Casi la mitad de los jóvenes bisexuales han considerado seriamente el suicidio durante el año previo, según arroja la macroencuesta sobre conductas de riesgo en población juvenil llevada a cabo entre 2015 y 2017 por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (los conocidos CDC) cuyos datos ha analizado The Trevor Project. Según esa misma encuesta, un 7% de los jóvenes se identifican a sí mismos como bisexuales, frente a un 2% que se identifican como gais o lesbianas y un 4% que en el momento de la encuesta no se identificaban claramente con ninguna orientación.
The Trevor Project, organización de la que ya hemos hablado en ocasiones anteriores que trabaja para prevenir el suicidio de adolescentes LGTB (a través, entre otros medios, de talleres escolares, material educativo, recursos online y asistencia a través de una línea telefónica de 24 horas al día) es la que ha dado la voz de alarma tras analizar los datos de la encuesta de los CDC (cuyo resumen puedes descargar aquí, si bien los datos que aquí aparecen muestran como un único grupo a los jóvenes LGB).
Según los datos analizados al detalle, un 48% de los jóvenes bisexuales habían considerado seriamente la posibilidad de quitarse la vida durante el año previo. Un 40% habían llegado a hacer planes concretos sobre cómo hacerlo y un 27% lo habían llegado a intentar. Dos tercios de los jóvenes bisexuales (el 66%) referían haberse sentido tristes y desesperanzados de forma continua durante dos o más semanas en el año previo, frente a un 49% de los jóvenes que se identificaban como gais o lesbianas y a un 46% de los que estaban seguros sobre su orientación sexual. Entre los jóvenes que se identificaban como heterosexuales este porcentaje cae al 27%.
Cifras que por otra parte son coherentes con el hecho de que un 36% de los jóvenes bisexuales reportaron haber sufrido acoso en la escuela, frente a un 27% de gais y lesbianas, un 24% de los que no estaban seguros sobre su orientación y un 18% de los heterosexuales. Por lo que se refiere al ciberacoso, también el grupo de jóvenes bisexuales es el que más lo ha sufrido: un 30%, frente a un 21% de los jóvenes que no estaban seguros sobre su orientación, un 20% de gais y lesbianas y un 14% de heterosexuales.
La encuesta arroja también datos muy inquietantes sobre el porcentaje de jóvenes que fueron obligados a mantener relaciones sexuales: un 21% entre los jóvenes bisexuales (más las chicas, un 24%, que los chicos, un 8%), frente a un 16% de gais y lesbianas (15% de las chicas y 17% de los chicos), un 12% de los jóvenes que no estaban seguros de su orientación (11% de las chicas y 13% de los chicos) y un 5% de los jóvenes heterosexuales (9% de las chicas y 2% de los chicos).
Otros datos referidos a la población juvenil LGB
Al margen de este análisis específico sobre el riesgo de suicidio entre los jóvenes bisexuales realizado por The Trevor Project, la encuesta de conductas de riesgo en población juvenil de los CDC (cuya metodología es compleja, pero que incluye datos de encuestas parciales llevadas a cabo tanto a nivel nacional como estatal y local) arroja datos muy significativos sobre la situación de especial vulnerabilidad de los jóvenes LGB en Estados Unidos. Por lo que se refiere a los intentos de suicidio propiamente dichos, por ejemplo, un 23% de los jóvenes LGB reportaban haberlo intentado en el año previo, frente a un 14,3% de los jóvenes que no tienen clara su orientación y un 5,4% de los heterosexuales.
El grupo de jóvenes LGB también era el que reportaba más episodios de violencia sexual con alguna pareja/cita/ligue: un 15,8%, frente al 14,1% de los jóvenes que no tienen clara su orientación y el 5,5% de los heterosexuales.
Invitamos a los lectores a indagar por sí mismos en los datos de la encuesta. Lamentablemente en este caso no se preguntaba por identidad o expresión de género, lo que impide extrapolar datos referidos, por ejemplo, a personas trans o de género no binario.
Bisexualidad: una situación de especial vulnerabilidad
Volviendo a la bisexualidad, lo cierto es que la realidad de las personas que se identifican a sí mismas como bisexuales sigue siendo de especial vulnerabilidad. Baste un ejemplo: en 2015 nos hacíamos eco de un estudio de la organización Human Rights Campaign, que hacía un balance del estado de salud de las personas bisexuales en base a diferentes fuentes. La investigación apuntaba a que la mayor prevalencia en este colectivo de numerosos problemas de salud se explicaba en buena parte por la ausencia de medidas preventivas, derivada de su especial vulnerabilidad. Muy especialmente de las mujeres bisexuales, que se someterían por ejemplo a menos pruebas de cribado, como la mamografía o la citología (para detectar precozmente cáncer de mama y de cuello de útero, respectivamente). Este peor acceso de las mujeres bisexuales a los cuidados de salud estaría explicado, al menos en parte, por la bifobia institucionalizada. Una encuesta en Reino Unido, por ejemplo, mostraba que solo un tercio de las personas bisexuales sienten suficiente confianza para hablar abiertamente con su médico sobre su orientación sexual, y casi la mitad de ellas han experimentado episodios de bifobia durante su contacto con los servicios de salud. Otro estudio de The Williams Institute, en Estados Unidos, mostraba que las personas bisexuales se sinceran significativamente menos que las personas gais y lesbianas cuando acceden a los servicios de salud.
Por lo que se refiere a la salud mental, el peso del estereotipo, la discriminación y la falta de soporte social se deja notar en mayores tasas de depresión, conductas adictivas, trastornos de la conducta alimentaria e incluso ideas suicidas. Según una encuesta de Human Rights Campaign de 2012, el porcentaje de jóvenes no LGTB que se reconocían como «muy felices» ascendía al 21%. Entre los jóvenes que se reconocían como gais y lesbianas ese porcentaje se reducía al 8%, mientras que entre los que se reconocían como bisexuales se quedaba en el 5%.
Lo decíamos entonces: hablamos de estudios que hacen referencia a la realidad anglosajona, pero no hay razones de peso para pensar que en España o América Latina, cuyo colectivo bisexual está especialmente invisibilizado, la situación sea mejor. En definitiva, las personas bisexuales no son, por desgracia, esas personas felices y despreocupadas, afortunadas por «tener más posibilidades» que el resto y adornadas por un aura de modernidad y cosmopolitismo que muestra el cine o la televisión, cuando no promiscuas o viciosas. Se trata, por el contrario, de un grupo vulnerable, con dificultades durante la adolescencia y juventud para asumir su propia orientación por falta de referente sólidos, con frecuencia menospreciado por el resto del colectivo LGTB, y que en el caso de las mujeres y/o de las personas transexuales añade estigmas y dobles o triples discriminaciones. Una situación que urge revertir.