El hospital sevillano pone en marcha un programa de prevención del suicidio para llegar antes a estos casos que afectan a todas las edades, desde adolescentes y jóvenes a personas recién jubiladas
Cada día llegan a las Urgencias de Salud Mental del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla entre cuatro y seis personas que no tienen ganas de seguir viviendo. Y una de cada veinte de ellas acaban poniendo fin a su vida. A esas noventa personas se suman cada año otras sesenta que no comunican a nadie su intención ni acuden a pedir ayuda a ningún centro sanitario antes de ejecutarla. Son unas 150 al año en Sevilla, según los últimos datos del INE, que cifra en unas 600 las que mueren en Andalucía, aunque son casi 10.000 las que lo intentan o acarician esa idea. Desde marzo hasta hoy se han hospitalizado a 460 personas en el área de Salud Mental del Virgen del Rocío por distintos motivos. Esa cifra supone aproximadamente el diez por ciento de todos los ingresos de personas con problemas mentales que suceden en la provincia de Sevilla a lo largo de un año.
En España cada día se quitan la vida diez personas (una cada dos horas y media) y el suicidio sigue siendo la segunda causa de muerte entre 19 y 24 años de edad. Unas doscientas personas intentan suicidarse cada día en nuestro país, una cifra que duplica la de accidentes de tráfico que se producen en nuestras carreteras. «Son datos preocupantes que resultan sorprendentes para muchas personas porque el suicidio sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad y no se quiere hablar de ello -comenta Jacqueline Mayoral, subdirectora médica de Salud Mental del Virgen del Rocío-. Por eso tenemos que mejorar la accesibilidad del sistema sanitario: Si una persona tiene un problema debe saber a dónde puede ir y nosotros debemos hacerle llegar una ayuda rápida».
El suicidio afecta a todas las franjas de población, incluida la adolescente, y es la segunda causa de muerte, tras los accidentes de tráfico, entre los jóvenes. El INE constata, no obstante, dos «picos» por edades: de 40 a 54 años y de 65 a 79, aunque se producen suicidios desde los 15 a los 90 años. Las ideas suicidas son la primera causa de consulta en los servicios de Salud Mental del Virgen del Rocío, que ha aprobado un programa de prevención, quizás su proyecto «estrella», para tratar de reducir esas cifras. Quieren «encontrar» y empezar a tratar a personas con tendencias suicidas desde los centros educativos. La razón es que buena parte de las personas que deciden quitarse la vida debutan con esas ideas en su adolescencia o primera juventud, aunque tarden cinco, diez o incluso más años, en ponerlas en práctica. Y muchas, aunque cada vez menos, no van a un médico a contarles lo que les ocurre.
La tendencia al suicidio varía mucho de un país a otro. Los países nórdicos, a la cabeza del mundo en tasa de suicidios, han logrado reducirla con programas de prevención. En Andalucía hay pueblos como Alcalá la Real, en Jaén, cuyos habitantes tienen un 110 por ciento más de riesgo de suicidio que la media española, mientras en Dos Hermanas, en Sevilla, está un 3 por ciento por debajo.
Cuando hay grandes crisis económicas, no aumentan demasiado los suicidios consumados pero sí la demanda de atención psiquiátrica y psicológica. «La caída del Muro de Berlín supuso un aumento enorme de suicidios en países de la órbita soviética mientras en países asiáticos como Corea del Sur perder el trabajo implica un alto riesgo de suicidio que no sucede en otros países europeos con mayor red de apoyo familiar», cuenta Miguel Ruiz Veguilla, psiquiatra del Virgen del Rocío y coordinador del programa de prevención de suicidios junto con el psicólogo clínico Manuel Jesús Martínez López.
