Cuando en Demmin, un pueblo de Mecklemburgo, en la provincia de Pomerania Occidental, se supo que Alemania había perdido la guerra y el Ejército Rojo se acercaba, cerca de 2,000 de sus 15,000 habitantes decidieron imitar a Hitler y suicidarse.
Unos se arrojaron con sus hijos pequeños a las aguas del río Peene, uno de los tres que corren por el lugar; otros decidieron dispararse en la cabeza o colgarse de los árboles.
Tras el macabro ritual, los cuerpos cubrieron toda la orilla del río. En las casas se amontonaban los cuerpos de familias enteras. Los ciudadanos que decidieron vivir fueron testigos del drama y tuvieron que recoger a sus vecinos en carretillas y llevarlos a las fosas comunes, excavadas de emergencia. Cientos no pudieron ser identificados. Eran muchos los cadáveres y poco el tiempo para enterrarlos.
Bärbel Schreiner, entonces una niña de 6 años, estuvo a punto de caer víctima de esa locura colectiva, pero su hermano consiguió que su madre no hiciera con ellos lo que otros padres ese día. “Mamá, nosotros no, ¿verdad?”, recuerda Schreiner que dijo su hermano, mientras observaba el Peene repleto de cadáveres. Gracias a esa pregunta, ella ha podido vivir hasta hoy, con 79 años a cuestas.
El caso de Demmin no fue el único. Una ola de suicidios recorrió Alemania entre enero y mayo de 1945. Aunque no existen cifras exactas, los historiadores calculan en 100,000 el número de personas que tomaron esa decisión. Al quitarse la vida, era habitual que los adultos se llevaran también a sus hijos. Es lo que hicieron los líderes nazis, como Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reich, cuando él y su mujer, Magda, envenenaron a sus seis hijos.
Sobre ellos se ha escrito mucho, pero no se había prestado demasiada atención a los ciudadanos de a pie que siguieron el destino de sus fanáticos líderes. Ese desconocimiento llevó al historiador Florian Huber a escribir el libro Hijo, prométeme que te vas a disparar, publicado en 2015 y convertido en bestseller.
Es un documento estremecedor, repleto de nombres acompañados de la fecha y el motivo de su muerte. Todos los archivos revisados tienen la misma fecha: 8 de mayo de 1945. Todos consignan una sola causa: suicidio.
¿Cuál fue el motivo? ¿Miedo a las represalias de los vencedores? ¿Fanatismo nazi? Quizá un poco de todo, dice el autor.
¿Por qué esa epidemia suicida afectó solo a algunas zonas, como fue el caso de Demmin? Rodeada por tres ríos, la ciudad se vio aislada ya que en su huida los jerarcas nazis dinamitaron los tres puentes existentes. Cuando llegaron los soviéticos, los lugareños no pudieron seguir huyendo. Y decidieron morir antes que caer en sus manos.