Algunos estudios apuntan a que más del 80% de las víctimas ha intentado suicidarse o, al menos, lo ha pensado
Me metí al mar. Yo no sé nadar. Me metí y casi me ahogué, y de pronto me di cuenta de que me estaba ahogando y me acordé de mi hija, y no sé cómo salí, cómo logré salir… Luego llegué a casa y abracé a mis hijas». Así relata Graciela su última tentativa de suicidio el 23 de diciembre del año pasado después de sufrir maltrato psicológico por parte de su expareja. «Todo lo que yo hacía estaba mal para él. Todo era mal, que no servía para nada y esas cosas», explica.
No era la primera vez que esta mujer argentina de 45 años afincada en España intentaba quitarse la vida después de una infancia marcada por la violencia. Su tío abusó de ella cuando era una niña y con tan solo diez años tres hombres la violaron dejándola embarazada. «He sufrido tanto maltrato, tantos golpes, tantas abominaciones… La vida no tenía sentido para mí. La única salida era morir para poder no pensar, no sentir, no nada…(…) pero a pesar de todo lo que me pasó, de todo lo que sufrí, hay salida, hay gente buena que te ayuda», reconoce al otro lado de la línea telefónica con voz templada.
Graciela forma parte de una realidad invisible, la de las mujeres víctimas de violencia de género que piensan en el suicidio como la manera de acabar con su sufrimiento. La Organización Mundial de la Salud advierte desde hace años del riesgo de muerte que tienen estas mujeres no solo por la posibilidad de ser asesinadas por sus parejas o exparejas, sino porque ellas mismas decidan acabar con su vida.
Según un estudio de la OMS de 2013 sobre los efectos del maltrato en la salud, las mujeres que han sufrido violencia de pareja tienen casi el doble de probabilidades de padecer depresión, uno de los principales factores de riesgo de las conductas suicidas. De hecho, el riesgo de quitarse la vida es 21 veces mayor en la población con depresión, según recoge el Libro Blanco Depresión y Suicidio 2020 [.pdf] presentado el pasado mes de septiembre.
Por este motivo, los expertos en violencia de género y salud mental consultados por RTVE.es con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra este 25 de noviembre, reclaman «cambiar la mirada» para abordar el maltrato de una manera «global», no solo como un problema policial y judicial, sino también como un problema de salud.
[Si has llegado hasta aquí porque estás pensando en el suicidio, espera antes de actuar y busca ayuda. Teléfono de la esperanza 717003717. Más teléfonos]
En España, donde el suicidio es la principal causa de muerte no natural, se quitan la vida alrededor de 3.500 personas al año. Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2018, el último año del que hay datos, lo hicieron 2.619 hombres y 920 mujeres. La OMS estima, además, que por cada suicidio consumado puede haber otras 20 personas que lo intentan.
La invisibilidad del suicidio entre las víctimas de maltrato
Pero si el suicidio ya es de por sí un tema tabú, el suicidio entre las víctimas de violencia de género es aún menos visible. De hecho, faltan investigaciones amplias sobre esta realidad en España. El estudio más citado es el de Suicidio y Violencia de Género realizado en 2006 por Miguel Lorente, Cruz Sánchez de Lara y Covadonga Naredo sobre una muestra de más de un centenar de mujeres en centros de acogida. En él, más del 80% de las entrevistadas reconoció haberlo intentado (63,2%) o, al menos, haber pensado en suicidarse (18,4%). La edad media de las mujeres que lo habían intentado era de 33,8 años y el tiempo medio de maltrato superaba los diez años.
“No hay día que no nos hablen de esa desesperanza, de esa falta de futuro, de ideación suicida“
Entre las investigaciones más recientes está la del psiquiatra Jesús Cobo en 2010, que concluye que el 41,9% de las víctimas ingresadas en salud mental había intentado suicidarse, y la tesis doctoral de la psicóloga Dolores Andreu sobre la resiliencia de estas mujeres en 2017, que revela que el 43,7% tienen ideas relacionadas con la muerte y que el 16% fantasea con el suicidio de forma constante.
Pero más allá de las estadísticas, los profesionales que están en contacto diario con estas víctimas constatan esta realidad. «Diariamente siempre atendemos a alguna mujer con alguna idea suicida. No hay día que no nos hablen de esa desesperanza, de esa falta de futuro, de ideación suicida. Luego indagas y muchas han tenido tentativas previas», explican desde el equipo del Punto Municipal del Observatorio Regional de Violencia de Género de Torrejón de Ardoz, en Madrid, donde acaban de poner en marcha un protocolo de prevención del suicidio para la atención a estas víctimas pionero en esta comunidad.
Un sentimiento de desesperanza y culpa
Desde la Fundación Ana Bella, la educadora social María Robustillo incide sobre lo común que es esta situación subrayando que la mayoría de las mujeres a las que atienden ha pensado, al menos, alguna vez en el suicidio. «Te dicen ‘lo que mejor es que deje de estar aquí, no valgo para nada, yo no tengo otro camino’. Interiorizan lo que él les hace pensar y son conscientes de lo difícil que es salir de ahí».
Es lo que Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género (2008-2011) y profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, llama las «trampas del machismo», que hacen que no solo la mujer sufra maltrato sino que se sienta responsable de padecerlo. «El suicidio es consecuencia de una situación de violencia, aislamiento, sensación de culpa, que lleva a una depresión que le hace pensar que no hay salida y en cambio sí ve la continuidad de la violencia«, señala Lorente.
