«Suicidio por policía»: las escalas de grises del caso Taib

La policía no ha encontrado ninguna relación entre el yihadismo y el hombre que entró en una comisaría con un cuchillo en la mano, pero sigue considerando el caso como un atentado terrorista

Abdelouahab Taib llamó al timbre de la comisaría de Cornellà a las seis de la mañana de este lunes. Allí solo había dos agentes, un sargento a punto de empezar su jornada y una agente a punto de acabar la suya. La que le abrió la puerta a Taib fue esta, que se encontraba en una pecera con cristal a prueba de balas. Según su relato, Taib se acercó a la pecera con la excusa de querer realizar una consulta. Ella tenía la ventanilla de atención al público abierta y, en pocos segundos y en medio de la confusión, Taib sacó un cuchillo, gritó “allahu akbar” (Alá es grande) y se abalanzó sobre la agente a través de la ventanilla con el cuchillo en una mano.

La agente volcó la mesa y se desplazó con su silla hacia atrás. Taib cayó al suelo y para cuando se reincorporó seguía teniendo el cuchillo en la mano. Ella llamó a su compañero y retrocedió por el pasillo de la comisaría, donde asegura que los dos mossos le dijeron que tirara el arma. El episodio acaba con Taib muerto en el suelo por tres disparos. Los encargados de la investigación aseguran que el relato de ambos agentes coincide con lo grabado por las cámaras de seguridad. Todo, eso sí, hasta el momento en el que los tres entraron en el pasillo en el que se produjeron los disparos: allí no hay cámaras.

El caso, que ha conmocionado a la sociedad tan solo unos días después del aniversario de los atentados de Barcelona y Cambrils, ha sido automáticamente tildado de ataque terrorista por los propios Mossos. Su investigación, de hecho, la lleva el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo. Pero el contexto en el que se produce, las pruebas recabadas por los agentes y los testimonios recogidos, aumentan las escalas de grises entre las que oscilan los hechos.

La exmujer de Taib y su familia aseguran que su intención no era matar a nadie más que a sí mismo. Según su testimonio, estaban casados desde hace 2 años pero se divorciaron hacía apenas días porque él le confesó que era homosexual. El fin de su matrimonio supuso para él quedarse sin una coartada con la que ocultar su orientación sexual que él sospechaba que no sería aceptada por la comunidad musulmana. Dos horas antes de entrar en la comisaría, Taib escribió a su exmujer un mensaje en el que ponía: «Me voy, inshallá (si dios quiere), al gran sitio que está arriba». También dejó una carta en árabe que era una oración en la que le pedía a dios ser aceptado en su seno a pesar de ese “asunto” que era “una maldición” para él. Ambas pruebas apuntarían más a un suicida que se despide de la vida que a un terrorista que planea un atentado.

La policía no ha encontrado nada que indique que Taib estuviera relacionado con la yihad, el Estado Islámico, los atentados islamistas ni ningún otro tipo de violencia. No tenía antecedentes ni en España ni en Argelia, donde había nacido. No nombra a la yihad en su carta de despedida. Tampoco guardaba armas. Tampoco tenía contactos con personas radicalizadas. Tampoco ISIS se ha atribuido su ataque a la comisaría.

Estos hechos quedan sin embargo diluidos en el enfoque predominante en los medios y en la propia investigación. El País cita que la juez le preguntó a la agente que disparó a Taib si existe algún protocolo policial que indique cómo actuar en caso de que un individuo se acerque a un agente al grito de “Alá” y empuñando un cuchillo. La agente respondió que no. Pero, ¿era importante el distintivo del grito de Alá para el protocolo? ¿no es suficiente tener uno para, simplemente, cuando alguien entra en una comisaría con un cuchillo en la mano?

No nombra a la yihad en su carta de despedida. Tampoco guardaba armas. Tampoco tenía contactos con radicalizados. Tampoco ISIS se ha atribuido su ataque a la comisaría.

Otros medios se han encargado de recordar una y otra vez que la exmujer de Taib se convirtió al islam nada más contraer matrimonio. Incluso han pedido a los vecinos que valoraran sus actos recibiendo respuestas como: «se puso el velo enseguida» o «al cabo de un tiempo la veo con el pañuelito, y la verdad me dio mucho disgusto porque era una chica majísima y yo quiero mucho a España y a todos los que están con nosotros en España, viviendo felices y tranquilos», ambos testimonios publicados en una noticia de El Mundo.

La exmujer asegura que lo que Taib pretendía entrando con un cuchillo en la mano era buscar su muerte segura. Llevaba semanas hablando de que iba a suicidarse pero no se había atrevido a hacerlo, quizás porque el suicidio también es uno de los mayores pecados del islam. Según la versión de su exesposa, Taib habría usado la técnica conocida en EEUU como “suicidio por policía” o suicide by cop, en la que en países donde los agentes de seguridad tienen el gatillo fácil, las víctimas se acercan a ellos con armas, a veces de juguete, porque saben que les van a disparar.

Pero, ¿tienen los Mossos el gatillo fácil?

Según la versión de su exesposa, Taib habría usado la técnica conocida en EEUU como “suicidio por policía” o suicide by cop.

En los atentados de Barcelona y Cambrils, la actuación de los Mossos fue criticada porque abatieron -término oficial para las muertes a manos de la policía- a los cinco sospechosos. Y sospechoso muerto es igual a menos información para la investigación. La crispación de las horas posteriores a los atentados es comprensible, pero ¿tuvo en el caso de Cornellà algo que ver que su primer aniversario hubiera sido solo tres días antes? La policía que disparó contra Taib lo hizo cuatro veces. Erró un tiro pero los tres restantes impactaron en un brazo, una pierna y su cabeza. ¿Era este último evitable?

Su familia piensa que sí y por eso mismo se plantea denunciar a los Mossos por una “actuación negligente”. Los agentes por su parte prefieren destacar que el caso ha demostrado una cosa: la vulnerabilidad de sus comisarías. Hace más de un año, un hombre gritó “allahu akbar” y se abalanzó contra la policía con un cuchillo en mano en la frontera de Melilla. Hirió a un policía pero estos consiguieron reducirle y detenerle. Los agentes fueron felicitados por el entonces ministro del Interior Juan Ignacio Zoido y destacaron que “no hizo falta utilizar las pistolas”. El caso no fue investigado como terrorismo y se alegó que el atacante “tenía problemas mentales”.

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