Unirse para prevenir el suicidio

Los afectados en Lanzarote por fallecimientos de familiares plantean la posibilidad de crear una asociación donde puedan acudir las personas que han pasado por esta experiencia

Depressed young woman sitting on floor in empty room,sad depression female.

Cuando ya se marchaban los servicios de Urgencias, que se llevaban el cuerpo de su padre, la doctora que iba con la ambulancia les preguntó a Rebeca y a su madre si ya les habían dejado “la ayuda”, y señaló una pastilla que había dejado sobre la mesa. Su padre se acababa de suicidar de una forma completamente inesperada. No había dado señales y no acumulaba factores de riesgo: tenía trabajo, familia, no bebía, no había sufrido depresiones… El shock fue tremendo y después vino la soledad para afrontarlo. “El apoyo a los familiares no existe, te ves sola, te da vergüenza, crees que vas a ser juzgada y hasta te sientes responsable”, dice Rebeca.

Los protocolos ante los suicidios son muy escasos y en Lanzartoe no los hay. El suicidio sigue siendo uno de los grandes tabúes en la sociedad. Apenas se habla de él, ni en el ámbito privado ni en el público. Sin embargo, en Lanzarote, según los últimos datos que se conocen, de 2015, hubo diez suicidios y en España esa misma cifra es la que se registra cada día. Según el Instituto Nacional de Estadística, el año pasado se suicidaron en el país 3.569 personas, de las que tres de cada cuatro fueron hombres.

La revista Encuentro, que edita la Confederación de salud mental de España, publicó el año pasado un amplio reportaje sobre el suicidio en el que se dice que la magnitud del problema es “aún mayor de lo que parece, ya que, por cada una de estas personas, se estima que hay otras veinte que lo intentan.

El suicidio -continúa- es la primera causa de fallecimiento no natural en España desde hace 11 años, y el número de víctimas triplica al de accidentes de tráfico. Es, en definitiva, el mayor problema de salud pública de Europa, según reconoce la Organización Mundial de la Salud”. Según esta estadística, cada año en la Isla habría unas 200 personas que intentan quitarse la vida.

El 8 de noviembre de 2017, solo unos días después del suicidio del padre de Rebeca, Pedro se quitó la vida en Madrid. Tenía 23 años y dos hijos y tampoco había dado pistas de lo que iba a hacer: no tenía una enfermedad mental, no había tenido depresión y no parecía tener motivos, igual que el caso anterior. Trabajaba de croupier en el Casino de Madrid y estaba preparando su boda. Su madre, Marta Ceñal, vive en Lanzarote: “Primero es un shock y después empiezas a indagar el camino; busqué a gente que hubiera pasado por lo mismo y no encontré nada porque la gente lo suele ocultar, nadie se atreve…”.

Así que Marta creó una página de Facebook, El descanso de Pedro, para visibilizar el problema y reunir a personas que han pasado por lo mismo. Ya hay 500 seguidores de la página y ha recibido multitud de mensajes privados

Francisco de Sande es el jefe de la sección de psiquiatría del Hospital José Molina Orosa. Afirma que, efectivamente, hay que hablar de ello, por dos motivos: para ayudar a los familiares y para intentar prevenir. “Llega un momento en que hay que hablar”.

Ante lo abrumador de los datos, (“no caben más debajo de la alfombra”, dice) recomienda hablar tanto en el contexto familiar como en público. Pero, ¿se puede prevenir? “Es complejo -contesta- pero hay que eliminar mitos. Preguntar sobre ello a quien se le ha pasado por la cabeza puede ser un gran alivio”.

Marta incide en la importancia de derribar mitos: “Hay que prestar atención y preguntar si se ha pensado en el suicidio, de forma directa, darle la importancia que merece, no pensar nunca que es una tontería”. Ceñal dice que por hablar de ello en los medios de comunicación tampoco se reproduce. Se refiere al efecto Werther, que nace de la novela de Goethe Las penas del joven Werther, publicada en 1774, en la que el protagonista se quita la vida y que provocó suicidios similares entre los jóvenes.

De Sande dice que hay que encontrar un punto intermedio: informar sobre los suicidios, hablar de ellos, dar cifras, pero no dar los detalles, que puede ser lo que más se imite. Los medios de comunicación, en todo caso, sólo cumplen a medias la prevención ante este efecto. No se informa de suicidios o se dan rodeos, pero cuando el suicida es un famoso se dan todo tipo de detalles y son los casos que mayor efecto mimético podrían provocar.

