Suicidio, la muerte silenciada

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Tras dos mandatos del Congreso, España sigue sin un Plan de Prevención para una lacra sin campañas estatales, que no se estudia en la universidad y que cuesta 10 vidas al día

Clara tenía 14 años y en su biografía ya había renglones de bullying con cuatro hospitalizaciones por intentos de suicidio. Decía que si moría dejaría de sufrir y hacer sufrir a su madre. Así que al psicólogo se le ocurrió presentarle a una madre cuya hija, 14 años también, se había suicidado.

– ¿Quieres saber cuál es la realidad cuando te matas?

Consuelo, la madre noticia, le contó cómo era su vida. Y, mientras, el psicólogo pactó con la niña un contrato de no suicidio: «Cuando vayas a quitarte la vida, antes habla conmigo. Y luego, si quieres, lo haces».

Una noche, Clara llamó al psicólogo. Pero el móvil de Javier estaba sin batería. Y entonces, la niña, aquella anciana biografía del dolor, marcó el teléfono de Consuelo.

Clara estaba en la cornisa de un sexto piso.

El suicidio. La última orden del sufrimiento. La primera causa de muerte no natural en España desde hace 11 años. La epidemia que no abre telediarios. El problema de salud sin anuncios en la tele, ni euros en los presupuestos, ni asignatura en las universidades. La muerte de 10 personas y 20 intentos al día. El final de 3.569 seres humanos en 2016.

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Ya es julio. Se cumplen ocho meses desde que el Congreso votara por unanimidad pedir al Gobierno, al de Rajoy, un Plan Nacional de Prevención del Suicidio en un plazo de seis meses. El límite se agotó en mayo, y España sigue sin un Plan estatal en acuerdo con CCAA y profesionales sanitarios, educativos y sociales. Un Plan que preveía «programas con pautas para familiares, educadores, sanitarios y agentes sociales» y difundía «información para disminuir el estigma del suicidio». Como el Congreso había pedido en 2012.

«En mayo, la aún ministra Dolors Montserrat me habló de un Plan de Salud Mental que haría una referencia al suicidio. Pero eso no es lo hablado. Hace falta un ente específico. El suicidio duplica las muertes de tráfico. ¿Ha visto usted alguna campaña pública de prevención del suicidio? No se destina ni un euro. Lo dice la OMS: problema de salud y objetivo prioritario mundial».

Es Íñigo Alli, diputado de UPN y autor de la propuesta aprobada en noviembre. Ocho meses después, Alli prepara un acto en el Congreso con colectivos que tratan el suicidio. «Exigiremos un plan nacional contra este drama del que nadie habla».

Ni siquiera la Universidad. El tratamiento ante el suicidio no existe como asignatura. En ninguna facultad de Psicología y Medicina es materia troncal esta acción suprema del dolor. «Los psicólogos y los psiquiatras no tenemos formación. No nos enseñan técnicas de intervención en ideación suicida. Se cita en algunas asignaturas, pero no estamos preparados para ayudar. Nadie nos ha entrenado». Se llama Aminta Pedrosa. Es licenciada en Psicología Clínica y de la Salud por la Complutense. Experta en intervención en crisis, bucea en ese mundo de decisiones sin retorno. «La persona siente que no tiene otra forma de enfrentarse al dolor de los pensamientos y emociones de ese momento». «Hay que facilitar que pueda hablar de ello, decirle que no existen los cambios inmediatos, enseñarle técnicas de meditación, asertividad y estrategias para identificar lo que le hace sentir peor. Dar afecto. Estar disponible. No alarmarse, ni cuestionar, ni dar charlas moralistas. No desesperarse, ni enfadarse, ni culpar, ni comparar». Y el tabú dentro del tabú: «Aceptar que el suicidio es una opción de todos, nosotros y ellos, en vez de intentar convencer de que no es una alternativa».

Esta psicóloga firma una iniciativa insólita. Ha escrito a todas las universidades de España que imparten Psicología, Medicina, Enfermería, Terapia Ocupacional y Trabajo Social «para que se incluya una nueva asignatura en el plan de estudios: Psicología, Intervención y Prevención del Suicidio y las Conductas Autolesivas». Una asignatura troncal en el Plan Educativo de Grado de cada carrera «que prepare a las futuras profesionales ante conductas suicidas». «Es el caso más complicado para un profesional de la Salud Mental. Incompetente para ayudar a algo que afecta a toda especialidad».

