«Esconder el suicidio como algo tabú hace que la gente que con ideas suicidas tenga pudor para hablar del tema. Limitamos las posibilidades de que pida ayuda», afirma Aina Fernández Vidal, psiquiatra del Hospital de Sant Pau y responsable del programa de prevención del suicidio y del programa de atención al superviviente.
Hace tiempo que especialistas como Fernández advierten de que el silencio no sirve para ayudar a los afectados. Incluso entre familiares de personas que se han suicidado se ha impuesto esa sensación. «Recomendamos hablar del suicidio, no de detalles que puedan provocar actitudes imitativas», afirma la psiquiatra, que pone un ejemplo: «Si un famoso se suicida, no hace falta explicar cómo lo ha hecho».
Fernández Vidal pone en duda el efecto llamada: «Históricamente, se ha revisado y ha quedado en entredicho». Cuenta que a mediados del siglo XX en Inglaterra hubo un aumento de los suicidios y la prensa siguió abordando la cuestión. Los casos se acabaron reduciendo. En el mismo periodo, en Francia, se restringió hablar de los suicidios y, dice, aumentaron.
Trastornos mentales
La psiquiatra alude a otro elemento en favor de que no se oculten los casos: «Nos da vergüenza, la gente se culpa y se responsabiliza. Y no debería. El 90% de los suicidios tienen detrás un trastorno mental de base. Tenemos maneras de mejorar la atención. Pero para eliminar el tabú del suicidio tenemos que eliminar el tabú de la salud mental».
No es fácil hablar de estadísticas: «Muchos suicidios quedan escondidos entre accidentes de tráfico, ahogamientos, intoxicaciones no especificadas». La tendencia suele ser estable. «Los últimos datos son del 2014, salió hace dos meses. Ese año 531 personas se suicidaron en Catalunya. El 74% eran hombres. La causa más frecuente fue el ahorcamiento».
Según la especialista, los casos de personas que optan por el metro son bastante frecuentes últimamente. «A veces sobreviven con lesiones importantes. Otros sufren lesiones leves. Después se recuperan y acaban pensando: ‘Qué bien que salí vivo'».
Para Fernández Vidal, conductores de metro como Javier García son «supervivientes». «En diferente grado de los familiares directos, pero también lo son». Ella, como responsable de un programa de prevención del suicidio y del de atención al superviviente, sabe que son colectivos conectados: «Una cuarta parte de los que vienen como supervivientes pasan al programa de prevención de suicidio».
Aquellos periódicos
No siempre los periódicos han silenciado los suicidios y, sobre todo, no siempre se han ahorrado los detalles sobre accidentes ferroviarios y de metro. Pero ya casi nadie recuerda el tono de aquellas crónicas, con la excepción de gente como el guía Manuel Marina, que se conoce al dedillo la historia del metro y de las líneas de Ferrocarrils. En sus visitas suelta algunos ejemplos, como el que sigue.
En noviembre de 1886, el diario barcelonés ‘El Diluvio’ publicaba: «Esta mañana, a las ocho y cuarto, ha sucedido una horrible desgracia en el tren de Sarrià, en el apeadero de la calle de Provenza (…). La desventurada anciana no acertó a separarse lo bastante de la vía férrea. En vano el marido de ésta trató de salvarla de una muerte segura (…). La mujer estaba literalmente partida y su aspecto inspiraba terror».