Irigoyen es psiquiatra y coordinadora de la Estrategia contra el Suicidio en Aragón
La doctora Isabel Irigoyen es psiquiatra en el hospital Clínico de Zaragoza desde hace 17 años y ha sido designada por el Gobierno de Aragón para coordinar la primera Estrategia de Prevención del Suicidio en la comunidad. Lo asume como un «reto» y con el optimismo de que «las cosas se están moviendo» en un tema hasta ahora tabú.
– ¿La estrategia contra el suicidio en Aragón llega tarde?
– Creo que llega tarde en relación a que es un problema que existe desde siempre. Las administraciones han intentado ser muy cautas, porque es un tema que preocupa pero en el que hay mucho temor a cómo abordarlo. Ha habido un balance siempre entre riesgo y beneficio y ahí se pensaba siempre que había más riesgo. Ahora, al menos, hay una actitud proactiva para intervenir y en el caso de Aragón es una estrategia muy ambiciosa, con muchos colectivos implicados, y ese es el gran valor de este proyecto.
– Una media de 113 suicidios al año en Aragón son muchas muertes. ¿La sociedad es consciente de esta realidad?
– No. Los números son muy fríos, pero si dices un suicidio cada tres días en Aragón y diez al día en España ya te dice algo más. Si ya lo pones en relación con otras muertes, que implican tragedias familiares como los accidentes de tráfico, se sitúa mucho mejor. La gente ahí sí se sorprende porque no hay conciencia de que es un problema de salud pública tan serio. Ahora estamos inmersos en la pandemia del covid, donde se está haciendo una inversión brutal desde todos los sectores y donde acabará habiendo 50 vacunas, mientras que el suicidio seguirá ahí.
– ¿El efecto llamada existe?
– Existe y los profesionales lo vemos con mucha claridad. La muerte en un entorno cercano, o en personas influyentes e incluso conocidas y famosas, puede facilitar el que haya otro suicido en personas ya con cierto riesgo. Ese efecto es así. Hay que hablar de las cosas, pero la cuestión es cómo y no tanto el qué. Durante años ha habido un veto en este tema, sobre todo en los medios de comunicación, porque no se sabía qué hacer. La veda se empieza a abrir en España, por así decirlo, a raíz de los desahucios. Ese fue el punto de inflexión. El problema es que el suicidio se llegó a instrumentalizar en algunos casos y se utilizaron mal las noticias porque se describía el hecho, con detalles innecesarios, y no se daba información, que es lo que hay que hacer.
«Los psiquiatras también pasamos por una adaptación. Es duro cuando un paciente muere»
– ¿Por qué es importante hablar de ello y verbalizarlo?
– Porque verbalizarlo es una forma de dar información a la población. Esto puede ocurrirnos a cualquiera aunque siempre se piense que no nos puede pasar porque estamos bien. Sin embargo, si nos situamos en un contexto de soledad, sin esperanza o con mucho malestar, en esas circunstancias puede surgir la idea de la muerte como salida del sufrimiento.
– Lo cierto es que ha sido siempre un tema tabú.
– El tema de la muerte nos cuesta mucho hablarlo a la sociedad mediterránea y cristiana. No se nos ha enseñado y también a los médicos nos cuesta. Cuando alguien del entorno dice algo relativo a esto, rápidamente cortamos con frases como «no digas tontadas». No damos opción a hablar, que es justamente lo que en ese momento se necesita.
– ¿La medicación es necesaria o se puede optar por otras vías?
– El suicidio no es una patología, es una situación compleja que puede darse dentro o fuera de una enfermedad. Un 10% de los suicidios se dan en personas que están mentalmente sanas, pero el 90% restante son personas con algún tipo de trastorno mental que hay que abordar. La forma puede ser variada. Algunas situaciones con psicoterapia es suficiente y, en otras, donde hay un cuadro de angustia grave, es necesaria la medicación. Hay que hacer siempre un traje a medida de cada paciente.
– Usted trata con estas personas cara a cara. ¿Qué siente?
– Se siente una gran responsabilidad porque somos los que aplicamos una medida que es la que va a tener más o menos impacto. Ya se nos enseña para eso y antes de obtener la especialidad hay años de formación y pasamos por alguna situación así. También es verdad que en los equipos de trabajo nos apoyamos mucho.
– ¿Desconecta o se lleva, de algún modo, los casos a casa?
– Obviamente no pasa desapercibido cuando hay un paciente de riesgo, porque de alguna forma te lo llevas cuando sales del hospital, y si termina con un suicidio consumado, eso está presente ahí. También tenemos que hacer nuestro proceso de adaptación. A los psiquiatras los pacientes se nos mueren cuando se suicidan; en otras especialistas la sufren de otra manera. En medicina convivimos siempre con la muerte.
– ¿Hay un perfil claro?
– El perfil es muy variado y se dan suicidios a todas las edades. El único grupo con apenas incidencia es el de la primera década de la vida, hasta los 10 años. Prácticamente en todos los países por cada tres varones muere una mujer y son personas de todos los grupos sociales, creencias religiosas o perfiles profesionales exitosos o no. Nadie está exento de este riesgo. Son personas que en un momento dado lo ven todo negro, no sienten alternativa de nada, lo pasan realmente mal. Si empatizamos con ellos, hay una opción de salvarles. Por eso hay que hacer una prevención universal.
– Los hospitales de Aragón atienden cada día entre siete y ocho tentativas. ¿Los pacientes muestran arrepentimiento?
– Por cada suicidio se producen 20 tentativas que algunas son muy leves y otras son de gravedad, lo que conocemos como de alta letalidad. En estas se busca la muerte, pero hay un arrepentimiento que es más frecuente de lo que se cree. Afortunadamente hay personas que normalizan su vida y no lo vuelven a intentar, pero todas ellas deben hacer una crítica del intento, donde se es consciente de que no lo tenía que haber hecho o que debería haber pedido ayuda.
– Los jóvenes son un grupo de riesgo. ¿La prevención debería empezar en los centros educativos?
– Sí, ya hemos empezado a tener contacto con los institutos porque ahí está toda la población adolescente y también con el servicio de menores. Es una de las líneas de actuación de la estrategia.
– ¿Aragón cuenta con suficientes recursos en Psiquiatría?
– Hay escasez de recursos y la consejería lo sabe. Son conscientes de que la red es limitada y se tiene que seguir creciendo, pero hace falta poner en marcha programas específicos dentro de la propia especialidad. Estamos en el camino. La medicina es un reto en general, pero la psiquiatría lo es más y veo que las cosas se están moviendo. Soy optimista y veo buena predisposición.