“Le lleva a una depresión que le hace pensar que no hay salida y en cambio sí ve la continuidad de la violencia“
El psicólogo Francisco Rodríguez Laguna, experto en intervención profesional desde perspectiva de género e impulsor de la asociación Papageno, subraya que el «sentimiento de desesperanza» que provoca en las mujeres el maltrato es el «caldo de cultivo idóneo para el suicidio» y añade que, aunque este es siempre «multicausal», la violencia continuada «va dejando huella» y puede provocar en la mujer estrés postraumático, haciendo que la ideación suicida no desaparezca aunque ya haya puesto fin a su relación.
El Libro Blanco señala que, al margen de la pérdida de la custodia de los hijos y el aislamiento social, uno de los factores de riesgo más determinantes, una vez separadas del maltratador, es «el acoso directo y a través de procesos judiciales que este consigue mantener en el tiempo».
«Incluso ahora que no me maltrata nadie pienso en el suicidio»
«A mí me ha dado siempre mucho miedo la muerte. Eso me ha echado para atrás. Pero siempre, incluso ahora que estoy bien y no me maltrata nadie pienso en el suicidio (…) parece como si llevara una cruz o algo (…) lo arrastras», relata con voz quebrada Ana Isabel, una mujer de 49 años que vivió el maltrato de su madre cuando era una niña antes de sufrir violencia de género por parte de dos parejas, entre ellas, el padre de sus hijas.
Confiesa que hace tan solo un mes estuvo otra vez a punto de quitarse la vida. «Me vino otra vez todo a la cabeza, todo lo que había pasado, lo que estoy pasando (…) En ese momento se te para la vida y no ves nada pero luego al rato pienso eso es de cobardes, me digo «tú vales un montón». ¿Por qué me voy a quitar del medio? Que se quiten los que molestan, los que hacen daño. Yo no hago daño a nadie”.
“En ese momento se te para la vida y no ves nada“
Lorente señala que actualmente la estrategia ante la violencia de género es la protección de la víctima con medidas como las órdenes de alejamiento, pero incide en que «no se está haciendo lo suficiente para la prevención del suicidio». Por ello pide «cambiar la mirada» para no olvidar que se trata no solo de un problema judicial o policial, sino de salud.
En este sentido, reclama formación del personal sanitario recordando que, según datos de la OMS, las víctimas de violencia de género frecuentan hasta un 20% más los servicios de Atención Primaria que el resto de mujeres no maltratadas. El Libro Blanco Depresión y Suicidio apunta, sobre este particular, que «la mejor forma de ayudar (…) es la intervención preventiva» desde los centros de salud.
No solo proteger de la agresión, también prevenir el suicidio
«No solo hay que proteger a la víctima de la agresión de la pareja o expareja, sino que también tendríamos que desarrollar estrategias para prevenir la ideación suicida y el suicidio«, añade el exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género con José Luis Rodríguez Zapatero.
Este cambio de mirada es el que han aplicado en el punto de atención en el Punto Municipal del Observatorio Regional de Violencia de Género de Torrejón de Ardoz. «Siempre hemos valorado el tema emocional, pero nunca habíamos puesto el foco en el tema del suicidio y es algo que nos ha pasado invisible. Antes lo expresaban cuando se establecía un vínculo con las profesionales pero era más difícil en la primera entrevista. La novedad es que ahora creamos un espacio en el que puedan hablar de ello sin tapujos, sin tabúes, desde el principio. Ahora la detección será más inmediata”, explican a RTVE.es desde el servicio municipal, donde atienden a más de 300 víctimas en estos momentos.
De esta manera, en la primera entrevista, además de valorar el riesgo de sufrir violencia por parte de sus parejas o exparejas como hasta ahora, también analizan el riesgo de suicidio: bajo, si la mujer alguna vez lo ha pensado o expresa ideas como “no tengo ganas de vivir”; medio, si tiene un plan -es decir, si ya sabe cómo lo haría- pero no tiene fecha inmediata para ejecutarlo; y alto si ya ha decidido un día y lugar para quitarse la vida.
«Contrato terapéutico» para aplazar cualquier decisión
En el caso de riesgo bajo se emplaza a la mujer a una nueva entrevista a los 15 días para hacer el seguimiento como se hace con el resto de víctimas. Si el riesgo es medio, se firma un «contrato terapéutico» en el que se compromete a no llevar a cabo su idea hasta no ser atendida por los psicólogos del punto, que la ven en la misma semana, se la deriva a su vez a Salud Mental o Atención Primaria y se le dan recursos como el teléfono de la esperanza.
Si el riesgo es elevado, la atención por los psicólogos es inmediata y se busca que un familiar o amigo la acompañe en ese momento al hospital o centro de salud. Si su entorno no puede ir con ella, lo hace un profesional del punto y, si no, se llama al 112.
Graciela es el ejemplo de cómo la atención profesional ha evitado que se quite la vida y recomienda a otras mujeres que busquen ayuda psicológica, que contacten con asociaciones o que hablen con su médico. «Quitarse la vida no es la solución. Tenemos que sacar fuerzas de donde no tenemos. Es difícil pero todo se puede y creo que el amor de las personas que realmente nos quieren nos ayuda mucho (…) Olvidar no puedes olvidar nunca pero superarlo sí. La vida es difícil pero puedes salir adelante«, concluye.