¿Respuestas? «Silencio o interés. Pero muy pocas universidades van a valorar la inclusión de la asignatura».

Suicidio, la muerte muerta.

Javier Jiménez, director de la Asociación Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (AIPIS), lleva estudiándola desde 1994. «Sólo con la información de los 34 Institutos de Medicina Legal salen 1.000 suicidios más que los del INE. Hay suicidios que pasan como accidentes. Y es que hay que demostrarlo: o alguien lo cuenta o hay una nota. Y menos del 20% de los suicidas deja nota. Muchas veces, la Comisión Judicial escribe ‘ingesta accidental de fármacos’ o ‘precipitación accidental’. A las comisiones sólo les interesa que no haya sido un homicidio. Nadie les pide explicaciones. En España, el suicidio no se mide bien».

Jiménez dice que el INE no refleja la causa desencadenante del suicidio. Y que se usa a los muertos como munición. «Se suicidan tres hombres por cada mujer. Se dice que es por la ley de violencia de género, pero es la misma proporción que en cualquier país. Las mujeres lo intentan tres veces más, pero fallan más porque sus métodos son más lentos».

¿Por qué nos suicidamos? «El suicida no quiere dejar de vivir, quiere dejar de sufrir. Cree que va a sufrir siempre con la misma intensidad y piensa en acabar con la vida. Tiene cierto sentido, porque eso no es vida. Pero el suicidio es una solución radical para un problema temporal».

Javier Jiménez es el psicólogo que trató a Clara [nombre falso para una vida verdadera], la niña con la que arranca esta historia. Fue él quien le cruzó en la vida a Consuelo [nombre inventado para una mujer real], la madre huérfila de esta historia. «A veces usamos estrategias extremas para situaciones extremas. Intentamos que no se suiciden ese día».

Algunos sábados, de madrugada, la AIPIS reúne a 25 familias «supervivientes», personas que perdieron a personas. «Son citas a lágrima viva. Hay familiares con ideaciones suicidas por sentimiento de culpa. Sienten que no pudieron pararle. Aquí tratamos de desbaratar la culpa. Es infundada, irreal. Nadie se suicida por discutir o por negarle un beso».

En ello anda desde 2012 Después del Suicidio-Asociación de Supervivientes, familiares que vivieron una muerte por suicidio y apoyan a otros en el duelo. «Es devastador. Nos sentimos culpables y buscamos respuestas que nunca hay. El suicidio es una muerte con efectos en otras vidas». Es la psicóloga Cecília Borràs, directora del colectivo y madre de Miquel, hijo ausente desde 2009. O no.

«El sufrimiento no está bien visto en la sociedad. En el hospital tratamos de no juzgar el malestar del otro, validarlo, entenderlo. No te pedimos que te apetezca ducharte, sino que te duches porque eso dignifica».

Es Thais Tiana Sastre, que trabaja con la psiquiatra Aina Fernández en el Programa de Prevención del Suicidio del Hospital Sant Pau de Barcelona. «Se trata de que el paciente aprenda a vivir con esos pensamientos sin que sean una orden. La clave es darse permiso para que, aun queriendo morir, pruebe otras cosas». El programa dura cinco meses. «Los objetivos son la contención de la crisis, las necesidades de la persona, el manejo del estrés y la tolerancia al malestar». Y sugiere al paciente un «compromiso de no pasar al acto».

– Matarte siempre lo vas a poder hacer. Te pedimos que te puedas dar un tiempo, no coger esa opción ahora. Quizá si tuvieras otras condiciones de vida, la vivirías. ¿Te ves con ánimo de mantenerte con vida hasta la próxima cita?

Suicidio, tabú con mitos. Los desmonta el Observatorio del Suicidio:

-«Quien se suicida quiere matarse». Falso. Nadie quiere morir y menos matarse, quiere dejar de sufrir. Nadie que es feliz se suicida.

-«Quien lo hace no lo dice y quien lo dice no lo hace». No. Muchos suicidios están precedidos por señales.

En Estrategias contra el Suicidio, la Fundación Salud Mental lanza una vacuna: «El suicidio se puede prevenir, sólo hacen falta políticas inexistentes en España. Hablar sobre suicidio ayuda a prevenirlo».

Y Clara no saltó.

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