto aporta paz al paciente, que ve posible llevar una vida normal más allá de su enfermedad

Detección en el entorno

A la hora de detectar una enfermedad mental en alguien de nuestro entorno, recomiendan dar importancia a la situación desde los primeros síntomas, aunque sean muy pequeños. Para Sobrino, «más vale que salga un falso positivo que lo contrario. No todo el mundo tiene que ser experto en salud mental, pero cuando una persona pierde su percepción de satisfacción y pierde parte de su funcionalidad estamos ante una alerta». 

En el caso de Nicolás, él relató que pasaba mucho tiempo solo en su habitación: «Cuando sales, miras al suelo, nunca miras a la gente, no hablas apenas, se te nota en los ojos que has estado llorando, están enrojecidos. Sobre todo, notas una falta de interés por cualquier conversación y por cualquier tema». Para acercarte al paciente, recomendó ir con mucho tacto, demostrar que estás allí para ayudarle, pero sobre todo convencerle de que «lo mejor es pedir ayuda a un profesional».

Si no se llega a tiempo y se consuma el suicidio, Lola Sobrino aseguró que es un duelo diferente a otros duelos. «Es importante que los familiares puedan desculpabilizar a la persona de lo que ha hecho, porque el primer sentimiento es de abandono, de rencor, pensar en cómo ha sido capaz de hacerme esto»; por eso es tan importante el tratamiento del duelo de una manera adecuada después de una muerte por suicidio.

Depresión y suicidio

Según afirmó Isabel Irigoyen, «la depresión es la principal causa del suicidio, dentro de que el suicidio no tiene una única causa sino que siempre es un evento multicausal, pero aproximadamente más de la mitad de los suicidios se producen por cuadros de depresión que producen tristeza, pérdida de ilusiones, falta de expectativas, no disfrutas con nada, te aíslas, te sientes impasible frente a las cosas, te sientes culpable, y aparece muchas veces la desesperanza. Y la tristeza y la desesperanza son dos elementos que si se dan en la depresión son el cóctel perfecto para que aparezcan pensamientos de muerte, que al principio pueden ser indirectos, como pensar que estarías mejor muerto, pero de ahí te vas aproximando a la idea del suicidio». Sin embargo, el otro 50% de los casos no se dan como consecuencia de la depresión, sino por cualquier otra enfermedad mental, e incluso en personas sin enfermedades mentales.

Uno de los grandes enemigos de la depresión es la culpa. Nicolás Ortega aseguró que, cuando estás tan mal, «es imposible quitarse esa culpa de encima. Te sientes culpable de cómo estas, de por qué no has hecho o tenido determinadas cosas; y puedes poner en el baremo las cosas que sean, pero siempre vas a sentirte culpable por las cosas que no has conseguido». 

«Las enfermedades mentales hacen que te sientas culpable de todo aquello que no has conseguido, culpable de tu estado»

NICOLÁS ORTEGA – TESTIMONIO

Isabel Irigoyen matizó que se sienten culpables incluso de su propio estado, piensan que han hecho algo para acabar así. «Es la culpa llevada al extremo máximo, parece que seas tú el que está forzando esta situación cuando es una situación sobrevenida, por muy estable que sea tu vida, te puede pasar, le puede pasar a cualquiera y es importante hacerlo constar», insistió. 

Visibilidad

Lola Sobrino coincidió con esta idea asegurando que es necesario normalizar las estadísticas, puesto que «una de cada cuatro personas padecen depresión al menos una vez a lo largo de su vida. No es una cosa que le suceda a la gente extraña, es algo que nos puede suceder a cualquiera de los que estamos aquí». 

Por este motivo, recalca la importancia de visibilizar los casos de personas que sufren enfermedades mentales, sobre todo si tienen una influencia en la población: «Cada vez levanta la mano más gente; personas que son conocidas, que son referentes, algunos ‘influencers’ y gente de este nivel de comunicación están levantando la mano, y eso está ayudando mucho a la normalización. Me parece que ahí los medios de comunicación y la gente que sirve de referente a otros tienen un papel importante», añadió.

Isabel Irigoyen apuntó con respecto a esta idea que realmente hablan pocos y a posteriori, para lo que Raquel García quiso aportar una explicación: «En ese momento muchos no están en su mejor momento para expresar las cosas; necesitan estabilizarse primero, porque cuando estás mal puede ser que lo afrontes, pero puede ser que no».

