Suicidio adolescente: cómo escuchar las señales de alarma

El psiquiatra Manuel Vilapriño, aseguró, en diálogo con Unidiversidad, que es necesario actuar frente a modificaciones de conducta de los chicos y chicas. Dijo que la clave es generar canales de diálogo y confianza. Dónde pedir ayuda.

La modificación de la conducta de los adolescentes en su casa, en su escuela o entre los grupos de pares es una señal de alarma de que algo pasa, algo molesta y hace que se comporten de forma distinta a la habitual. El psiquiatra Manuel Vilapriño explicó que los adultos no deben dejar pasar estas señales, sino abrir el diálogo y –cuando los cambios son muy profundos– consultar a un profesional.

Frente a esta realidad, Vilapriño aseguró que siempre existen señales de alarma y subrayó que los adultos no deben minimizarlas ni dramatizar, sino atender a ese pedido de ayuda que los jóvenes suelen expresar con cambios de conducta. El docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO habló con Unidiversidad sobre las medidas de prevención que todos los adultos que rodean al adolescente pueden poner en marcha para evitar que se dañe.

Combinación de factores

El informe de Unicef advierte que la muerte autoprovocada nunca es el resultado de un solo factor o hecho. ¿Es posible identificar algunas causas?

Aquí se combina la presencia de factores genéticos y psico-socio-ambientales, que son los que van decorando todo ese funcionamiento. Existen factores psicológicos, aspectos de la personalidad base, de la historia de vida del adolescente que aumentan esa posibilidad, todo lo que implica psicotraumas lleva a un mayor grado de vulnerabilidad. El adolescente tiene un cerebro en crecimiento; eso significa que tiene algo positivo porque es más plástico, pero a la vez es más vulnerable, porque son células en crecimiento y son más frágiles ante la toxicidad interna o externa, tanto si consume alguna droga como si es acechado o impactado por alguna circunstancia psicotraumática que implica estrés.

¿Cómo funciona esa predisposición genética?

La genética es todo, porque los genes codifican para la síntesis de proteínas, entonces hay aspectos que están dormidos pero que se pueden activar a través de los estresores agudos, severos o crónicos que disparan esa genética dormida. Todos tenemos predisposición genética para algo, pero en este tema es clave la personalidad, la forma de ser, la historia de vida, cómo ha sido su educación, su experiencia familiar, si ha tenido eventos traumáticos como situaciones de bullying, conflictividad familiar importante y los abusos, que están claramente relacionados con una mayor incidencia de cuadros depresivos y de suicidio. Todo eso deja una huella que hace que cambie la expresión de los genes.

¿En qué medida afectan los factores socioculturales?

Estos factores van a tener una incidencia muy importante porque estamos en una sociedad líquida, hedonista, en la que todo tiene que ser ya, donde la frustración es fracaso. Los adolescentes viven en esa sociedad de la inmediatez, de la gratificación, tienen acceso a las drogas, al alcohol, buscan a veces la excitación a través de estas drogas, de juegos riesgosos que están al alcance en las redes y los inducen a dañarse. Pero por otro lado está el factor ambiental, es decir, su círculo íntimo, su familia, sus amigos, el estudio, el deporte, todos aspectos que pueden ser un escudo protector, y ahí es donde tenemos que intervenir con políticas de Estado, hay que trabajar con la familia, porque es clave.

 

Pedido de ayuda

¿Cuáles son las señales de alarma que debemos atender los adultos?

Básicamente, la modificación de la conducta en la casa, en la escuela, con su grupo de amigos. Se aleja de todo lo que implica contacto social o familiar, comienza a estar más disruptivo, más agresivo, obviamente si lo ven en algún estado de intoxicación. Estos son todos marcadores de que algo le está pasando al chico, no tenemos que creer que porque es adolescente va a tener sí o sí esos cambios, porque si no terminamos estigmatizando y rotulando, como que por ser adolescente puede ser disruptivo, no pasa por ahí. Si el adolescente está funcionando de una manera distinta a lo habitual, es necesario encender las alarmas, porque son más vulnerables pero no por débiles, sino desde lo biológico y psicológico hasta que terminan de constituirse.

Existe un concepto que se repite y es que la persona que va a dañarse no da ninguna señal. ¿Esto es así?

No, en general tienden a decirlo. En el 80 % de los casos lo expresan de una forma u otra, a veces con conductas, a veces con palabras. Hay que trabajar mucho en la casa con el diálogo, tener contacto con el adolescente, que tenga confianza, que sepa que puede hablar de todo, porque eso nos permite advertir los riesgos; por ejemplo, que entiendan los riesgos que existen en las redes, donde hay sitios y «juegos» que los incentivan al autodaño, o lo que implica el consumo de sustancias. Para volver a la pregunta, los adolescentes advierten del problema, ya sea con palabras o a través de su conducta, y es necesario que los adultos abramos el juego, que sepan que pueden hablar.

¿Cuál es la mejor forma de hacerlo?

 Yo siempre recomiendo que eso no se haga desde lo inducido, es decir, no decirle al chico: «Vamos a tomar un café y me contás», sino compartir con él, generar espacios para que se sienta en confianza e inicie una conversación.  

Cuando no existe ninguna alarma, ¿es conveniente hablar con los adolescentes del tema?

Nunca es mejor no hablar, pero nada en exceso es bueno. Hay que hablarlo, lo mismo que el tema de las drogas, del abuso. No hay que generar temores, pero sí abrir un espacio de diálogo, donde ellos se puedan sacar las dudas, que ellos puedan ver y analizar de dónde surgen estas sensaciones y sentimientos.

¿Es conveniente consultar a un profesional?

Lo primero es acercarse, hablar, dejar la puerta abierta, pero cuando los cambios son marcados, es conveniente consultar con el mismo pediatra, con el médico del adolescente, con un psicólogo. Es necesario abrir el juego, no minimizarlo ni transformarlo en trágico y dramático, no estigmatizar ni rotular. No significa que el chico esté loco, que es un anormal, sino que hay un movimiento afectivo dentro de él que lo está llevando a tener estos sentimientos. Hay que abrir el juego, escucharlo, no desesperarse y que se sienta contenido, apoyado y querido.

El informe de Unicef determinó que existen mayores tasas de suicidio entre los adolescentes con menor nivel educativo.

Justamente acá entran en juego los factores psico-socio-ambientales de los que hablamos, porque el tener menor accesibilidad a la educación implica tener menos recursos para que la persona pueda desempeñarse y desenvolverse en la vida. Eso necesariamente es más frustración, más sentimiento de fracaso para la persona, es un estresor. En general, el sujeto que está expuesto a la idea de suicidarse tiene un gran nivel de angustia, pero desde lo patológico. Todos tenemos angustia y cuando nos moviliza es normal, pero cuando paraliza es patológica, es decir, cuando ante determinadas situaciones tengo un nivel de angustia intenso que me lleva a no poder reflexionar sobre los caminos que tengo para recuperarme. Todos estos factores los tenemos que tener en cuenta, porque está demostrado que cuando abrimos el juego y les preguntamos a los adolescentes por el tema, en lugar de angustiarse más, los tranquiliza el hecho de que alguien les esté descomprimiendo una duda enorme de si hacer algo o no.

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