Elena García-Ligero del Rincón es la responsable del Servicio de Urgencias del Virgen del Rocío, un equipo en el que trabajan psiquiatras, psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales y educadores, entre otros. «Una buena intervención en Urgencias puede disminuir en un 70 por ciento la probabilidad de que una persona se suicide. Es clave que se sienta escuchado, no juzgado ni censurado», dice. Si un trabajador social actúa en un paciente con tendencias suicidas que tiene problemas socioeconómicos, la probabilidad de que consume el suicidio es tres veces menor.
A partir de la primera consulta se toman decisiones vitales: un ingreso hospitalario o su inclusión en un programa de atención y seguimiento que se ha mejorado con una mayor coordinación. «La hospitalización se produce si se ve un riesgo alto de suicidio y cuando se le da el alta se decide si hay que volver a verlo en menos de 72 horas. También se hace un seguimiento telefónico y si identifica que algo va mal se llama rápidamente a Urgencias. Si no contesta el teléfono, hay que hablar con los familiares. Y si se considera que su riesgo de suicidio no es grave, se le da una cita en menos se siete días.
«Llamamos para confirmar que se va a la cita con el médico y se lo recordamos al paciente porque a veces su estado anímico le hace desistir», cuenta Elena García-Ligero. A todas las personas les cuesta seguir un tratamiento y esta psiquiatra cree que «se mejorarían muchas patologías que pensamos que son resistentes y cuyo estancamiento puede deberse a que no van al médico o no se toman la medicación».
A diferencia de la sanidad privada, en algunos hospitales públicos hay programas de prevención de problemas mentales en personas que son de riesgo. «Tenemos que ir a colegios, etcétera, para buscarlas porque no suelen venir. Cuando se dan los primeros episodios psicóticos se entra en un programa estandarizado. Hay un programa de suicidios, de trastornos obsesivo-compulsivos y trastornos límites de personalidad. Cuando alguien llega a la consulta a contarnos que tiene un problema, solemos tener la sensación de que llegamos tarde», cuenta el psiquiatra Miguel Ruiz Veguilla.
En las Urgencias de ese hospital se reciben cada mes entre 120 y 150 pacientes cada mes con tendencias suicidas, unos 1.500 al año. «El riesgo de morir por suicidio es más alto entre 40 y 65 años pero entre 20 y 35 es cuando más intentos se hacen y más consultas llegan al hospital. Ninguna edad, no obstante, se libra: la jubilación, que viene de «júbilo», es un factor de riesgo de suicidio, «Parece que algunas personas le pierden el sentido de la vida y vigilamos con mucha atención a estos pacientes, igual que a los más jóvenes», dice Ruiz Veguilla.
Casi un treinta por ciento de la población padece o ha padecido algún tipo de depresión; sin embargo, no hay que banalizar esta afección porque incluso la más leve puede acabar en un intento de suicidio. «Los casos de depresiones consideradas inicialmente leves que acaban de forma trágica ha aumentado en los últimos años», dice Miguel Ruiz Veguilla.
Los servicios de salud mental, antes poco utilizados, experimentan desde hace tiempo una mayor demanda. «Hemos mejorado mucho y tenemos más pacientes vigilados. Se está perdiendo el miedo a ir al psiquiatra o a un hospital por temas mentales», asegura Elena García-Ligero del Rincón.
Es cierto que hay algunas enfermedades que no tienen curación pero siempre se puede amortiguar el dolor y evitar brotes con gracias a las nuevas terapias y farmacología. En el Virgen del Rocío tienen pacientes con más trienios de antigüedad que muchos de sus médicos más veteranos. «Tengo pacientes que me recuerdan de mi época de residente y que son tratados desde hace más de veinte, treinta o cuarenta años. Hemos envejecido juntos», dice Elena.
Quizá por eso el suicidio de cualquiera de ellos produce un gran impacto emocional en los profesionales sanitarios. Se trata del escenario más temido por un psiquiatra y por muy temido y esperado que pueda resultar, no deja de ser doloroso. «Tenemos que tratar también a los compañeros que sufren el suicidio de un paciente y hay cada vez más programas de ayuda al psiquiatra. Te duele más cuando menos te lo esperas», cuenta la jefa de Urgencias. Se calcula que un suicidio afecta al menos a seis personas del entorno del suicida. Esas seis personas van a necesitar ayuda pero en ellas no se suele contar al psiquiatra.
