“El campo no es bueno. La gente bebe y pelea y no hay noche en la que podamos dormir bien. Beben por la noche y luego entran en la gran tienda blanca en la que duermen y patean las puertas, por lo que no podemos dormir. Después de tener que dormir en el aparcamiento enfermé por el frío. Tenía mucho miedo. Ellos quemaron las tiendas cercanas a las nuestras”.
Este es el estremecedor testimonio de Farzin, un niño iraní que vive desde hace cinco meses con su padre en el campo de refugiados de Chios. Algo similar a lo que cuenta Mina, una niña iraní de tan solo 7 años que ha vivido con su familia en la isla de Leros durante 6 meses. “No hay nada bonito aquí así que no hay ningún momento bueno durante el día. Este lugar es como una prisión y solo quiero volver a casa. No quiero estar aquí”.
Dos historias que retratan la realidad cotidiana de más de 5.000 niños que se encuentran atrapados en condiciones infrahumanas en las islas griegas, víctimas del tratado entre la Unión Europea y Turquía. Con el objetivo de arrojar luz sobre esta situación, la organización humanitaria Save the Children ha llevado a cabo una investigación que ahora publica en un informe.