Además de que preguntar no induce a ello, hay otros mitos que romper: “No solo se suicidan personas con trastornos mentales, no es algo marginal; el psiquiatra no lo cura todo; y, en la Isla, el viento no tiene nada que ver”, puntualiza Sande.

El jefe de psiquiatría habla de factores de riesgo: ser hombre, no tener trabajo, la soledad, consumo de drogas o alcohol o enfermedades mentales, pero son solo factores. Los dos casos anteriores no encajan en este perfil. Por eso señala que prevenir a cinco años vista “no es tan fácil” y que la prevención debe hacerse antes, mejorando las condiciones de vida, aunque esto tampoco es una garantía, ya que las condiciones de vida generales de la población han mejorado y el suicidio ha aumentado.

De Sande dice que se prevé que la depresión sea en el futuro la primera causa de discapacidad y, como curiosidad, señala que unos de los profesionales con mayor porcentaje de suicidios son los médicos y, dentro de ellos, los psiquiatras y los anestesistas. La asociación La Barandilla, que tiene un teléfono contra el suicidio (910 380 600), añade a los guardias civiles y los policías entre los oficios con un mayor índice de suicidios.

Uno de los problemas sigue siendo cómo actuar cuando alguien cercano o uno mismo verbaliza la posibilidad de quitarse la vida. En primer lugar, “hay que suponer que hay algo real y, de hecho, esa idea se le pasa a mucha gente por la cabeza, siendo en la adolescencia más común.

Además de hablar de ello, el psiquiatra recomienda acudir al médico de cabecera y plantearlo. El médico, a su vez, hará una interconsulta y, en función de la gravedad, derivará al paciente al especialista o a Urgencias.

En el Hospital José Molina hay un psiquiatra de guardia las 24 horas del día. En la Unidad de Salud Mental hay dos psiquiatras a tiempo completo, uno a tiempo parcial, psicólogos y trabajadores sociales.

Pero ese itinerario no siempre se cumple. Marta dice que tras la muerte de su hijo comenzó a indagar y a entender. “Están avisando y no los entendemos. Mi hijo incluso se despidió, pero no supimos interpretarlo”. Dice que cuando hablan de la muerte, “ya tienen en su mente quitarse la vida, no están llamando la atención, lo están anunciando”. Y añade: “Se pueden sentir fracasados, que no son de este mundo, necesitan hablar con alguien y no son egoístas sino personas que sufren y quieren dejar de sufrir. Tienen un gran dolor y no ven salida. Sobre la atención médica a los familiares, dice que la Seguridad Social “te da media hora a la semana”.

Ella se incorporó al trabajo solo cinco días después de la muerte de su hijo, pero “no se termina de superar nunca”. “Me levanto y acuesto pensando en él”, dice. Rebeca y su madre, Raquel, también hablan de que la atención es escasa porque “te citan tarde”. “Yo fui una vez y mi madre dos porque te ven de mes en mes”, explica Rebeca, que añade que a la pérdida hay que sumar la incomprensión: “Hay que lidiar con comentarios de todo tipo”.

A su madre, el médico le dijo que el suicidio fue una decisión, pero no está de acuerdo: “Eso es un problema no detectado y no es ni de valientes ni de cobardes, sucede porque hay un trastorno”. Lo que pide Rebeca es que se cree algo donde puedan acudir los que lo han pensado porque hay gente que no se lo quiere contar ni a su familia para que no piense que está loco, ni a su médico. “Un sitio donde se guarde discreción y que no se sientan solos, que vean que hay otras personas que han pasado por lo mismo”, pide.

Por eso cree que podría ser buena idea hacer una asociación también para ayudar a llevar el duelo. En eso coincide con Marta, cuyo objetivo es el de crear una asociación en 2019 que reúna a personas que han pasado por esto y donde se enseñe a detectar indicios de ideas suicidas.

Marta señala la importancia de que se hable en los medios de comunicación porque “si se habla de ello es más probable que se dote de fondos. Si es un problema oculto, del que no habla nadie, pues quedará así. Francisco de Sande señala que le parece una buena idea que se creen este tipo de asociaciones porque es más fácil superarlo con ayuda, “pero con cuidado para que no se convierta en un concurso de a ver quién está peor”, señala.

DIARIO DE LANZAROTE

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