El catedrático de Filosofía y presidente del Teléfono de la Esperanza de Madrid reclama un plan nacional
«El suicidio es un acontecimiento absolutamente dramático. Y como las bombas de racimo no solo se llevan por delante al que ejecuta el suicidio, sino que tiene unos efectos devastadores para el entorno, los supervivientes». Lo dijo ayer en Zamora José María Jiménez Ruiz, que es catedrático de Filosofía, presidente del Teléfono de la Esperanza de Madrid, vicepresidente nacional de la entidad y además del experto en la materia la conoce de primera mano, ya que un sobrino suyo se suicidó con 29 años.
En su conferencia de las Jornadas de Otoño de la Fundación Científica Caja Rural de Zamora Jiménez explicó que el hecho más traumático que experimenta cualquier familia es la muerte y «las más devastadoras son las muertes violentas. Y el suicidio lo es en grado sumo».
A partir de ahí en la familia «se produce un torbellino de sentimientos, que se suceden unos tras otros. «La tristeza es una tristeza especial, que se enrosca en el alma y pesa como una losa. Y tiene manifestaciones físicas, dolores del pecho, alteraciones del apetito o del sueño». Además llega el miedo a que alguien pueda repetir el acto suicida, la culpabilidad «por lo que se dijo y dejó de decir o por lo que se hizo o dejó de hacer. Si lo hubiera llevado a otro sitio….». Pero hay también estigma. «Han cambiado mucho las cosas pero la familia lo sigue viviendo como un estigma. A todos los que hemos pasado por eso nos es difícil decir se ha muerto por un suicidio. Decimos, se murió». Otro sentimiento es la rabia «contra el que se suicidó con ese aspecto de ambivalencia, de amor-odio, contra uno mismo por no haber sido capaz, contra los médicos, o contra Dios. Como me dijo una amiga mía experta en suicidio, esto de la rebelión contra Dios la hacen hasta los ateos».
Jiménez recomienda que se hable sobre el suicidio. «Desde el año 2002 la Organización Mundial de la Salud dice que se debe hablar sobre el suicidio. Los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad. Hay que hablar de ello, sin entrar en datos escabrosos, o narrar la manera en que lo hizo en finado porque eso puede dar pistas, imitación, pero hay que hablar. Porque las cosas a las que no se les pone nombre no existen. Mire qué diferencia hay entre los accidentes de tráfico, con planes sistemáticos en los que se invierte mucho dinero y el suicidio, donde no se dice nada. Pero muere más gente por suicidios que por accidentes de tráfico».