Málaga, 3 sep (EFE).- El psicólogo clínico Miguel Guerrero, coordinador de la Unidad de Prevención e Intervención Intensiva en Conducta Suicida (UPII Cicerón) de Andalucía, afirma que la construcción de «una sociedad más igualitaria y cohesiva, menos competitiva y que prestase especial atención a las relaciones sociales ayudaría realmente a prevenir el suicidio».
Guerrero, especialista en conducta suicida y responsable de este proyecto de colaboración entre la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria y el Hospital Costa del Sol, sostiene que se tiende a pensar que la prevención del suicidio es un problema exclusivo de la salud mental o, incluso, de los sanitarios.
Sin embargo, insiste en que «no es así» y que se debe avanzar en estrategias sociales relacionadas con lo comunitario.
Asegura, en este sentido, que las acciones que facilitan espacios públicos donde la gente puede compartir actividades de ocio y de tiempo libre ayudan a prevenir el suicidio ya que contribuyen a que muchas personas «dejen de sentirse solas».
«Se están perdiendo los barrios, las reuniones de vecinos, los chicos cada vez hacen menos deporte juntos, las personas se aíslan más», lamenta Guerrero en una entrevista con EFE.
LA SOLEDAD Y LOS JÓVENES
Aunque pueda parecer así, el grupo que percibe más la soledad no es el de las personas mayores, según Guerrero, «sino los jóvenes».
Para el psicólogo, que la población juvenil se sienta «más sola que nunca en la sociedad multiconectada actual es algo que merece la pena reflexionar y profundizar».
A una edad temprana, aquellos que adoptan una conducta suicida lo hacen para «intentar escapar del sufrimiento, como una forma de resolver conflictos o, incluso, porque se sienten una carga o un fracaso».
Guerrero destaca dos principales situaciones de riesgo que incrementan la probabilidad de que un adolescente pretenda acabar con su vida: experimentar cualquier tipo de trauma, violencia o abuso a una edad temprana, y autolesionarse de manera frecuente.
LA MASCULINIDAD, FACTOR DE RIESGO
En la edad adulta casi el 80 % de las personas que fallecen por suicidio son hombres. A partir de los 15 años, estos triplican las tasas de suicidio con respecto a la mujer, sostiene el experto.
Una realidad para la que «aún no existe un plan específico que se dirija únicamente a los varones o a la masculinidad», ya que, pese a que las mujeres cometen «más intentos autolíticos, son los hombres los que en su mayoría terminan suicidándose».
Este fenómeno se conoce como la «paradoja de género» y para Miguel Guerrero se da a causa de «valores asociados a la masculinidad», responsables de limitar a los varones en la búsqueda de ayuda.
«Las mujeres tienen otra forma de afrontar las situaciones de sufrimiento, mientras que los hombres sienten que no pueden mostrarse vulnerables y que tienen que resolverlo por ellos mismos, sin mostrar fragilidad», añade.
LA TERCERA EDAD, INVISIBILIZADA
Uno de los grupos poblacionales que más preocupa a Miguel Guerrero como psicólogo clínico es el de las personas mayores, ya que con la vejez «pierden parte de su ámbito productivo y sienten que no son de utilidad».
«Se normalizan los trastornos mentales, como la depresión, se menosprecian otros problemas de salud crónicos y se encuentran frecuentemente aislados», apunta como causas de que los mayores se sitúen como colectivo de riesgo a quitarse la vida.
Este psicólogo cree que la vejez está invisibilizada a nivel mediático, político y social, y lo asocia con el desconocimiento que existe sobre las altas tasas de suicidio que sufren los mayores.
«Estamos hablando de que una de cada cuatro personas que se suicida es mayor de 70 años, y esto no suele aparecer en los medios ni en las agendas públicas», remarca.
CÓMO MEJORAR EN PREVENCIÓN
«Atendemos a una población muy concreta, que son las personas que ya se han puesto en peligro, pero esa es solo una parte de la prevención, no es el todo», expone el psicólogo.
A Guerrero le resulta «curioso y llamativo» que cuando un chico lleva a cabo un intento de suicidio, no cuando fallece, la primera respuesta del entorno «es que nadie se lo esperaba».
«Tenemos que educarnos en conocer cuáles son las señales de alerta de un suicidio para intentar prevenirlo, aún sabiendo que no en todos los casos se dan señales de alarma, sí en un porcentaje elevado», sostiene.
En varias ocasiones, por «falta de educación o de conocimiento», el entorno no está «preparado para soportar o para escuchar» a una persona que les exponga por lo que está pasando.
Según Guerrero, es «raro» que las personas en riesgo digan explícitamente que están atravesando esta fase, pero lo comparten de manera indirecta con frases que manifiestan, en ocasiones, su «falta de motivación por vivir».
Miguel Guerrero también considera fundamental mejorar los recursos sanitarios, aumentar el número de psiquiatras, crear más unidades de prevención y más programas específicos que den una mejor atención a las personas con problemas mentales.
EL PAPEL DE LA UNIDAD DE PREVENCIÓN
La UPII Cicerón pertenece a una de las cinco «líneas estratégicas» que se pusieron en marcha desde el proyecto de colaboración entre la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Hospital Universitario Virgen de la Victoria (Málaga) y del Hospital Costa del Sol (Marbella) para «ofrecer una atención diferente al suicidio».
«El objetivo era crear una unidad específica para atender a personas que están en riesgo de suicidio», explica Guerrero de esta única y pionera iniciativa en los hospitales públicos andaluces.
La unidad de prevención atiende en el plano asistencial con tres objetivos: ayudar a la persona a aliviar o amortiguar el sufrimiento, infundir esperanza y conectar a la persona con la vida.
La UPII Cicerón organiza jornadas de concienciación, como la que se celebrará el próximo día 10, Día Internacional de Prevención del Suicidio, para sensibilizar sobre la importancia de este problema.
«Se puede salir de esa situación y el sufrimiento se puede afrontar desde alternativas que no sean la muerte. Lo más importante en la labor del terapeuta es reconectar a la persona con su entorno para que no se sienta aislada», concluye Guerrero. EFE