Condenado por el Corán e ignorado por el Gobierno, esta práctica avanza entre los jóvenes sin que medio razón aparente
Al sur de Tánger, en el cementerio del distrito de Hassani-Mers Al Khairal, Fatma y Hassan enterraron hace unos días a su hijo Youssef. Lo hicieron por la noche, sin llamar la atención, ante la presencia únicamente de un imam amigo de la familia y de un par de primos que ayudaron a envolver el cadáver en una mortaja blanca. Youssef tenía 21 años y se había ahorcado con una cuerda en su habitación. El Corán prohíbe estrictamente el suicidio porque «la vida humana es sagrada», y la persona que se quite la vida por voluntad propia comete «un grave pecado». Por ello este tipo de entierros se suelen hacer de noche y con discreción.
Un día después del funeral del joven Youssef, en una cafetería en el bulevar de Tánger, Abderrahim, un veterano periodista que cubre el norte de Marruecos, cuenta que en los últimos meses se están disparando los suicidios en esta región del país, sobre todo en la ciudad de Chauen. «Nadie encuentra ningún tipo de explicación y no paran de salir nuevos casos en los medios. Nunca había pasado algo así», asegura Abderrahim.
La prensa local ya lo ha titulado de «misterioso fenómeno». Y la asociación Sourire de Réda, que realiza desde 2009 campañas de prevención del suicidio juvenil, alerta de que cada vez están detectando más casos de suicidios entre los jóvenes. «El problema es que no existe un registro nacional de muertes por suicidio. Aunque lo que está pasando es que en los últimos años el tabú sobre el suicidio es menos opaco», explica Meryeme Bouzidi, presidenta de la asociación. «Los jóvenes no se suicidan para morir sino para dejar de sufrir. Lo hacen cuando ven que llega el final y que todas las alternativas que han buscado para mejorar su situación no han funcionado», concluye Meryeme.
Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Marruecos la tasa de suicidios se ha duplicado en la última década (de los más de 800 casos documentados al año, un 80% son hombres, aunque esa cifra se multiplicaría si hubiera un registro real), ocupando la segunda posición en el mundo árabe sólo por detrás de Sudán. Los países vecinos, Argelia y Túnez, cuentan con 677 y 262 casos registrados el último año.
Dentro del reino no encontramos un estudio sobre este asunto desde hace cuatro años, cuando el Ministerio de Salud publicó un informe, basado en varias encuestas, en el que explicaba que el 16% de la población marroquí afirmaba tener tendencias suicidas y que el 14% de los jóvenes entre 13 y 15 años habían intentado suicidarse alguna vez.
Los casos más significativos están en Chauen. Aunque las cifras varían según la fuente que se consulte. El periódico ‘Al Ahdath Al Maghribia’ publicaba que el año pasado 45 personas se habían quitado la vida en la ciudad rifeña, el doble que en 2016. Llama la atención que todos los casos documentados hayan sido por ahorcamientos. También se abortaron (por la familia y la policía) 130 intentos de suicidios.
Hace unos días, en una aldea cerca de Chauen, la policía encontró a un anciano ahorcado a un árbol. Sus familiares dijeron que estaba recibiendo tratamiento psiquiátrico en España. La semana pasada, otras dos personas se suicidaron. Y en mayo, en Tánger, cuatro personas se han quitado también la vida. La mayoría no llegaban a cumplir los 30. Todos recurrieron a la horca.
Entre enero y abril de este año, en la ciudad azul, seis personas se ahorcaron, entre ellos tres mujeres. La mayor tenía 32 años. La menor, 20. En ese periodo de tiempo, en Tánger, se han contado diez casos de suicidios documentados, entre ellos un niño de ocho años. Al principio los medios de comunicación hablaron de que había sido a causa del famoso juego de la Ballena Azul. Un peligroso rumor que se extendió por el país, causando una falsa alarma, porque la Dirección General de Seguridad Nacional (DGSN) lo desmintió poco después ante el revuelo formado.
En diciembre de 2017, en tan sólo diez días se contaron cinco suicidios en la región. Entre ellos, el de una chica de 17 años en la comuna de Iounane y el de una mujer casada de 25 años. En esos días, a 110 kilómetros de Chauen, en la ciudad de Tánger, también se suicidaron dos hombres, uno de 77 y otro de 27. Y el la última semana del año, de nuevo en Chauen, se contaron tres nuevos casos, como el de un niño de 14 años que se había ahorcado en su casa.
Hoy sigue sin haber ninguna explicación del motivo por el que se están disparando los casos de suicidios en el norte de Marruecos. Un extraño acontecimiento que el Partido Istiqlal ya ha llevado a debate en el Parlamento en Rabat, solicitando al Ministerio de Salud y al de Interior que se pongan a trabajar para buscar una razón y encontrar alguna solución a lo que muchos ya consideran un nuevo «fenómeno».