Gestión emocional

Parte de la responsabilidad de que las personas presenten malestares en el ámbito psicológico se debe, según los expertos, a la falta de educación emocional que tiene la sociedad. García afirmó que no se tiene gestión de las emociones, y que tenemos muy poca tolerancia a la frustración.

«Vamos cogiendo habilidades a golpe de la vida. No somos capaces de afrontar con naturalidad las diferentes situaciones que nos puedan ocurrir porque nos da vergüenza, nos da miedo, pensamos en el qué van a decir, y nos invade la culpa. A veces el lenguaje también es muy importante, y si cambias culpa por responsabilidad consigues quitarte mucho peso de encima. Encontrarse un día mejor y otro peor es normal, lo que no es normal es estar en una situación en la que deberíamos estar contentos y que no sea así», explicó.

Trabajo con jóvenes

Esa gestión emocional apuntaron a que debía comenzar desde los más jóvenes. García expresó que la inteligencia emocional es «uno de los puntos que se deberían empezar a trabajar en los colegios, empezando desde abajo, porque a los padres y a los más mayores igual ya les llega tarde».

Los adolescentes presentan muchas conductas de riesgo que, en muchos casos, pueden acabar en suicidio, puesto que presentan, según Irigoyen, «una total falta de tolerancia a la frustración, a expectativas no cumplidas, a enfados y a la impulsividad». En los adolescentes estas son casi las causas más frecuentes, no como una única causa pero sí como un componente importante al que se le añade muchas veces el tema del acoso, el ciberacoso o el consumo de tóxicos.

«La mayoría de los adolescentes se quejan de no haber sido escuchados, de haber cortado sus intentos de comunicación»

LOLA SOBRINO CALVO – PSICÓLOGA RESPONSABLE DEL DEPARTAMENTO DE INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL DE ASAPME

Para Nicolás, un cambio en la educación «es la única salida a medio y largo plazo». Además, cuando un niño cambia, modifica su manera de relacionarse con el entorno, se producen cambios en ese mismo entorno, produciéndose cambios sociales. Esto lo hemos visto en otros ámbitos, como puede ser en el caso del tabaco donde a través de la concienciación se ha conseguido mitigar en gran medida sus efectos. 

Es realmente preocupante que, según los expertos, el suicidio sea la principal causa de muerte no natural entre jóvenes de entre 15 y 29 años. De estos, muchos adolescentes no habían siquiera identificado tener un problema. Lola Sobrino conoce muy bien este tipo de casos, puesto que a su consulta llegan muchas familias cuyas reacciones a los diagnósticos son de desconocimiento absoluto. Aseguró que la mayoría de jóvenes se quejaban de no sentirse escuchados, de haber intentado exponer su problema y haberse visto cortados sus intentos de comunicación. «El adoptar una postura más de escucha y de apertura antes de juzgar creo que es la mejor manera de poder detectar», afirmó Sobrino. 

Además, enumeró algunos de los principales síntomas que se pueden apreciar en jóvenes que sufren de alguna enfermedad mental: «Adolescentes con conductas anómalas de aislamiento, que han bajado su rendimiento escolar y que han cambiado drásticamente su estilo de vida». 

Isabel Irigoyen apuntó a que ese déficit emocional que sufren los adolescentes en muchas ocasiones son un reflejo de los déficits emocionales que tienen sus padres y educadores, que «trasladan muchas veces sus frustraciones a sus hijos, lo que genera unas expectativas, una serie de valores o no valores que condicionan todo esto, y que hacen que el malestar se incremente».

Irigoyen, sin embargo, recalca que no es la franja de los adolescentes la que presenta un mayor índice de suicidios, si no que esta se sitúa en las personas mayores de 70 años. «Son los dos extremos de la vida los que en estos momentos presentan más riesgo de suicidio», recalcó. 

Estrategia

Isabel Irigoyen explicó algunos de los elementos más característicos de esta Estrategia de Prevención del Suicidio: «Llegó en 2020, el año de la pandemia, y eso por un lado la ha ralentizado, pero por otro ha permitido que se adapte a las circunstancias. Es una estrategia muy amplia, muy ambiciosa que tiene trece áreas de las cuales ya se está trabajando en diez. Participan muchísimos profesionales y entidades, y se está haciendo una apuesta muy importante en información y divulgación con guías sencillas y prácticas».

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