Según el psicólogo Miguel de Zubiría*, todos los padres deberían hacerse estos cuestionamiento sobre sus hijos al menos una vez al año para ver el riesgo que tienen de quitarse la vida.
Ningún sufrimiento semeja al del suicidio de un hijo: es horrendo, demoledor, desconcertante, indescifrable… Los padres quedan con un centenar de preguntas y sin ninguna respuesta. “Siento un vacío profundo y cien preguntas sin respuesta”, nos dicen cuando vienen a nosotros los psicólogos.
Hace diez años atrás les hacíamos un cuestionario a los padres con hijos que tenían intentos de suicidio y que venían a nuestra consulta en la Liga Colombiana contra el Suicidio. La idea era saber cómo los veían ellos y si había algún asomo de apatía u otro problema que nos indicara su riesgo. Era un examen muy completo de 107 preguntas, y luego de responderlas los padres, molestos, nos decían “¡por qué nadie nos formuló estas preguntas antes!”. La respuesta es porque todavía, tristemente, conocemos poco el suicidio. Pero se avanza a gran velocidad.
Ahora en la Liga hemos reducido ese gran cuestionario a solo seis preguntas iniciales. Curiosamente, esas preguntas sirven tanto para indagar lo negativo, es decir el problema, pero también para lo positivo, la felicidad de los jóvenes. Apuntan al buen vivir desde la psicología afectiva, con su magnífico tema de la felicidad.
Años atrás les respondí a algunos padres que tal vez les ayudaría saber por qué yo, que soy el experto y el psicólogo, no me suicido. Los padres se sorprendieron. Esas preguntas se la hacía el escritor Albert Camus a sus estudiantes al comenzar el semestre y las respuestas dejaban ver motivos para vivir de cada quien. Esas preguntas hoy me las formulo yo con frecuencia y se las hago a mis hijos y también a mis nietos. Son seis preguntas que me ayudan a entender el rumbo de mi vida y a tomar decisiones a tiempo. Cuando al responderlas resulta que el joven tiene dos o más respuestas negativas o que indican la presencia de factores como apatía y soledad, empleamos de nuevo el viejo cuestionario del centenar de preguntas, y de confirmar las sospechas remitimos de inmediato al joven a psicología o psiquiatría.
Lo óptimo es crear una barrera de contención desde el hogar y desde los colegios y universidades, a tiempo, antes del primer intento. El próximo año aplicaremos a gran escala una posible vacuna contra el suicidio para estudiar su impacto que será tema de otro artículo en el futuro; con esta vacuna, en el peor caso, los jóvenes que la reciban tendrán mayores metas, sueños, ilusiones, motivaciones… ¡y auto conocimiento, el antídoto esencial! Una advertencia básica la propone mi amigo el psiquiatra José Posada, quien afirma que “ni todos los que tienen depresión intentan suicidarse, ni todos lo que intentan suicidarse están deprimidos”. Estas son las preguntas.
1¿Formula ideas pesimistas, esbozos de suicidio, o intentos leves o francos?
A las ideas suicidas siempre hay que prestarles atención. Hay que conversar con el joven cuando aparece esta pregunta para valorar su firmeza, a fin de tomar la mejor decisión en cada caso. Nunca subestimarla. Conozco muchos padres que la subestimaron y para ellos fue demasiado tarde.
Esta pregunta en versión positiva sería ¿Mi hijo demuestra alegría de vivir, plenitud, optimismo, entusiasmo? Si resulta que sí, es un antídoto magnífico: la alegría de vivir, dice mucho del joven y más aún de sus padres.
2¿Sufre de una intensa o de varias y prolongadas tensiones? Tiene estrés, conflictos, problemas?
Una pregunta inicial a manera de reflexión ¿Qué ratones luchan más por su vida: los de laboratorio o los de las alcantarillas?
Se cree que la causa del suicidio es una, la causa. Sin embargo, pueden saber varias razones que actúan al unísono, debilitan al joven y le hacen frágil ante el sufrimiento. En particular, si esas causas son duraderas y el joven las siente inescapable, que es lo que llamamos en psicología la desesperanza aprendida, es preocupante.
Y la respuesta a la pregunta inicial es que los ratones más luchadores vienen de alcantarillas, y luchan por su vida hasta el último instante. Y la diferencia entre unos y otros es enorme. ¿Qué se puede extraer de ese ejemplo para nuestros hijos? que la fortaleza de su personalidad y capacidad para afrontar situaciones difíciles es una poderosa arma, un valioso escudo. Pues siempre hay situaciones difíciles, dolorosas, tensas, sin remedio, la dificultad parece ser la materia fundamental de la existencia. Y los mejores padres forman esta gran cualidad para superarla en sus hijos.
3¿Considera su vida infeliz?
En el día a día de su hijo, ¿predominan los sentimientos positivos de alegría, aprecio, plenitud, optimismo, o por el contrario, los negativos, de tristeza, ansiedad, pesimismo? Más jóvenes de los que piensa son infelices; cuando les hacemos a ellos esta pregunta su respuesta corriente es: “Nunca antes nadie -ni mis padres, ni profesores- me lo preguntó, nunca hablamos de la infelicidad. Mil gracias por hacerlo”. Y dan su respuesta. Tarea positiva fundamental de los padres y colegios es formar muchachos que lleven las mejores vidas posibles: felices. ¿Qué enseñarles? Tal es la cuestión. Pero una cosa es clara: no solo hay que enseñarles conocimientos.
4 ?Goza su hijo de auto confianza y auto valoración?
Pocas virtudes superan estas dos cualidades, sobre todo por una razón: lo acompañarán hasta su último momento y además, porque la única persona de quien no podemos separarnos es de nosotros mismos. Hay que preguntarse si ellos, los jóvenes, se ven como valiosos para sí mismos, no solo para sus padres, ni siquiera para sus profesores. De verdad cree que tiene destacadas cualidades humanas: cariñoso, generoso, abierto, solidario, de iniciativa, decidido, emprendedor… ¿Cuáles cualidades ve en sí mismo?
5¿Es solitario, con regulares o pobres con sus compañeros y amigos en el colegio, o con sus familiares en su hogar?
De las evidencias más firmes que hay en la psicología actual es que los buenos y abundantes vínculos con otros son cruciales para el bienestar subjetivo o felicidad. Cada uno es fuente continua de cuatro sentimientos magníficos: expectativa, interacción, autosatisfacción, y la sensación de logro. Vienen con sus cuatro neurotransmisores asociados, la dopamina, la oxitocina, las endorfinas y la serotonina, toda una farmacia de bienestar. Ni qué decir, durante la adolescencia, cuando tejer vínculos y relaciones positivas parece ser la tarea central en la cual fracasan –tristemente- millones de muchachos… solos.
Esta pregunta en versión positiva es ¿fomenta y promueve las cualidades interpersonales e íntimas de su hijo? Si así es, magnífico.
6¿Es su hijo apático, desmotivado, de pocas iniciativas y pobres sueños?
Esta pregunta nos conecta con un gravísimo problema de psicología actual, la apatía o infelicidad motivacional: millones de jóvenes sin proyectos, anhelos, sueños, motivaciones ni auto motivación. Para mí, la mayor cualidad psicológica de un joven actual, la auto motivación, el emprendimiento, la alegría de vivir. Si disfruta de intensos proyectos, anhelos, sueños, motivaciones… auto motivación maravilloso. ¿La posee tu hijo?
Estas preguntas no son solo para jóvenes suicidas, enriquecen las conversaciones de los mejores padres con sus hijos, atentos a sus cuestiones esenciales: la esencia del amor entre padres e hijos.