l Toni Hill aborda un tema tabú en ‘El oscuro adiós de Teresa Lanza’
En El oscuro adiós de Teresa Lanza (Grijalbo), el autor relata los acontecimientos que siguen a la muerte de una joven trabajadora de la limpieza de un exclusivo barrio de un municipio cercano a Barcelona, y el suicidio de esa joven inmigrante altera las vidas de cinco mujeres y sus familias.
En una entrevista con Efe, Hill admite que el suicidio, que abordó en su anterior novela Los buenos suicidas, es un tema que le interesa literariamente por tratarse de «un acto violento contra uno mismo, al que resulta difícil encontrarle explicación», y recuerda que «hay muchos suicidios —primera causa de muerte violenta en España— a los que no se les presta la atención debida».
Desde un punto de vista literario, Hill se siente atraído porque «en un crimen hay un culpable, pero en un suicidio esa culpa queda distribuida, puede ser el trabajo, un amigo, una familia o la sociedad los que han fallado a la víctima».
El punto de partida de esta novela vino por una doble vertiente, ya que en Tigres de cristal había hablado de la inmigración española de los 70, de sur a norte, «muy distinta de la inmigración actual, que procede de otros países».
Querer escribir sobre esa inmigración alumbró el personaje de Teresa Lanza, «una persona muerta que nos cuenta lo que ve, pero no recuerda por qué se suicidó».
Aunque en la novela trate sobre la precariedad laboral y el interclasismo, Hill quería incluir a Teresa Lanza como un personaje más: «No pretendía analizar el fenómeno migratorio, sino asumir que la sociedad española es mixta, que tenemos 1,5 millones de inmigrantes censados y que, por mucho que se empeñen algunos, la sociedad española no es monocolor, y que con el tiempo esa inmigrante será la maestra de tus hijos en primaria».
Es también una reacción a una tendencia literaria a evocar «sociedades que siguen siendo blancas», pues, como dice Hill, «cuesta encontrar novelas en las que la protagonista sea una inmigrante».
En su novela, Hill dibuja dos mundos en contraste, el de Teresa Lanza, que comparte piso en un barrio de Rubí, y el de un pueblo de casas bonitas del Vallès, sin grandes bloques de pisos, donde viven cinco mujeres de clase media alta.
La trama de la novela tiene un punto de inflexión, indica Hill, cuando «Teresa Lanza deja de ser sólo la empleada doméstica y cuesta aceptar que esa chica que viene a limpiar se convierta en la novia de tu hijo».
Como psicólogo de carrera que es, Hill da a esas mujeres del pueblo de clase media alta «rasgos bastante reconocibles» y, así, aparecen madres solteras, separadas, con hijos naturales, sin hijos ni marido o con adoptados.
«Quería dar una psicología muy precisa, algo que siempre he hecho y cuando empiezan a funcionar, esos personajes se quedan tan interiorizados que incorporan su manera de hablar, sus muletillas», apunta el autor barcelonés.
Como en toda su trayectoria, Hill recurre a personajes cotidianos, algo que le sale de «manera natural», e ironiza sobre este punto: «Los autores de novela negra no nos relacionamos con el cártel de Medellín, y ya me gustaría hacer lo que hace Don Winslow, pero no tengo la manera humana de acercarme a ese mundo, hablo de gente que comete errores como cualquiera».
Y apostilla: «Si acabara escribiendo sobre mafiosos intentaría entenderlos desde su lado humano, no en su trabajo de traficantes».
El tempo narrativo sucede un año después del suicidio de Teresa Lanza en febrero de 2018, y Hill acabó la novela ya en pandemia, entre marzo y septiembre de 2020.
Contrariamente al sentido general de muchos escritores, a Toni Hill no le importaría «escribir una historia ambientada en 2020, pero con la pandemia como telón de fondo, eso sí, sin atarla a la actualidad más candente».