El director de salud mental del hospital Parc Taulí de Sabadell, Diego Palao, alerta de que el impacto de la pandemia en la salud mental de la población “puede ser tremendo”.
Nadie se salva de los efectos de la pandemia en la salud mental. Niños, adolescentes y adultos están sufriendo las consecuencias del aislamiento social y la crisis económica que se avecina, alerta Diego Palao (Yecla, Murcia; 58 años), director de salud mental del hospital Parc Taulí de Sabadell e investigador experto en prevención del suicidio. En los adultos se ha disparado la sintomatología de ansiedad y depresión, apunta, y en los adolescentes, las tentativas de suicidio. El Código Riesgo Suicidio de Cataluña, que monitoriza las tentativas y suicidios consumados y activa un circuito de atención en caso de riesgo alto de autolesión, reportó este mes de febrero un aumento de las tentativas en menores del 81% con respecto al año anterior —122 casos frente a 200—.
Con las consultas repletas y sorteando las dificultades de acceso al sistema con las videoconsultas, el psiquiatra saca tiempo también para analizar la salud mental de las personas que han pasado la covid. “Si hay una patología que podemos asociar a la pandemia es el trastorno de estrés postraumático. Estamos haciendo un estudio de personas que han salido de la UCI por covid y se espera que haya un incremento del 20% o el 30% de estrés postraumático”, señala.
Pregunta. ¿Qué ha significado la pandemia para las personas con trastornos mentales?
Respuesta. El fenómeno más importante ha sido el aislamiento social, que es un factor que puede agravar problemas y provocar descompensaciones. En la primera ola, parece que no se notaba un incremento del estrés, pero a partir de la segunda ola sí que hemos visto que este aislamiento ha provocado más recaídas más graves.
P. ¿Qué ha pasado, en concreto, con los pacientes menores?
R. En la primera fase de la pandemia hubo una disminución de las consultas graves, pero con la vuelta al cole ha habido un cambio: los chicos se enfrentan a las situaciones de estrés normales de volver a clase, de rendir en los estudios y aprobar, sin ningún elemento de compensación. No hay ocio, las relaciones sociales están reducidas a la mínima expresión y no hay una válvula de escape. Están encerrados en casa y en casa puede haber situaciones de tensión familiar porque hay hogares que están sufriendo una debacle económica brutal. Todo esto supone que el balance de tensión y equilibrio se decante hacia la descompensación y el estrés. Hemos observado un incremento muy considerable de las tentativas de suicidio en adolescentes, a partir de los 14 años. En lo que va de año, las tentativas de suicidio en Cataluña se han incrementado un 65%. Y en adultos, en cambio, ha habido una reducción del 13%.
P. ¿Es solo por la pandemia o hay más elementos que influyen?
R. Quizás hay que apelar a padres y educadores a que estén alerta con las señales de alarma que dan los niños: hay cambios de conducta, a veces disruptivas agresivas y a veces, aislamiento. La comunicación de la familia se puede monitorizar: si hay cambios, hay que hablar y escuchar porque puede ser una manifestación de la frustración. Los adolescentes hacen tentativas como respuesta a situaciones estresantes que, aunque desde fuera pueden parecer nimias, como una discusión con los amigos, ellos lo viven de forma dramática.
P. ¿Siempre hay detrás un antecedente de trastorno mental diagnosticado?
R. Aquí también ha habido un cambio. Antes, los adolescentes que hacían tentativas no tenían un trastorno mental, ahora sí que observamos con más frecuencia trastornos de ansiedad, depresivos y descompensaciones de pacientes graves, como los pacientes con autismo.
P. La Sociedad Española de Psiquiatría también ha alertado del auge de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
R. Los TCA en chicas han aumentado de forma exponencial. Aquí hay varios factores: por un lado, la situación de estrés que afecta a todo el mundo en las personas con TCA les afecta más, con pérdidas de peso, conductas bulímicas… Por otra parte, las dificultades económicas han provocado que muchos casos que antes se atendían en servicios privados vengan ahora más a la red pública.
P. ¿Y cuál es el impacto de la pandemia en los adultos?
R. Ha habido un incremento de casi el 20% de los trastornos de ansiedad y depresión. A los pacientes más graves, con trastornos psicóticos o bipolares, la pandemia y el aislamiento les ha provocado un aumento del estrés y la imposibilidad de acceder a ayudas formales e informales, como la dificultad para hablar con su psiquiatra; este es un factor importante para que cuando se descompense, el paciente acabe en urgencias como un ingreso. Lo que vemos son más descompensaciones y algún caso con conductas violentes o autolesivas. Lo relevante es que hay más riesgo de descompensación y eso nos obliga a los servicios a ser más accesibles y proactivos.
P. Los servicios de psiquiatría han intentado sortear los problemas de accesibilidad con visitas telemáticas. ¿Esto podrá pasar factura a los pacientes?
R. La consulta telefónica no puede sustituir una visita clínica porque no consigues un grado de comunicación alto. Sí lo consigues, en cambio, con la videoconsulta. Pero, por teléfono, la atención es muy pobre.
P. La Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de que la población está inmersa en una “fatiga pandémica” y los expertos alertan de una gran ola de mala salud mental. ¿Le preocupa lo que está por venir?
R. Sí. Precisamente, hemos intentado mantener la accesibilidad para prevenir descompensaciones y que nos viéramos desbordados ahora. Hay una tormenta perfecta para que aumente el riesgo de suicidio: lo que se avecina es mucho peor que lo que vivimos en la crisis financiera, porque entonces la gente tenía una vida normal. Pero ahora tienes la situación de aislamiento, la dificultad de acceder a servicios, el impacto económico… Todo esto, en los pacientes más vulnerables, va a ser una hecatombe. Tenemos que estar preocupados, alarmados y preparados porque el impacto en salud mental puede ser tremendo.