«Ya no pienso en suicidarme. Por mucho tiempo que cueste, se encuentra una salida»

Los casos de conductas suicidas en niños y jóvenes tras la pandemia han aumentado un 128%, según un informe de la Fundación ANAR

Irene es una aragonesa de 19 años sensible, inteligente, deportista y valiente. Lleva más de un año en Aspade, un centro para jóvenes con problemas de salud mental en Zaragoza, donde por fin siente que está superando la situación que padece desde hace varios años, con intentos de suicidio y autolesiones. En 2021, la Fundación ANAR trató a 4.542 menores que, como ella, tenían ideación de quitarse la vida o se autolesionaban. Según esta ONG, los casos de conducta suicida en niños y jóvenes en España se han incrementado en un 128% entre 2020 y 2022.

«Por mucho tiempo que cueste, al final siempre se encuentra una salida». Es el mensaje que Irene quiere transmitir a quien esté pasando por una situación similar a la suya, pero hacer esta afirmación no ha sido fácil. Ha sufrido intentos de suicidio, autolesiones y ha tenido hasta 12 ingresos en el hospital, aunque  considera que no ayudaron a mejorar su situación. «Hay que tener paciencia y encontrar alguien que te escuche, comprenda tus cosas y te haga sentir cómoda», añade Irene, a quien recientemente le han diagnosticado Trastorno Límite de la Personalidad (TLP). «Ahora mismo ya no tengo la idea de suicidarme y estoy dejando las autolesiones. Para eso hace falta mucha paciencia», cuenta orgullosa, al tiempo que recuerda que está retomando su vida y ha vuelto por ejemplo a practicar deporte.

El proceso no ha sido fácil y sobre todo, ha sido largo. Cuando iba a Primaria, Irene fue diagnosticada con síndrome de Tourette, un trastorno caracterizado por movimientos repetitivos o tics que no se pueden controlar fácilmente, y sufrió bullying en las aulas. «Me miraban mal, se reían de mí y me imitaban», recuerda la joven. Ya en la ESO le sumaron el diagnóstico de Déficit de Atención y la situación continuó deteriorándose. «La medicación tenía muchos efectos secundarios ya no podía más con los exámenes, me costaba mucho entenderlo todo y llegó un momento, en segundo de Bachillerato, en el que empecé a autolesionarme, pero en primero la situación ya empezó a descuadrarse», narra la joven. 

«En Aspade me han ayudado a no rendirme, a luchar por lo que me gusta. Me han enseñado a saber escuchar y expresar mis sentimientos cuando me siento bien y también cuando me siento mal. Aquí me siento más libre para hablar de mis problemas, siento que me escuchan y me comprenden», cuenta la joven. 

Incremento del 128% en dos años

El número de casos con conducta suicida en niños y jóvenes en España, como el de Irene, se ha incrementado en un 128% en el periodo pos-COVID-19, entre 2020 y 2022. Así lo indica el Estudio sobre Conducta Suicida y Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en España (2012-2022) de la Fundación ANAR. Un informe realizado a partir de los 9.637 casos en que ha intervenido y las casi 600.000 peticiones de ayuda recibidas desde que comenzó a funcionar. En todo el periodo, entre 2012 y 2022, los casos atendidos en la fundación por ideación suicida se han multiplicado por 23,7 y los intentos de suicidios por 25,9

Según aseguran desde ANAR, una ONG de ayuda a niños y adolescentes en riesgo, la situación producida por la pandemia ha supuesto una ampliación de los riesgos psicosociales como aislamiento, maltrato intrafamiliar, abuso de las tecnologías, pobreza o barreras asistenciales a la salud mental, que influyen en estas conductas. 

No existe una motivación objetiva para el suicidio, pero sí problemas asociados que el menor no sabe cómo resolver. La violencia contra menores de edad (60,9%) y la salud mental (27,4%) son los problemas más destacados de los asociados a la conducta suicida, con un incremento de la incidencia de estos últimos en el periodo 2019-2022, pasando de alcanzar el 17,9% en 2019 al 34,5% en 2022. Este incremento es mayor tras la pandemia y se sigue manteniendo en la actualidad. 

Perfiles

En el estudio se han identificado los perfiles de niños, niñas y adolescentes que presentaban conducta suicida. «El principal es el de una mujer adolescente, de entre 13 y 17 años, de familia migrante, que cuando se puso en contacto con ANAR ya había iniciado el intento de suicidio y que presenta bajo rendimiento escolar. Sufre problemas de salud mental, principalmente autolesiones, tiene antecedentes de fuga y ha sido víctima de agresión sexual», se indica en el mismo.

En el caso de menores de 12 años, indican que se expone como motivación el acoso escolar y su rendimiento en las aulas es alto. En menores de 10, el riesgo de intento o ideación suicida aumenta cuando se padece alguna discapacidad, provienen de familias migrantes o forman parte del colectivo LGTBIQ+ «por encontrarse los menores de edad más expuestos a discriminaciones y exclusiones», según se apunta en el estudio

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