Este psicólogo asesora en los planes de prevención del suicidio, como el que está elaborando Euskadi. «Las muertes por esta causa se pueden reducir un 30%», afirma rotundo
El suicidio está pasando de ser un tabú a un problema de salud pública que las autoridades sanitarias por fin empiezan a abordar. Euskadi ha anunciado que implantará un plan de prevención, un proyecto para el que está siendo asesorada por la Fundación Salud Mental de España presidida por Andoni Anseán, que ayer participó en los Cursos de Verano de la UPV/EHU.
– ¿Hablar del suicidio previene el suicidio o produce un efecto contagio?
– Hay que hablar. Lo primero es ser conscientes de que tenemos un problema, con los suicidios, con los intentos de suicidio y con la ideación del suicidio, cosa que a día de hoy no poseemos, ni a nivel poblacional, ni político, ni en los medios.
«Otra medida eficaz es el seguimiento de pacientes en riesgo, reducir los tiempos de espera entre consultas»
– Curiosamente cuando casi todos conocemos directa o indirectamente a gente afectada.
– Hay que pensar que cada dos horas y media alguien en el Estado español comete un suicidio, o que cada siete minutos y medio se está atendiendo un intento de suicidio. Todavía estamos lejos de una sensibilización hacia este problema, como tampoco lo teníamos en su día con respecto a la seguridad vial o a la violencia de género. A nivel institucional y social, se están empezando a romper tabúes y está habiendo una gran preocupación por formar a los profesionales, por saber qué hacer y enfrentar el problema.
– No son muertes inevitables.
– Da la sensación de que tenemos que estar explicando cosas bastante evidentes, cuando no nos las planteamos en otras situaciones. ¿Alguien se plantea que se puedan prevenir los accidentes de tráfico o la violencia de género? ¿Por qué entones alguien se plantea si se pueden prevenir los suicidios? ¿Qué es lo que está detrás de esta duda? Es un problema de salud pública más, un problema personal y un problema colectivo. Y así lo tenemos que afrontar. La Organización Mundial de la Salud se desgañita repitiendo que el suicidio se puede prevenir con medidas y se puede reducir un 30% la mortalidad.
– ¿Qué medidas debería incluir el plan de prevención vasco?
– La evidencia muestra que es fundamental la formación de profesionales, no solo sanitarios, pero dentro de ellos, es fundamental la Atención Primaria. Hay que tener en cuenta que entre un 25% y un 35% de los problemas que atienden los médicos de los centros de salud tiene que ver con la salud mental. Y una parte de ellos tiene que ver con la depresión, y entre la depresión, una parte tiene que ver con la intención suicida. Otra medida altamente eficaz es el seguimiento coordinado de pacientes en riesgo. Se puede implantar un código de actuación y así reducir los tiempos de espera entre consultas. En la Comunidad Valenciana, por ejemplo, no pueden pasar más de tres días desde que un paciente recibe el alta en urgencias por un intento de suicidio hasta que le citan para el médico.
– Ha resaltado la importancia de acabar con los puntos negros urbanísticos, los lugares donde más suicidios se producen. ¿Hay que poner barreras arquitectónicas?
– Es fundamental la limitación de acceso a los medios letales, como los pesticidas, ciertos fármacos -también algunos sin receta- y los llamados ‘hospots’, puntos calientes, los lugares donde se producen más suicidios. Es delicado de explicar, pero encontrar una forma de quitarse la vida no es nada fácil. Cuando una persona la encuentra, pero tú evitas que acceda a esa forma, lo más seguro es que no encuentre una manera alternativa y por lo tanto estés evitando una muerte. Probablemente solo estás evitando eso, no el problema, pero evitas una muerte.
– ¿Cómo se puede convencer luego a esa persona de que merece la pena vivir?
– Hay un trabajo para mostrarle que hay alternativas, y habrá que abordar el problema que pueda tener. No hay que olvidar que en uno de cada diez casos hay un trastorno mental detrás, muchos sin diagnosticar o que no están en tratamiento. Un control de los llamados ‘hotspots’, con una detección precoz, un abordaje coordinado, un seguimiento estrecho en los servicios sanitarios y una coordinación con los servicios educativos para las edades jóvenes y los servicios sociales para las edades avanzadas serían las claves.
– Frente al peligro entre adolescentes, el suicidio de personas mayores escapa del foco.
– La población joven registra mucho intento de suicidio, y mucha conducta autolítica -autolesiones- que no sabemos si tiene realmente un fin suicida. Pero la tasa de suicidios es baja. Aún así, sigue siendo la segunda causa de muerte entre los 15 y 34 años. En la población mayor es justo al contrario, pocos intentos de suicidios, pero muy letales. En relación al volumen de población, la tasa de suicidio entre los mayores es hasta siete veces mayor. En el resto de la población, en general los varones tienen una tasa de mortalidad por suicidio más elevada, y las mujeres registran más intentos.
– Las familias sufren un sentimiento de culpa porque no han podido evitar la muerte de su ser querido.
– La culpa es un sentimiento inevitable, en la gran mayoría de los casos es irracional, muy refractaria al abordaje psicoterapéutico y casi patognómico, muy propio del duelo por suicidio. El primer objetivo para una persona que ha perdido a un ser querido es trabajar la culpa, pero sabemos que es un sentimiento que tiende a arraigarse. Pero existen muchas estrategias en las que se les puede ayudar. Hablamos de la autopsia psicológica
– ¿Autopsia psicológica?
– Se trata de reconstruir a través del relato de familiares y personas cercanas las características y conductas de esa persona. Se utiliza para determinar cuál ha sido la causa de la muerte en casos dudosos. Y eso luego tiene un gran beneficio en las familias, que pueden conocer más detalles y comprender mejor por qué su familiar se ha quitado la vida. Lo cual es una forma muy adecuada para disminuir la culpa que puedan tener y para evitar posibles ideaciones e intentos entre los propios supervivientes. Porque en el entorno de los supervivientes siempre hay personas más vulnerables que otras y puede haber un riesgo de imitación que estamos obligados a prevenir, porque son también un colectivo de riesgo.