Pensar que alguien que escribió un libro con 533 proyectos de obras se terminó ahorcando puede resultar contradictorio. Pero así fue: Edouard Levé (1965-2007) tenía ideas sobre el arte muy vívidas -muchísimas- y escribió un texto, Obras, donde las cuenta una por una. En ellas, intercala cruces vitales con la filosofía, la arquitectura, el teatro y el cine, entre tantos otros dominios que no le alcanzaron para mitigar su profunda depresión; se mató a los 42 años. Tal vez por eso, también, Obras despierte interés. Ese misterio, que atraviesa todos los escritos de Levé -hasta el último, titulado, precisamente, Suicidio- lleven a preguntarse el porqué de ese triste destino.
Pero conviene centrarse en el texto. Disfrutar de la profundidad de sus imágenes, amalgamas de pastiches, ensoñaciones realizadas por alguien que contaba con una formación heterogénea. Salido de la escuela de negocios, Levé era pintor, fotógrafo, y por supuesto, escritor. Entonces, en su libro se dan cita bosquejos de instalaciones, fotos, videos, películas y performances posibles, todas salidas de su febril cabeza.
La traducción de Matías Battistón, en tanto, deja fluir el texto, lo respeta y le otorga más belleza.
Por momentos, es tanto el nivel de detalle que utiliza el autor que seguirlo requiere una demanda de atención importante. Es así. Levé escribe en un presente perpetuo, infinito, detalla con minuciosidad cada uno de los proyectos. Pero también los abre, los deja al azar, a ver qué pasa con ellos.
Lo cierto es que para encontrar pistas más firmes sobre su final o su intento de matarse un tiempo antes, tal vez haya que leer otros -bellos- libros de Levé como Suicidio o Autorretrato. Acá no, acá se trata de vida, de proyectos, de sueños. Nada de depresión. O, finalmente, quizá todo sea un intento, tal vez desesperado, de salir de ella con 533 ideas brillantes.