La situación socioeconómica influye en los problemas mentales que derivan en un suicidio y una intervención a tiempo de un trabajador social puede evitarlo. «Hay gente que no le ve salida a su vida y si le buscas alojamiento, cuidados de enfermería y psicología, mejora su estado mental», afirma Ruiz Veguilla.
Ese psiquiatra asegura que «hace veinte años no se hubiera informado del suicidio de Blanca Fernández Ochoa y se habría dicho simplemente que «fue encontrada muerta». Es bueno no silenciar los suicidios, no hay efecto llamada, como se pensaba hasta hace poco, y si lo hubiera sería muy inferior al efecto positivo de visualizar el problema y hablarlo». El psiquiatra dice que no hay que explicar cómo se ha suicidado tal persona ni entrar en detalles escabrosos pero sí informar que tenía una enfermedad y dejó de tomar la medicación. «Informar de un suicidio ayuda mucho y tiene mucho impacto: invita a la gente a pedir ayuda. Nosotros vemos el impacto de un suicidio que se publica en un periódico o sale en una televisión al día siguiente en la consulta», asegura.
El Hospital Virgen del Rocío coordina una red muy dispersa y variada que consta, entre otras, de seis unidades de salud mental en distintos centros de salud, dos comunidades terapéuticas donde algunos pacientes pueden pernoctar, un hospital de día, servicio de urgencias, unidades de hospitalización en el Virgen del Rocío y San Lázaro y la unidad infanto-juvenil.
El catedrático de Psiquiatría y director de la unidad de Gestión de Clinica de Salud Mental del Virgen del Rocío, Benedicto Crespo, destaca que el hospital sevillano pertenece a la red Cibersam, que comparte datos con los hospitales pioneros en esta materia en España. «Esa información nos ayuda a prevenir los suicidios y tratar a los pacientes de forma adecuada. Necesitamos unir ocho o diez hospitales que hagan lo mismo para compartir datos de calidad».
«El suicidio es uno de nuestros programas estrella pero abarca otras patologías. La idea es la prevención, anticiparnos. Implica atención temprana y también la potenciación de la psiquiatría infanto-juvenil. El 70 por ciento de los trastornos que vemos en adultos debutan en edades menores de 18 años», añade Crespo.
Aunque la mayoría de los suicidios se dan entre 45 y 65 años, empiezan a crecer los suicidios entre adolescentes. «Esto ha pasado ya en otros países y empieza a pasar ahora en España. Es un tema muy preocupante de gran impacto social y uno de los focos del programa antisuicidios», dice Ruiz Veguilla. Se puede predecir un riesgo de suicidio por la suspensión de la actividad en Facebook o redes sociales de jóvenes.
Jacqueline Mayoral asegura que existe un compromiso por invertir más en salud mental. «Hay que mejorar la inversión, la infraestructura y la calidad de la asistencia. Antes era más tabú hablar de estas enfermedades y piden que estemos tan actualizados», dice.
El confinamiento ha acelerado algunos problemas mentales y creado otros nuevos. «Hemos visto a personas debutar con síntomas psicóticos en personas mayores que nunca habían tenido ningún problema mental, en este caso, debido quizás al confinamiento. Es una psicosis por el confinamiento y la alarma que han generado las noticias. La gente está muy alarmada y asustada. Hay ansiedad y depresión e incremento en la gravedad de los intentos de suicidio», cuenta Jacqueline Mayoral, que recuerda que el director de la OMS, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental celebrado el 10 de octubre, ha asegurado que «tenemos una buena oportunidad para remediar la desatención porque ya se están viendo las consecuencias de la pandemia en el bienestar mental de las personas. A menos que nos comprometamos en invertir más en salud mental, las consecuencias que veremos en los próximos meses serán muy graves».