El periodista de ‘Diario de Navarra’ y miembro de la comisión para la prevención del suicidio del Gobierno foral publica un libro con reflexiones y pautas para que los medios aborden una realidad que causa el doble de fallecidos que el tráfico
El periodista de Diario de Navarra Gabriel González Ortiz (Artajona, 1978), miembro desde 2014 de la Comisión Interinstitucional para la Prevención de las Conductas Suicidas del Gobierno de Navarra, sintió hace unos meses la necesidad de que los medios de comunicación rompan el silencio en torno al suicidio y aprendan a tratarlo. Convencido de que el trabajo conjunto de agentes de prevención y periodistas puede conseguir efectos positivos, ha publicado el libro Hablemos del suicidio. Aunque inicialmente pensó en dedicarlo a sus padres, “por todo”, finalmente lo ha hecho a los supervivientes, que son los familiares de quienes se quitan la vida, porque “están arrastrando un sufrimiento desgarrador, cargan con sensación de culpa, sufren el estigma y el tabú que envuelve esta problemática en la sociedad y son los que nos reclaman con mayor ahínco a los medios que por favor hablemos de una vez del suicidio”. Casado y con dos hijos, es periodista en la sección de Sucesos y Tribunales, y en mayo fue premiado por La buena prensa por su labor en el juicio de La Manada.
¿Cómo actuaba antes de 2014 cuando en emergencias le informaban de un suicidio?
Creo que en Navarra hemos trabajado de forma bastante responsable con los servicios de prensa de emergencias y policías. Si no había tenido trascendencia pública, no se publicaba, y si la había tenido, lo publicabas en función de las consecuencias públicas que hubiera tenido. De todas formas, estos casos eran contados.
Dice que el libro nace de una necesidad.
En esta comisión interinstitucional he aprendido que hay una necesidad de que los medios pongamos este tema sobre la mesa y rompamos este silencio. Pero que hablemos bien, para poder sumarnos como un agente más a la prevención. Porque, si hablamos mal, podemos provocar el efecto contagio. A raíz de charlas que ofrecí con profesores de periodismo, psicólogos y expertos en salud mental vi que el tema interesaba y decidí escribir lo que había aprendido en la comisión y lo que he aprendido como periodista. Me animaron a publicarlo porque no existen libros, al menos en castellano, que aborden este tema.
Habla de una guía de la Organización Mundial de la Salud.
Sobre cómo movernos los medios en los casos concretos, pero es muy esquemática y tiene ya 18 años.
Seguro que no le sorprenderá que sus recomendaciones se desconozcan.
Llevo 20 años trabajando como periodista y hasta que en 2014 no entré en la comisión no sabía que existían. Los periodistas hemos cometido muchos errores, pero gran parte por eso: porque tenemos desconocimiento absoluto de esas normas y nos ha faltado formación.
También ha dicho que esas recomendaciones están obsoletas.
Son de 2000, cuando como medios de comunicación solo existía la prensa, la radio y la televisión. Si en esos tres medios evitabas los riesgos que pueden llevar a un efecto contagio, la población tenía más difícil acceder a esos riesgos. Pero hoy en día todo ha saltado por los aires con las redes sociales e Internet. Por eso pienso que esas directrices merecen una revisión.
De hecho, le he oído decir: “Si no lo contamos nosotros [en referencia a los periodistas], lo van a contar otros”.
Así es. El Consejo Audiovisual de Cataluña elaboró un informe en mayo del año pasado buscando en Internet todos los contenidos asociados al suicidio. En Google aparecían 18,7 millones de resultados. El Consejo estudió una muestra bastante amplia de este total y concluyó que el 10% (1,8 millones de resultados) eran contenidos de riesgo. Hicieron la misma búsqueda en YouTube y determinaron que más de medio millón de contenidos eran de riesgo. Es decir, ya se está hablando del suicidio, pero no lo hacen precisamente los más indicados. Por eso creo que los medios de comunicación, asesorados por los profesionales que saben de este tema, debemos dar un paso al frente, ejercer nuestra jerarquía y cumplir con nuestra función de servir a la sociedad. Tenemos que contribuir a cambiar la conversación pública en torno al suicidio.
