La presidenta de ‘Después del Suicidio’ explica en una entrevista por qué España necesita un Plan Nacional de prevención
Cecilia Borràs es la presidenta fundadora de ‘Después del Suicidio’, la primera asociación en España que desde el año 2012 ampara a los familiares que sobreviven a un drama a menudo silenciado, la muerte por suicidio. En una entrevista a Redacción Médica explica qué función desempeña esta institución en torno al suicidio, qué papel juegan los especialistas en su detención y qué herramientas necesita el Sistema Nacional de Salud (SNS) para intentar frenarlo.
¿Cómo surge la asociación?
La asociación surge porque tras la muerte por suicidio de mi hijo, en el 2009, no encontré un espacio donde compartir mi experiencia y dolor. Carmen Tejedor, médico en el Hospital de San Pau de Barcelona, con quién hablamos mi marido y yo, nos confirmó este vacío para los familiares y nos animó a iniciar este proyecto pionero.
¿Qué trabajo desempeñáis en la misma?
Es un trabajo transversal en torno al suicidio y, principalmente, ofrecemos soporte y acompañamiento en el proceso de duelo, difícil y largo. Damos también apoyo a iniciativas avaladas para la prevención del suicidio y trabajamos para contribuir a un cambio en la forma de hablar del suicidio y sus terribles consecuencias.
En definitiva, romper el silencio que envuelve esta tema para que los sistemas de prevención mejoren y las Administraciones dediquen mayores esfuerzos y recursos a la prevención y atención de los supervivientes.
¿Cuál es la relación que tenéis en la asociación con los psiquiatras? ¿Y con los médicos de Atención Primaria?
Tenemos una relación muy cercana, somos los familiares de aquellos pacientes que todo profesional sanitario recuerda por su forma de morir y pesa la incomprensión del “por qué” lo hizo. Es básico formar equipo con los psiquiatras y los médicos de Atención Primaria para apoyar toda acción de prevención y ayudar, juntos, a sensibilizar y detectar signos precoces de la posibilidad de conducta autolítica.
¿Qué papel juegan los clínicos en la detección del riesgo de suicidio?
El mismo papel que cualquier otro miembro de la sociedad. Todos debemos saber para contribuir a abordar este grave tema de salud. Se ha observado que la persona fallecida por suicidio había visitado a un profesional clínico la semana previa al fallecimiento.
¿Qué necesita un país como España para reducir el número de suicidios?
En mi opinión, necesita aceptar que la muerte por suicidio no es un acto heroico, ni cobarde, tampoco es ningún acto de libertad. Ellos y ellas querían seguir viviendo pero cambiando cosas en su vida y no han podido. El suicidio es un hecho doloroso, y frecuente en entornos de “normalidad”. Tiene una tasa más elevada que los accidentes de tráfico, mensaje que no acaba de llegar a la población porque hay una idea de que “a mi esto no me pasará”. Se arrastra todavía en el imaginario colectivo la idea de que es una muerte marginal y proscrita.
¿Se necesita un Plan Nacional de Prevención?
Si, sin duda. No plantearse como un problema de salud la primera causa de mortalidad externa es un desastre para nuestra sociedad. El estigma y el tabú pesa todavía demasiado para poder plantear este tema rompiendo creencias limitadoras y falsas que tiene la población. Tenemos el reto de hacer mucha pedagogía.
¿Y qué se puede hacer contra el estigma o tabú?
Estamos rompiendo el tabú con esta entrevista, hablando con serenidad de una realidad que nos interpela a todos, pero todavía hay mucho por hacer. Como el profesor Rocamora dice, debemos de hablar del suicido como se está hablando de la violencia de género. Sobre el estigma, creo que hemos de cambiar, los propios supervivientes, nuestra propia actitud sobre lo vivido y esa culpabilidad relativizarla, hemos sido los mejores padres, hijos, parejas, hermanos… dentro de nuestros límites como personas. Nadie nos puede juzgar por nuestro dolor, a menudo nos cuestionan como cuidadores injustamente.
¿Qué función tienen los medios en la prevención del suicidio?
Tienen una función básica de informar de forma correcta sobre la muerte por suicidio, siguiendo la normativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) específica. Sobre todo para dar la visibilidad a una realidad silenciada, para “normalizar” hablar sobre este tema. Un medio que trate este tema de forma rigurosa, respetuosa y esperanzadora, está ayudando a la prevención del suicidio, sin duda. Es primordial informar pero haciéndolo bien.
La depresión es una de las puertas principales del suicidio; los expertos aseguran que más del 50 por ciento de las personas que cometen suicidio tenían un trastorno del ánimo. ¿Qué se debe hacer para evitar estos datos?
Creo que es básico considerar la depresión como una enfermedad con un riesgo de mortalidad asociada por el agravamiento del cuadro, como cualquier otra enfermedad física que implique riesgo vital. La depresión es una enfermedad que puede ser crónica, que puede manifestarse tardíamente en algunos casos, y localizada en el cerebro. En absoluto se debe confundir con una actitud de la persona. Jamás lo pensaríamos si se tratara de otra enfermedad crónica que conllevara un riesgo de morir, como el cáncer.
Por ello, y como en cualquier otro tipo de enfermedad, es vital el abordaje terapéutico precoz del paciente y el soporte a la familia para que comprendan qué cuadro de depresión sufre su familiar.
¿Cómo se puede ayudar a las personas supervivientes de suicidio?
Respetando su dolor, comprendiendo que han vivido una tragedia muy traumática y más que nunca se necesita un apoyo respetuoso, libre de prejuicios y juicios.
¿Cómo se debe actuar cuando una persona cercana habla y amenaza con la posibilidad de cometer un suicidio?
Se debe actuar tomando en serio esa amenaza, hablando con serenidad con esa persona de qué es lo que le lleva a esa posibilidad y buscando para ella ayuda, incluyendo sin duda la profesional, si esta amenaza se habla desde un trastorno emocional.
La mejor prevención es lograr que la persona aplace esa decisión/posibilidad, ganar tiempo, que servirá para que la situación que la provoque sea percibida de forma menos desesperanzadora. Nunca deberíamos minusvalorar ni despreciar la posibilidad de una amenaza de suicidio.