Entre los tabúes más concurrentes está la muerte. Convencionalismos sobre el suicidio chirrían con credos e intereses. Su realidad traumatiza al entorno; preocupa su alza
No será #Infraganti un lugar donde lo secreto se tapa más. Las sombras del final humano -para nuestra cultura- unen la tristeza del último adiós al ser querido y la esperanza del descanso, o nueva vida acorde a determinadas creencias. Las luces de la vida sólo se opacan por nuestra corta existencia. ¿Tiene final el túnel de la muerte?
Lo cotidiano es que los expertos, quienes conocen de cerca el fenómeno suicida, nos alertan de la galopante estadística que multiplica su número los últimos años. Mucho más se prevé con esta pandemia de olas y olas, vacunas que tardan en inmunizar y esas incógnitas que aún acarrea. Quienes deciden poner fin a su vida no eligen mucho, lo deciden todo. Hasta en la cárcel de Morón hay más suicidios.
La Sevilla más barroca del siglo XXI esconde más tabúes silentes. Sus armarios abrieron las puertas de par en par: salieron barbaridades de la posguerra, se relativizaron tradiciones católicas en una metrópolis más siglos musulmana, se entregó al turismo masivo o se aplaudió lo mediocre. La muerte seguía apartada de esa apertura a escala. El suicidio mucho más.
La autocrítica se sumaría a esa alerta de expertos sobre suicidios. ¿Lo aceptamos porque nadie lo previene ni se combate?. Quien suscribe no es periodista. Es un observador desde el prisma criminológico. Y enfatiza que la prensa comete errores. Prioriza negocio y audiencias al interés público. La opinión pública quiere una sociedad mejor, no leer conflictos políticos que dilapidan al hoy maltrecho Estado del Bienestar que disfrutábamos.
Silenciar el suicidio es un grave error. Va contra las víctimas actuales y futuras. El Instituto Nacional de Estadística (INE) corrobora que es la primera causa de muerte no natural, año tras año. Registra media de 7,6% por cada 100.000 habitantes. En 2018 hubo 3.539 suicidados. En 2019 aumentaron un 9,8%. Los suicidas triplican a los muertos por accidentes viales. La inversión para minimizar los muertos por tráfico es millonaria: Y tiene nutrida oferta para constatarlo. Nos preguntamos ¿Alguien vio noticias sobre suicidio?. ¿Sabemos qué les pasa a quien se quitan la vida?
Según la OMS casi un millón de personas al año se suicidan. En 2020 habrá muchos más. En las estadísticas globales España aparece por debajo de la media europea. Paradójicamente países escandinavos, Alemania, Holanda, etc… lideran el número de suicidas por encima 10% por cada 100.000 habitantes
Una razón que explicaría por qué la prensa no informa, ni detalla, suicidios es por el denominado ‘Efecto Werther’. Es el que imita la conducta autodestructiva tras leer la novela romántica de Goethe ‘Las penas del joven Werther’. Margarita Landi (1918-2004), escritora y reportera pionera de sucesos, justificó no publicar los suicidios por el factor desencadenante entre realidades personales de quienes al leerlos se lancen a sustanciar tan cuestionable empeño. A consumar su potencial autodestructivo.
El suicidio se ceba en personas que padecen enfermedades mentales. Expertos y estadísticas no obstante difieren en diferentes porcentajes causales. En cuanto a sus orígenes prima la depresión, psicopatías y el luto patológico -extendido al entorno afectivo del suicida- de no superar la muerte de un ser querido.
Otras causas que explican los suicidios serían padecer una enfermedad incurable, cometer delito grave o ser acusado de ello, humillación grave, desamor extremo, desahucios, despidos, divorcios traumáticos –registran mayoría masculina de víctimas tras abandonar el hogar y no ver a sus hijos; el dato es ‘políticamente [muy] incorrecto’-, maltrato y acoso sexual, soledad, adicciones insuperables y ruina personal o familiar. Tales hechos completarían la causalidad en muchos suicidios, con o sin mensaje de despedida.
El suicidio también es muy socorrido para justificar, en informes policiales o autos judiciales de archivo, cuando no hay autores o testigos ‘a mano’. Es difícil imputar por su inducción [único ilícito que hay en nuestras normar, Art. 143-CP] tras heterodoxas muertes de enfermos mentales, terminales, ancianos con patrimonio o extraños accidentes. La ‘doble muerte’ del difunto es complejo judicializarla. El suicidio taparía delitos con mejorable investigación
Un caso hispalense intenta ilustrar lo dicho. El 21 de febrero en 1983 en Bellavista el capellán de un cuartel apareció parcialmente calcinado en su vivienda. Autoridades judiciales militares decretaron el suicidio del sacerdote. Pero un impecable informe de la Policía Científica reveló un cadáver cosido a puñaladas premortem, antes del fuego que intentó tapar las huellas asesinas. Un soldado fue condenado por el crimen. Aquel cura daría permisos, confesaría, absolvería pecados y bendecía, al parecer, con más énfasis si tenía sexo uniformado.
Una Sevilla preocupada y comprometida
El Instituto de Medicina Legal-IML y el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla-US comparten preocupación tras subir los suicidios en la provincia sin un plan de prevención oficial. Esos organismos elaboran y publicitan estudios científicos que derriban mitos sobre el suicidio. La Directora del IML, Dra. Rocío Marín, indica que el 60% de las muertes por suicidios en Sevilla registraron intentos previos.
Dicha Doctora añade que ‘entre 60 y 80% de los casos el suicida anticipó sus intenciones’. Es decir, los suicidas informan de sus planes; podría evitarse su muerte. El Profesor de Psiquiatría-US José Giner concluye que hay riesgo ‘predisponente’ al suicidio (impulsividad, traumas infantiles o patologías psiquiátricas) y un 20% de factores ‘precipitantes’ según su apreciable estudio sobre el tema.