Tras su contacto con expertos y familiares de quienes se han suicidado, ¿sabe decirme por qué el suicidio sigue siendo un tabú?
El tabú está muy arraigado en nuestra sociedad: hasta hace solo 34 años se prohibía en España enterrar en los cementerios a quien se quitaba la vida. Ese silencio ha cristalizado en la sociedad, se mantiene y es muy difícil romperlo. Propongo que los medios comiencen a hablar del suicidio, y, si realmente se produce ese cambio y nos sumamos a la prevención, los efectos se notarán a medio-largo plazo. El tabú, el estigma y la vergüenza asociados al suicidio están muy instaurados en la sociedad.
Los supervivientes le han hablado de la incomprensión del resto, de que no se les pregunta cómo se encuentran y de que no se les habla del familiar que se suicidó.
Los familiares me transmiten que ese silencio que impera en la sociedad agrava un duelo que ya de por sí debe ser insoportable. El estigma y la vergüenza que rodea esta muerte ha llevado a mucha gente a pensar que algo raro estaría ocurriendo en esa familia, que algún problema tendría -cuando puede ocurrir en cualquiera-, lo que se convierte en una carga añadida que a muchos les lleva a ocultar el suicidio.
Cuando entre 50 y 60 personas se quitan la vida cada año en Navarra… una barbaridad.
Es que la gente desconoce esta realidad, y entonces es imposible que reclame a los gobiernos políticas mucho más decididas para intentar prevenir este problema de salud pública tan tremendo. Esa cifra en Navarra es el doble que fallecidos en accidente de tráfico. En España en 2016 murieron 3.569 personas por suicidio, el doble que de tráfico, 12 veces más que por homicidio y 81 veces más que por violencia de género.
Y, sin embargo, de accidentes de tráfico y violencia de género se habla y hay campañas continuas.
Cuando en 1993 los fallecidos por accidente de tráfico eran más de 6.000, la DGT hizo una encuesta para conocer la opinión de la sociedad española: más del 80% pensaba que los muertos no llegaban a 800, e inició campañas de comunicación y de publicidad para mostrar que no era un problema del vecino, sino de todos. Lo mismo ocurrió con la violencia de género, y gracias a la difusión del problema la gente lo ha conocido. El conocimiento es el primer paso para interesarse sobre este problema, para conocer las señales de alarma que llevan a una persona a quitarse la vida y poder reaccionar ante ellas, para ayudar a los familiares que han perdido a un ser querido por suicidio, para eliminar el estigma…
Dice en el libro que los periodistas no tenemos formación para tratar el suicidio, pero tampoco lo teníamos de violencia de género, y nos volcamos. ¿Por qué no actuamos igual con el suicidio?
Precisamente por ese miedo a provocar el efecto contagio: no ha habido una relación entre los profesionales que trabajan en la prevención y los periodistas, y es lo que deberíamos cambiar ahora. Los periodistas hemos cometido muchos errores al abordar este tema, pero es imprescindible que todos los profesionales de la prevención del suicidio se acerquen más a los medios.
¿Qué hacemos mal?
Los expertos coinciden que un suicidio no puede achacarse a una sola causa, sino que es la confluencia de diversos factores. De modo que, si publicamos que un personaje famoso se ha suicidado por depresión, por ejemplo, una persona en su misma situación puede pensar cómo va a poder él con su problema si la persona famosa que lo tiene todo no ha podido. En cambio, si los medios trasladamos testimonios de personas que han superado la depresión, el mensaje que llega tiene un efecto contrario: “Si él lo ha superado, ¿por qué no yo?”.
Como recoge que hizo Mercedes Milá en Salvados [fue entrevistada sobre su depresión superada por si ayudaba a otras personas].
Es un ejemplo de buen periodismo. Salvados dedicó un programa en prime time a la depresión y tuvo más de dos millones de espectadores. Estoy convencido de que programas como ese están ayudando a prevenir el suicidio sin tratarlo explícitamente.
En el libro recuerda las estrategias de comunicación de Tráfico.
