Pere Mata, que gestiona la región sanitaria del Camp de Tarragona, ha activado el Código Riesgo de Suicidio en 18 ocasiones, seis más que hasta junio de 2019
El número de intentos de suicidio en menores de edad se ha multiplicado en Cataluña los últimos meses. La situación, también en la región sanitaria del Campo de Tarragona, es especialmente preocupante. El Instituto Pere Mata de Reus, que gestiona esta demarcación, ha tenido que activar el Código Riesgo de Suicidio en 18 ocasiones desde que empezó el año hasta el pasado 10 de junio, cifra que supone un aumento del 50% –seis ocasiones más– con respecto al mismo periodo de tiempo que el 2019, teniendo en cuenta que el segundo trimestre del 2020 fue anormal. Este protocolo se pone en marcha cuando los servicios de urgencias atienden menores que han fallado su tentativa de quitarse la vida, o bien que se han dirigido a profesionales para explicar que tienen o han tenido la voluntad de hacerlo en algún momento. El Código Riesgo Suicidio no contempla los suicidios realizados con éxito, ni aquellas tentativas o proposiciones que no han llegado a la red profesional de salud, por lo que las cifras podrían ser todavía más grandes.
Los datos de este 2021 han crecido mucho con respecto a los años anteriores. Mientras que hasta finales de abril Pere Mata había activado en 13 ocasiones el protocolo para estos casos, el primer cuatrimestre del 2020 habían sido sólo cinco, mientras que el 2019 eran siete, y en el 2018 cuatro. Los estragos sociales de la pandemia han sido el catalizador para los intentos de suicidio de los 0 a los 18 años, especialmente en los adolescentes, una franja de edad ya de por si compleja. «Es muy significativo el aumento del 50%, lo estamos viendo todos los profesionales», admitía Jordi Peris. El jefe de servicio del Área Comunitaria Infantil y Juvenil del Instituto Pere Mata matizaba que «con el 2020 no se puede comparar, ya que fue un año assistencialment extraño, con un primer trimestre normal, pero a partir de entonces muy diferente». En efecto, los primeros meses de la pandemia ralentizaron las cifras, pero con el paso de los meses las tentativas o las intenciones de suicidarse en menores se han ido multiplicando.
La pandemia ha incrementado algunos de los problemas de salud emocional que ya existían en los jóvenes, especialmente en adolescentes. «Es una época de alta vulnerabilidad, en algunos casos muy alta. En algunas personas se inician patologías mentales graves propias de adultos. Son momento de transición, es una época muy delicada en la construcción de la personalidad», detallaba Peris. El psicólogo clínico ponía como ejemplos «insatisfacciones con su físico, problemas de relaciones, soledad, sentimiento de culpa o conflictos con la familia que durante la infancia no existen». A raíz de la covid-19, con la vida social de los jóvenes muy limitada y con las pantallas como protagonistas –incluso en el ámbito educativo–, todo eso se ha agravado, concluía Peris. El jefe de servicio del Área Comunitaria Infantil y Juvenil del Instituto Pere Mata afirmaba que ahora los adolescentes «se sienten más solos, más desubicados, con más miedos, sin tener claro qué quieren o hacia dónde van. Así, aumentan los cuadros ansiosos o depresivos, y aparece tristeza o desesperanza, sintomatología de un cuadro de riesgo de tentativa de suicidio».
La mayoría de tentativas en menores se concentran desde los 16 hasta los 18 años. Cuando menos, según Peris, «de los 18 en los 20 y pico todavía hay más», por lo que, al fin y al cabo, la mayoría de edad tampoco soluciona el problema ni lo delimita. «No tienen los recursos que tenemos los adultos, que hemos vivido muchas más experiencias. Pero con la pandemia, de sopetón, han cambiado las exigencias de la manera de vivir, escolares o de relaciones,» apuntaba Peris. Por otra parte, los profesionales no han detectado un patrón común en aspectos como la renta económica familiar. Los métodos más empleados en las tentativas de suicidios son, principalmente, envenenamientos con pastillas o los cortes, aunque «la mayoría de los adolescentes que se autolesiona, que también han aumentado, no lo hace con la idea de morir».
Los protocolos, clave
Una vez el adolescente ha cometido la tentativa de suicidio o ha comunicado sus intenciones, el Código Riesgo Suicidio se activa para ofrecer ayuda asistencial. «Los protocolos funcionan, el código es una herramienta muy útil», recalcaba Peris. Después de la notificación por parte de urgencias, «quizás sales el mismo día o bien te ingresan unos días», decía el psicólogo clínico, que ponía énfasis en el hecho que «cuando salen tiene que haber un seguimiento, ya que el riesgo de repetición es altísimo». Por norma general, el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil se tiene que hacer cargo de cada caso en menos de 72 horas, aunque normalmente acostumbra a estar en menos de un día. «La respuesta del sistema sanitario es rapidísima», celebraba Peris. «Otro de los retos es potenciar la detección precoz y la atención, que se hace a la atención primaria o en las escuelas», decía el psicólogo clínico, que subrayaba que «ahora, después de las olas de covid-19, la ola que hay es la de la salud mental», que empezó a coger bastante a inicios de año.