El suicidio policial, una realidad silenciada

El sindicato ARP elabora un Plan de Prevención de Suicidios, el primero que se realiza en este cuerpo, pese a que la cifra de muertes multiplica por nueve la media

Según un informe de la Agencia Sanitaria de Naciones Unidas, cada 40 segundos una persona se quita la vida en el mundo. La cifra de suicidios no ha dejado de crecer en los últimos años y, en función de las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 habrá más de millón y medio de muertes por esta causa.

En España se advierte la misma tendencia. Es más, ya en 2008 el número de suicidios superó el de fallecidos en accidentes de tráfico.  

Aunque ésta es una realidad que atañe a toda la población, colectivos como el de la Policía y la Guardia Civil se ven especialmente afectados. En estos cuerpos las muertes están muy por encima de la media.

“La tasa policial de suicidios es nueve veces mayor que la de la población española”, señala María Jesús Espiño, inspectora y autora de un estudio sobre el suicidio en los cuerpos de policía, que advierte de lo difícil que resulta hacer un análisis porque no existe un registro al respecto. No obstante, son niveles catalogados por la OMS como “muy altos”, apunta.

Pero mientras, aún con deficiencias, en la Benemérita ya se han elaborado hasta tres planes de prevención y hay psicólogos especialistas en conductas suicidas, en la Policía Nacional queda todo por hacer.

Por ello, la Agrupación Reformista de Policías ha elaborado un Plan de Prevención de Suicidios, que, con el objetivo de minimizar el número de muertes, aspira a ser incorporado por el Cuerpo de la Policía Nacional a su estructura organizacional.

De momento ya han conseguido que se interesen por él dos partidos políticos, Podemos y Ciudadanos, y “las personas que dentro de la Dirección General de la Policía están trabajando en la elaboración de un protocolo”, explica Luis Miguel Lorente, coordinador general de ARP.

Desde este sindicato, conscientes de que la prevención y el control de este problema no es fácil, dado que es multicausal, han trazado una serie de medidas encaminadas no solo a frenar el número de suicidios, sino también a promover la salud del policía, un servicio, aseguran, “necesario y demandado desde hace muchos años por este colectivo”.

En la última década más de un centenar de policías se ha quitado la vida, casi todos ellos hombres.

Tabla suicidios en la Policía Nacional

Causas específicas

A las causas que pueden conducir a una persona a acabar con su vida, tales como la pérdida de seres queridos, problemas económicos, familiares o laborales, contar con antecedentes de suicidio, haber sido víctima de abusos sexuales en la infancia, consumir alcohol y drogas o padecer enfermedades que causan mucho dolor, se suman otras características de la actividad policial como el estrés derivado del insomnio que genera la turnicidad laboral, del peligro físico al que están expuestos en muchas ocasiones, de las situaciones desagradables a las que tienen que hacer frente, de la estructura jerarquizada que les infunde presión  y les impide, en muchos casos, tomar decisiones, de la movilidad geográfica o de la falta de medios.

Hay que tener en cuenta que “cuando la gente huye, nosotros vamos”, subraya la inspectora María Jesús Espiño. “Los policías se van impregnando de todas esas vivencias, y, si no hay mecanismos que faciliten despojarse de ellas, combinadas con otros problemas, en algunas personalidades pueden llevar a que se empiece a contemplar el suicidio como una salida”, apunta.

A esto hay que sumar, además, que este colectivo tiene mucho más fácil acceder a medios con los que quitarse la vida.  “Nosotros llevamos un arma todo el día”, explica Espiño. Si hay una baja médica por depresión, se retira el arma, “que es la única medida que hay”, y en esos casos “tenemos compañeros que han acabado suicidándose por ahorcamiento o con una motosierra”, lamenta.

A estos factores hay que sumar uno más, el de “la propia formación policial”, asegura esta inspectora.  “Se basa en que nosotros somos una especie de superhombres y supermujeres que no podemos llorar y que tenemos que tener el estómago más fuerte que nadie”, afirma. “El problema surge cuando se lleva al plano personal y uno se lo cree”.

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