Fue el 10 de enero de 2017, hace ahora un año. Aquel día, Lucía decidió acabar con el sufrimiento que llevaba dentro por culpa de dos compañeros de instituto que durante meses se rieron de ella, le pegaron y le insultaron. Le decían gorda, lechosa, fea. Otras veces le clavaban lápices en la espalda o le daban codazos en el estómago. Aquella tarde de martes se quitó la vida en la habitación de su casa.
Por la mañana, Lucía había participado en una terapia de grupo con otros niños que habían vivido intentos de suicidio. Sólo unas horas después, la niña, de 13 años, aprovechó el rato en el que su madre echaba la siesta en el sofá del comedor: cogió una correa y se ahorcó en su cuarto. (…)