«No tuve ninguna duda, lo volvería a hacer; es parte de mi trabajo», afirma Enrique, el policía nacional que rescató a la mujer que se arrojó al río Tajo voluntariamente en Toledo el pasado domingo. «Fue providencial la intervención de los dos compañeros bomberos para salir del agua», añade.
Mientras se acercaba en el furgón policial a la orilla del río con sus dos compañeros (Pablo y Alberto), Enrique ya había decidido meterse en el agua del río. Al llegar al paraje, se desprendió de su cinturón y el arma, y se metió en el agua con el uniforme y las botas. «Fue todo muy rápido. No le dio tiempo a pensarlo ni a quitarse las botas», afirma Pablo cuando habla de su compañero Enrique. «Si la mujer llega a pasarnos, la hubiésemos perdido para siempre», asegura tajante Pablo, que era el jefe de la patrulla.
Ya con Enrique en el agua con el kit acuático, Pablo y Alberto estaban en la orilla sujetando la cuerda, porque la corriente era muy fuerte. «Los bomberos nos dijeron luego que el problema del Tajo a su paso por Toledo es la velocidad del agua, que es más fuerte a medida que la profundidad es mayor», explica Enrique, que lleva once años en el cuerpo.
El momento más complicado fue cuando el policía tuvo que agarrar a la mujer. «Se sobresaltó cuando la cogí de un brazo y yo me vi sorprendido; no me lo esperaba», reconoce el agente, en la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de la comisaría de Toledo desde hace un mes y medio. «La fuerza del agua nos llevaba», recuerda, mientras que sus compañeros Pablo y Alberto sujetaban fuertemente la cuerda.
«Cuando intentábamos remolcarlos, la corriente del río los mandaba hacía la zona de los rápidos. Llegué a temer por la vida de Enrique», afirma Pablo, quien decidió entrar en el agua sin chaleco salvavidas ni otra protección para ayudar a su compañero y a la víctima. «No era consciente del peligro que eso suponía; solo quería ayudarles. Pero tuve que darme la vuelta porque la corriente era muy fuerte», relata Pablo, policía nacional desde hace 15 años y en la UPR de Toledo el último año y medio.
«Temía que cayeran a la cascada, que estaba a unos 15-20 metros, porque allí los podríamos haber perdido», admite Alberto, el policía que sujetaba la cuerda para que la corriente no se llevara a Enrique ni a la mujer, mientras Pablo intentaba acercarse a ellos.
La intervención de los dos bomberos del parque del Ayuntamiento fue «providencial», según Enrique, ya que la fuerza del agua no le permitía acercarse con la víctima a la orilla. Los bomberos Daniel Cazorla y Roberto Navalón, un experto en salvamento y socorrismo, llegaron a la carrera con los trajes de neopreno y el material de salvamento. Lograron sacar del río a la víctima con mucho esfuerzo debido a la corriente, según reconoce a ABC Roberto Navalón. Finalmente, pusieron a salvo a la única persona que ha salido del Tajo con vida en Toledo en los últimos veinte años.