Abogo por adaptarlas. Ya antes de 2007, cuando se endureció el Código Penal, los accidentes habían empezado a bajar, y no porque los medios los cubriésemos mejor, sino porque se identificaron las diferentes causas y se focalizaron campañas con el cinturón de seguridad, la velocidad, el alcohol, las drogas, el estado de los vehículos, las carreteras… Propongo que nos volquemos en las causas del suicidio y hagamos un periodismo que intente eliminar los estigmas de la depresión, de los problemas de salud mental, que trabajemos los abusos de sustancias, el acoso escolar, otros tipos de violencia…
Critica que los medios no hemos cumplido nuestra labor de ser taquígrafos de la actualidad.
Es que es así: no estamos contando lo que está pasando. Cuando la gente te pregunta cuántas personas se suicidan al año en Navarra y les dices que entre 50 y 60, se llevan las manos a la cabeza. No abogo por contar los casos concretos, ya que la mayoría ocurren en el ámbito privado y por respeto a las familias no deben ver la luz. Abogo por contar la realidad, ya que, a base de callar los casos concretos, hemos silenciado esta problemática general.
Hasta los familiares le piden informaciones periódicas.
Una de las razones por las que escribí el libro fue mi contacto con ellos. Y son los que más nos reclaman que por favor rompamos ya ese silencio. Cuando una madre cuyo hijo se ha suicidado te transmite el dolor que sufre y te implora que los medios encontremos la forma de hablar de esta realidad no podemos mirar hacia otro lado. Cecilia Borrás, cuyo hijo se suicidó, es una psicóloga que fundó una asociación de supervivientes y tiene una frase muy ilustrativa: “Nadie muere por hablar del suicidio. Lo que mata es el silencio”. Lo que más hemos contagiado los medios de comunicación es el silencio, que lleva a que las personas que sufren se lo guarden, que haga mucho más doloroso el duelo de los familiares y que no ayude a que las diferentes administraciones se sientan presionadas a dar un paso al frente y establezcan por fin un plan de prevención en España.
Hasta ahora, ya que la ministra de Sanidad ha anunciado una estrategia de prevención.
Lo leí la semana pasada y me llevé una alegría. Una de las pautas de la ministra es además involucrar a los medios para reducir el estigma, el tabú y la vergüenza que rodea a estas muertes. Prevenir el suicidio es un reto para toda la sociedad. Que en un año en España se suiciden 3.600 personas es un fracaso como sociedad.
Y no habría por qué partir de cero: en el libro detalla campañas que han funcionado en otros países.
Cuento ahora dos. En Japón, en el bosque Mar de Árboles, el segundo lugar del mundo con más suicidios, colocaron un cartel a la entrada. “La vida es un regalo de tus padres. Piensa en ellos, en tus hermanos y en tus hijos”, decía. Los suicidios se redujeron un 10% el primer año. En el puente Mapo, en Seúl, pusieron sensores de movimiento, y, a cada paso de los viandantes, se iluminaban mensajes que apostaban por la vida. En los siguientes tres meses los suicidios se redujeron un 85%.
Al inicio le he preguntado cómo actuaba como periodista antes de formar parte de esta comisión. ¿Cómo actúa ahora?
Sigue siendo un tema muy difícil de afrontar. Y, a pesar de estar involucrado en esta comisión, también me he equivocado. Trabajo en la sección de Sucesos y Tribunales, donde se reciben llamadas complicadas. La más dura fue del familiar de una persona que se había suicidado: me reprochó cómo habíamos informado de un suicidio. Y lo hizo de una manera tan exquisita que me desarmó. Si yo, que en teoría conozco más esta realidad, me he equivocado, cómo no lo van a hacer otros que la desconocen. Sin obviar que muchos tratamientos, y no hablo de Navarra, son muy sensacionalistas.
Entonces, más que nunca, trabajo conjunto.
Eso es. Si periodistas y agentes de prevención empezamos a trabajar estrechamente como lo hacen en violencia de género o en tráfico, se pueden conseguir efectos muy positivos. Para este libro contacté con la presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, Ángeles Carmona, y me dijo: “Informar sobre violencia de género puede salvar vidas”. ¿Por qué no intentar lo mismo con el suicidio?