“Mi cuerpo y mi mente no pueden más. Necesito tomar distancia. Me consumió una enfermedad que quizás algunos de ustedes han sufrido, pero que muchas veces nos cuesta ver”.
Así comenzó el comunicado con que la Presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), Josefina Canales, renunció el 27 de marzo a su cargo por problemas de salud.
La dimisión de Josefina reflejó una realidad que afecta a muchos alumnos que estudian en la UC.
Ya en septiembre de 2017, la comunidad estudiantil se estremeció con el caso de Joselyn Lavados, alumna de ingeniería Comercial que decidió terminar con su vida en la misma universidad. La joven ingirió cianuro cuando estaba en clases, siendo trasladada desde el campus San Joaquín al Hospital de La Florida, donde falleció.
Estos casos no son aislados y no sólo afectan a la UC. El pasado mayo, el estudiante del Plan Común de Ingeniería de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Adrián Barraza, se lanzó del séptimo piso de un edificio en Santiago.
Son casos conocidos porque ocurren en dos de las más importantes universidades del país, pero también hay cientos de otros que quedan sólo en conocimientos de familiares y amigos.
Chile el segundo país de la OCDE, sólo después de Corea del Sur, donde más han aumentado los suicidios según un estudio de 2016. A nivel mundial, en la población joven, es la segunda causa de muerte entre las personas entre 10 y 24 años.
Para Chile, la tendencia de los últimos años es al alza. Según datos del Ministerio de Salud, las muertes alcanzarán los 12 casos por cada 100 mil habitantes en 2020 en la población de 10 a 19 años.
La UC cuenta con una Unidad de Apoyo Psicológico (UAP), centro de atención clínica, de promoción y de prevención en salud mental con psicólogos y psiquiatras en atenciones gratuitas y confidenciales. La Universidad de Chile también cuenta su propia Unidad de Psicología (DAE), la que provee atención psicológica gratuita para responder las demandas de tratamiento, prevención y promoción en salud de los estudiantes. La Unidad cuenta con un equipo profesional de trabajo, formado por un equipo de psicólogos de la Universidad de Chile. Otras universidades también tienen este tipo de unidades que ayudan a los estudiantes a lidiar con problemas como depresión, ansiedad y problemas del sueño.
¿Son estos suficientes?
La Federación de estudiantes de la Universidad de Chile estima que, según datos no oficiales, las tasas de suicidio en su comunidad universitaria son 10 veces la realidad nacional. “Dentro de las casas de estudio sucede mucho que no se entiende o cuál es la causa de esa situación, pero hay suficientes antecedentes para que sea un tema que deba ser investigado”, expresó Alfonso Mohor, presidente de la Fech a El Dínamo.
Según el dirigente estudiantil, “pareciera que muchas veces para las instituciones es más fácil tratar esto como un tema externo”. Por eso, según contó, este año la federación espera llevar a cabo un estudio para entender “las causas que nos permitan llegar a conclusiones sustanciales, porque tampoco le podemos atribuir sin conocimiento de causa esto a la carga académica o a algo particular”.
Pero también hay un componente social que Mohor ve en esta problemática: “En un sistema profundamente competitivo, donde hay que pelear con el resto, las condiciones son extremadamente exigidas. Más aún hay un estigma muy grande a los problemas de salud mental. Términos coloquiales como ‘locura’ son muy fáciles de estigmatizar, entonces no hay incentivos para tratar las condiciones como corresponde. En el caso de la comunidad estudiantil, si bien hay iniciativas, no son prioridad y eso también es problemático”.
Esta visión es compartida por Josefina Canales, quien afirma que “a nivel nacional, la salud mental en general es bastante tabú. Lamentablemente creo que como sociedad estamos acostumbrados de no hablar de ciertas cosas, pero hay que entender que la salud está primero”.
“Los jóvenes que estamos en un cambio, una transición a lo que probablemente vayamos a hacer en el resto de nuestras vidas, hay muchas presiones que tal vez no nos damos cuenta: rendir académicamente, en algunos casos sustentar sus carreras… estudiar, trabajar y pagar cuentas”. Esto, para la ex dirigenta estudiantil, puede tener un directo efecto en la deserción estudiantil.
Según datos del Ministerio de Educación, se estima que un 28,7% de los estudiantes de educación superior deserta al primer año. A ello, se suma una investigación conducida por el Centro de Microdatos del Departamento de Economía de la Universidad de Chile estableció que la principal causa detrás del abandono de los estudios es el bajo rendimiento académico, pero también estudiar y trabajar al mismo tiempo.
“Estamos acostumbrados a un modelo de vida que nos exige dar más de lo que podemos. No hay momentos de descanso y, por ejemplo, siempre hay que estudiar para una prueba estandarizada, llámese SIMCE, PSU o las notas de la universidad, no por un fin de aprender”, agregó la ex presidenta de la Feuc.
El que Josefina Canales haya hecha pública su condición es valorado por la Fundación José Ignacio, ONG sin fines de lucro que se dedica a la prevención del suicidio a través de la visibilización del tema, realizando capacitaciones y entregando ayuda a quienes lo necesiten.
“Ella hizo algo que es destacable, que es haber renunciado a un cargo que -le debe haber costado mucho- para proteger su salud mental”, expresó a El Dínamo Paulina del Río, fundadora de la organización en memoria de su hijo, quien se suicidó a los 22 años.
“Hay que felicitarla. Cuando personas que ocupan ciertos cargos destacados hacen públicos que sufren un trastorno mental, le quitamos el estigma y que la gente se atreva a hablar. Con su ejemplo, muchos jóvenes se pueden atrever a pedir ayuda”, agregó.
La fundación está comenzando a realizar su propio trabajo estadístico, pero Del Río adelanta que, efectivamente, mucho de los casos que llegan son de universitarios. “Me da la sensación de que tienen poco apoyo, por lo que buscan ayuda en otras parte. Por eso hacemos capacitaciones, muchas veces por petición de los alumnos, porque ellos mismos están preocupados, ven que sus compañeros están pasándolo mal y no están encontrando la ayuda”.
“No tenemos conciencia cómo la salud mental en un alumno y un suicidio también afecta a todos los que los rodean. Esto deja mal a los compañeros, a los administrativos, a profesores… es algo que nos afecta a todos”, agrega. Por eso, Del Río pone énfasis en el autocuidado y la capacitación para tratar casos de riesgo a través de tres simples acciones: preguntar, convencer, derivar.
Esta técnica impulsada por el QPR Institute es complementada por la fundación con trabajo certificado de Estados Unidos, teórico y práctico, para ayudar a prevenir el suicidio, formando a gatekeepers, personas especializadas para acompañar a personas que estén pasando con depresión o estén pensando en el suicidio dentro del Plan Nacional de Salud del Minsal y que se puede hacer a través del Sence.
En ese sentido, la fundadora de la organización es enfática en recordar que “el suicidio es prevenible y evitable”.