El ‘burnout’, la violencia y la precariedad son factores que pueden aumentar el riesgo de que una persona se quite la vida. Expertos llaman a derribar el tabú y evaluar el malestar psicológico para detectarlo de forma temprana y actuar.
«Próxima estación, Esperanza». Es hora punta y el trabajo, o la búsqueda de él, aguarda a numerosas personas que miran sin detenerse demasiado ese letrero de la línea 4 del Metro de Madrid. Es mediados de octubre y la reina Letizia lanzaba al aire una pregunta por el Día de la Salud Mental, que incidía este año en la importancia de cuidar el estado emocional en el ámbito laboral: «¿Vamos a sobrevivir o a formar parte de un proyecto?»
Una tercera parte de nuestra vida la pasamos trabajando. En España, hay más de 21 millones de ocupados/as. En condiciones saludables, este tiempo puede ser una oportunidad para el desarrollo de competencias y habilidades personales, de integración social y de crear ese «proyecto» común. Pero cuando las cargas de trabajo son excesivas, los horarios muy prolongados, existe inseguridad laboral o una remuneración inadecuada se acerca más a una cuestión de supervivencia. Si a ello se añade un estrés y presión constantes o conflictos la jornada laboral puede sumar a las dificultades personales una carga que parezca insoportable y que lleve a poner incluso en riesgo la vida. Entonces el destino, esa próxima estación que se asoma, puede ser un profundo sufrimiento y desesperanza.
Los riesgos vitales de la precariedad
El Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo dio el año pasado en un informe algunos datos que ayudan a conocer el estado de salud mental general de los empleados. Lo que más les afecta es la presión de tiempo y la sobrecarga de trabajo (32%) y el trato difícil con clientes, pacientes, alumnos…(16%). Las actividades más expuestas a esos factores adversos son las de ámbito sanitario, servicios sociales, administración pública, transporte y almacenamiento y sector financiero y de seguros.
El objetivo es cuidar el ambiente laboral y trabajar desde la raíz del problema para evitar una escalada del malestar. «Nos falta creernos que prevenir es anticiparse, también en lo psicosocial, y solo reaccionamos cuando hay una situación límite», lamenta Noelia García Guirao, perito judicial en Prevención de Riesgos Laborales. «SI no hay estrés jamás vamos a tener burnout, porque el burnout es el estrés laboral que no ha sido gestionado con éxito; si cuidamos un entorno libre de violencia, jamás vamos a tener acoso, porque el acoso en el trabajo es la manifestación de la violencia; y si cuidamos la ordenación del tiempo de trabajo jamás vamos a tener fatiga» subraya.
De una muestra de 9.799 personas de la Encuesta Europea de Salud – España en 2020 el 3% asegura haber presentado en los últimos doce meses depresión, el motivo más frecuente de incapacidad laboral temporal, el 4,6% ansiedad y el 6,8% haber consumido «tranquilizantes, relajantes, pastillas para dormir» y/o «antidepresivos, estimulantes». La tasa es mayor en mujeres, superados los 50 años, en trabajos a tiempo parcial y sin contrato formalizado.
«Ante un conflicto hay que actuar»
El principal riesgo psicosocial con «absoluta diferencia» es el estrés laboral pero en principio no tiene porque haber siempre «una responsabilidad empresarial si no hay un ambiente tóxico» porque puede derivar de que el empleado no tenga una «suficiente cualificación», pero sí existe cuando «se sobrepasa la capacidad normal de trabajo», lo que «ocurre en multitud de ocasiones con el abuso de horas extra, el exceso de presión o el ejercicio abusivo del poder organizativo» y pueden surgir entonces esos problemas de ansiedad y depresión, subraya el abogado laboralista José Sánchez Pérez, que estudia desde hace años la vinculación del suicidio con los conflictos laborales.
En segundo lugar aparecen las situaciones de acoso laboral o sexual, que en ocasiones colocan al trabajador en una complicada tesitura porque «a pesar de que es víctima no encuentra la alternativa de desembarazarse de ese trabajo por sus condicionantes personales: tiene hipoteca, tiene familia, tiene hijos…». «Ante un conflicto hay que actuar. No esperemos a que escale y vaya a más y tenga consecuencias. Hay cosas que jamás vuelven atrás», advierte este letrado, profesor titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.
El objetivo es cuidar el ambiente laboral y trabajar desde la raíz del problema para evitar una escalada del malestar. «Nos falta creernos que prevenir es anticiparse, también en lo psicosocial, y solo reaccionamos cuando hay una situación límite», lamenta Noelia García Guirao, perito judicial en Prevención de Riesgos Laborales. «SI no hay estrés jamás vamos a tener burnout, porque el burnout es el estrés laboral que no ha sido gestionado con éxito; si cuidamos un entorno libre de violencia, jamás vamos a tener acoso, porque el acoso en el trabajo es la manifestación de la violencia; y si cuidamos la ordenación del tiempo de trabajo jamás vamos a tener fatiga» subraya.
«La normativa no considera aún que los problemas de salud mental puedan ser considerados accidentes de trabajo»
«El suicidio puede ser la consecuencia más dura de la exposición sistemática a factores psicosociales de riesgo y si existe la posibilidad de que lo sea, ya merece la atención de todos», insiste García Guirao, doctora en Psicología del Trabajo y Prevención de Riesgos Laborales, haciendo hincapié en que el hecho de que un/a trabajador/a se quite la vida «no es ni tan lejano, ni tan complicado, ni tan impensable».
«Todo el mundo tiene problemas, pero si te están acosando en el trabajo y eso genera una situación de ansiedad, depresión o de estrés, no porque el médico de atención primaria expida un parte de baja laboral por enfermedad común, se debe descartar el origen profesional del conflicto. Este criterio de «ocasionalidad» es lo que llevaría a la consideración del suicidio como accidente de trabajo», explica José Sánchez.