En 2017 murieron 188 personas en las cárceles del Estado español. De ellas, 35 fueron suicidios, una causa de muerte que alcanzó en el pasado año su cifra más triste desde 2013 y que, según los datos disponibles de 2018, podría seguir en aumento.6
REDACCIÓN EL SALTO
PUBLICADO2018-11-01 06:27:00
En 2017 se contaron un total de 188 muertes en los centros penitenciarios del Estado español, según muestran las estadísticas publicadas por Instituciones Penitenciarias y por el Departament de Justicia de Catalunya —ya que esta comunidad tiene transferidas las competencias sobre prisiones—. Sin contar las cárceles catalanas, el centro penitenciario de Sevilla 2 fue el escenario donde se dieron más muertes —10—, seguido del de Albolote, en Granada —siete—.
Las cifras son ligeramente más bajas que las dadas desde 2010, exceptuando el año 2014, cuando se tuvo la menor cifra de muertes de personas encarceladas, según muestran las mismas estadísticas
Sin embargo, al observar la tasa de mortalidad por cada mil internos, con la que se tiene en cuenta el cambio en la población carcelaria, las cifras son menos optimistas. Las estadísticas de Instituciones Penitenciarias —que no contemplan las cárceles catalanas— muestran una tasa de 2,85 internos fallecidos por cada mil internos, la más alta desde 2010 exceptuando el año 2016, cuando se alcanzó una tasa de mortalidad de 2,99 fallecidos por cada mil internos.
FALLECIDOS EN LA CÁRCEL POR ENFERMEDAD, SIN PASAR POR EL HOSPITAL
La edad media de los presos fallecidos en las cárceles del Estado, menos en Catalunya, fue de 49,1 años y la mitad de ellos contaban entre 40 y 56 años. La estadísticas señalan las causas naturales como principal causante de las muertes, con 108 en total, y, en especial,las enfermedades circulatorias —44 fallecidos—; dentro de este grupo, la cardiopatía isquémica o enfermedad coronaria —24 muertes—. Más de la mitad de estos presos murieron en el propio centro penitenciario —52,9%—, frente a los que murieron en centros hospitalarios —45,9%— y una persona que murió en el traslado.
Las estadísticas también subrayan que el sida ha dejado de aparecer como causa de muerte principal. En 2018 solo dos presos habrían muerto por dolencias directamente relacionadas con esta enfermedad, aunque, según se explica en el estudio, otros de los presos fallecidos también tenían sida. Las drogas como causa de muerte también habrían disminuido frente al año anterior —28 frente a 40 presos fallecidos—.
MÁS SUICIDIOS
Sin embargo, sí han aumentado los suicidios dentro de las cárceles. En total, en 2017 se suicidaron 35 presos y presas en las cárceles del Estado español —ocho en las catalanas—, frente a las 30 de 2016 y 2015, y 31 de 2014. Es la cifra más elevada desde 2013, cuando se contaron 41 suicidios en las cárceles. En el caso de Catalunya, las cifras para este año se prevén aún peores, ya que, en lo que llevamos de 2008, ya se han contabilizado siete suicidios.
El último conocido fue el de Katherine Gómez Gutiérrez, de solo 20 años de edad. Khaterine, que estaba en prisión preventiva desde noviembre de 2007, fue encontrada muerta en su celda de aislamiento, en la que llevaba nueve días. Antes ya había pasado hasta 74 días en régimen de aislamiento. Su familia denuncia que la administración no ha investigado la verdadera causa de la muerte de Katherine, que tomaba antidepresivos y antiansiolíticos.
A Flourish data visualisation
TER GARCÍA7El informe de Instituciones Penitenciarias señala que el índice de suicidios en las cárceles es “sensiblemente superior” al de la población general, pero excusa esta diferencia en que los presos presentan a menudo “muchos de los factores de riesgo que la OMS [Organización Mundial de la Salud] asocia al suicidio”, entre los que enumera la ruptura de relaciones sociales y el aislamiento social —que muchas veces provoca el propio régimen penitenciario—, los problemas jurídicos —obvios ya que están en la cárcel—, un nivel socioeconómico bajo, el abuso de alcohol y drogas y trastornos mentales como depresión y esquizofrenia, o trastornos de la personalidad y el padecer enfermedades orgánicas graves que acortan la esperanza de vida.