El suicidio no es un tema de valientes ni de cobardes

Detrás de la intención de quitarse la vida suele existir algún trastorno mental. Lo importante es estar atentos y buscar ayuda, porque siempre hay una salida

¿Qué puede llevar a una persona a pensar en quitarse la vida o, inclusive, a hacerlo? El suicidio es la manifestación de diferentes trastornos mentales. Aunque es un estado en el que las personas se convencen de que sus problemas no tienen solución, siempre hay la posibilidad de ayudarlas a través de terapias adecuadas.

 

“La gran mayoría de personas que intenta suicidarse tiene algún tipo de trastorno mental como la depresión, la bipolaridad, esquizofrenia, trastorno de personalidad, trastornos alimenticios, etc. Tiene que ver también con la vulnerabilidad, con el estado mental del sujeto y si tiene tratamiento previo o no”, explica a El Comercio Antonella Galli, psicóloga de la clínica Ricardo Palma.

 

Atravesar situaciones de sufrimiento intenso, considerar que los problemas no tienen solución y la falta de recursos psicológicos para enfrentar alguna situación estresante suelen ser los detonantes para llegar a esta determinación.

 

“Estos tres elementos acompañan a la percepción de que la muerte es la única salida. Por ello es importante entender que un suicida no es ni un cobarde ni un valiente. Es una persona que sufre, que está totalmente desbordada por el sufrimiento que le toca vivir y no tiene la más mínima esperanza en el futuro”, detalla por su parte el psicólogo clínico Antonio Coquis.

 

—SEÑALES EVIDENTES—
Para Galli, notar un cambio brusco en la personalidad es un signo claro de depresión. “Si ya no se comporta como antes, ya no quiere ir a trabajar, no quiere salir de la cama, ya no quiere hacer las cosas que le causaban placer, hay que alarmarse. Pero, además, hay que estar al tanto, porque se regresiona y el paciente se vuelve dependiente. Por eso es importante que la familia siempre esté presente para llevarlo a las sesiones, darle las medicinas y acompañarlo hasta que recupere la voluntad de seguir el tratamiento por su cuenta”, señala.

Coquis agrega que la agresividad hacia uno mismo también es otra señal a la que hay que dar importancia. “El abuso de drogas, de alcohol para enajenarse de la realidad, las automutilaciones, cambios extremos de ánimo, participar en actividades riesgosas, notar que de la nada se empieza a hablar o a escribir sobre la muerte. A todo eso hay que prestarle atención, pues se trata de una confluencia de elementos”.

Es necesario sumar, además, el hecho de que el cuidado de la salud mental de los ciudadanos no parece ser prioridad en el país. “En el Perú, y en muchos países del mundo, la situación de la salud mental no es la óptima. Hay aún mucho estigma social, falta de acceso a servicios, falta de profesionales de la salud especializados, falta de medicamentos. Muchos seguros médicos no cubren los gastos de salud mental”, indicó el doctor Elmer Huerta, especialista en salud pública. 

—SIEMPRE HAY UNA LUZ—
Los especialistas consultados por El Comercio coinciden en el papel clave que juega la familia para ayudar a la recuperación del paciente.

“La familia debe brindar el confort y convencer al paciente de visitar a un profesional de la salud mental para solucionar el problema. Otra alternativa es acudir a las líneas de ayuda disponibles”, recomienda Huerta.

“Luego se necesitará terapia con fármacos, pues la depresión está relacionada con desbalances químicos en el cerebro. El trabajo psicoterapéutico complementario es de bastante utilidad”, opina Coquis.

“Hay que normalizar el tratamiento con un psiquiatra o un psicólogo. Siempre hay que compartir la experiencia de la terapia, pues eso nos muestra como más humanos en busca de la felicidad, nos hace ser resilientes y afrontar circunstancias complicadas de una manera más llevadera”, concluye Galli.

el comercio

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