Sólo encontramos prevención privada, apoyada por Google y subvenciones de Junta de Andalucía-Consejería de Salud, en el TELÉFONO DE LA ESPERANZA La veterana y plausible ONG, además, apoya con actos el Día Internacional de Prevención del Suicidio, cada 10 de septiembre.
Las urgencias de Salud Mental en Hospital Virgen del Rocío son un buen termómetro del problema que analizamos. Allí acuden al día entre 4 y 6 personas/día con ganas de no seguir viviendo. 1 de 20 se acaba suicidando. Y de 90 cada año nadie sabe que se suicidará. Las preocupantes cifras deben multiplicarse por otros hospitales de la provincia.
El Catedrático de Estructura Informativa-US Ramón Reig también se pregunta por qué hay tantos suicidios de sevillanos en un excelente artículo La Dra. Fátima Cano Bravo centra una excelente Tesis en el suicidio de menores de 26 años en la provincia. Detalla causas, modelos, variables, mecanismos, historias y antecedentes de tan jóvenes suicidas. El trabajo doctoral lo dirigieron en la UPO los Doctores Guillermo Repetto y Rico García.
La cruda realidad
En Sevilla hay leyendas suicidas con base. Una la centra el genial escultor Antonio Susillo (1855-1896). El cronista José María de Mena en 1975 escribió ‘….apareció el cadáver de un hombre decentemente vestido. Fue trasladado al depósito judicial, donde aún no ha sido identificado. A la mañana siguiente estalló el asombro y la consternación en Sevilla’.
Al descubrirse el suicidio del artista, al parecer por errar en su última obra Cristo de las Mieles -preside Avenida principal en cementerio de San Fernando-, no se le pudo enterrar en el camposanto pues antaño estaba vetado su entierro junto a los fieles católicos. Finalmente, Susillo reposa a los pies de dicho Cristo, que toma su nombre por la miel que salía de panales de abejas alojados dentro de la escultura. Leyenda y realidad juntas.
Un certero tiro acabó con la vida del torero revolucionario Juan Belmonte en 1962. Su suicidio sólo lo conocía a priori un íntimo. El valiente torero dejó incógnitas, reinó el silencio de la iglesia en su funeral. Su biografía modélica la escribió otro excelso sevillano, Manuel Chaves Nogales.
Años después, y desconocidos fueron los suicidios de un Comisario de Policía en la calle Monte Carmelo sevillana con su arma y el de un ahorcado en una pensión de Bellavista; éste era agente operativo del desaparecido CESID (hoy CNI). Lo turbio habría cercado ambos óbitos. Varios religiosos, entre ellos una anciana monja de clausura, se suicidaron los últimos años en Sevilla. Sólo el silencio explicó sus tristes finales.
En 2013 apareció muerto, en su finca de Carmona llamada Puerta Príncipe, el famoso rejoneador Antonio Ignacio Vargas, padre del diestro César Girón. El fallecido y laureado jinete padecería una fuerte depresión, parecida a la que sobrellevaba en privado Juan Belmonte sus últimos días
Un año después, en marzo de 2014, aparece el cuerpo sin vida tiroteado desde sus dedos el notario Pedro Romero Candau. Este padre de familia numerosa dejó deudas millonarias. El fedatario dejó también muchas interrogantes a su clientela y sus colegas cuya Mutualidad pagó una millonada indemnizatoria de reclamaciones. Su muerte no fue el final de tantas incógnitas.
En octubre de 2018 dos jóvenes franceses aparecieron muertos por inhalación de monóxido de carbono tras sellar un baño y quemar en una papelera carbón. Aficionados al esoterismo, sendos jóvenes habrían elegido un hotel de la Avenida Reyes Católicos de Sevilla para morir. El suicidio estaba pactado, según derivaron las hipótesis oficiales.
El suicidio habría llevado a la horca al dueño de Bodegas Díaz-Salazar. El confinamiento desde el 14 de marzo cerró su negocio. No pudo reabrirlo por no tener terraza. Tan inexplicable conducta la imitó el dueño de un restaurante en Nervión.
Propuestas
Expertos consultados por el firmante concurren que el suicidio es un tema donde la salud pública tiene medios, datos y papel preponderante. Una línea de ataque es la prevención de la enfermedad mental y por ende el suicidio en sí. Este exige se derriben más mitos y tabúes.
En la prevención inicial tienen un papel sustantivo los medios de comunicación, redes sociales e internet. La información que se proyecta debe dimensionar el fenómeno suicida para abordarlo debidamente. La sensibilización es clave para no estigmatizar más a los enfermos mentales, victimizar a sus familias y entorno afectivo.
Otros factores para prevenir el suicidio son los centros de primaria, secundaria, universitarios, entornos profesionales, comunidades religiosas, centros deportivos. Ahí se ubican las alertas para detectar conductas de riesgo. En esos lugares hay muchos jóvenes cuyas frustraciones o patologías sin tratamiento adecuado llegan fácilmente al suicidio. Su número se multiplicó desde 1990.
La sanidad pública, según quienes realizaron autopsias psicológicas (perfil previo del suicida), debe implementar programas formativos para médicos y enfermería de Atención Primaria. Ahí están las primeras señales que se acercan al suicidio. Quienes padecen adicciones (juego, tabaquismo, droga, fármacos, alcohol, tecnologías…), depresión, acoso, soledad o enfermedades degenerativas son propensos al suicidio en fases muy medias y avanzadas de sus padecimientos. Hablar con ellos, entender su realidad y oírlos es vital. Nunca mejor dicho.