El número de suicidios duplica al de los muertos en accidente de tráfico, pero los tabús persisten
Diez personas se quitan la vida en España cada día (una cada dos horas y media); se produce un intento cada siete minutos y medio; el ochenta por ciento de los que anuncian su intención de matarse, lo acaban consiguiendo; es la primera causa de muerte por factores externos (se producen 1,8 suicidios por cada accidente mortal. En 2015, fallecieron en todo el territorio nacional 1.880 personas por siniestros en la carretera frente a 3.602 suicidas); la tasa de muertes autoinfligidas en la Comunitat Valenciana es de siete casos por cada 100.000 habitantes… y así, una trágica pila de datos y estadísticas que sustentan muchos informes y pocos planes de prevención y ocupan páginas de periódicos con más o menos sensibilidad.
Las cifras por sí solas deberían dar una imagen de la dimensión del problema lo suficientemente contundente para que la sociedad y las administraciones implicadas reaccionaran. Pero no. «Se ha actuado contra la violencia de género y contra la seguridad vial, pero no se ha hecho prácticamente nada en materia de prevención del suicidio pese a que estamos ante el mayor problema de salud pública de hoy en día. Nunca se ha visualizado. No es una prioridad en la agenda política».
El presidente de la Asociación Española de Suicidología, Andoni Anseán, habla de «emergencia sanitaria» y de la necesidad de tomar conciencia de que existe un grave problema y de que hay que «hablar, hablar y hablar» de él.
Y ahí radica en gran parte el problema y la solución. La muerte autoinfligida sigue siendo un tabú en una cultural judeocristiana como la española. De hecho, cuatro de cada diez suicidios se cuentan como accidentes. Los familiares ocultan el hecho, prefieren decir que se ha tratado de un accidente o de una muerte inesperada; eufemismos para ocultar el hecho.
Es un error. «Tenemos que normalizar la idea de que el suicidio es un fenómeno que existe y para ello los medios de comunicación juegan un papel importantísimo».
Cuenta cómo hasta ahora la práctica habitual de la prensa era la de la ocultación por temor a que se produjera el contagio por imitación y aumentaran los casos, pero actualmente existe numerosa bibliografía que desmiente esta afirmación.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alienta a los medios de comunicación a poner en marcha prácticas periodísticas responsables que ayuden a prevenir el comportamiento suicida. Así, les pide, por ejemplo, que se abstengan de utilizar un lenguaje sensacionalista o de presentar el suicidio como la solución a un problema («hay que tener cuidado con la idealización del suicida»); que eviten las fotos y la descripción detallada del método utilizado y que ofrezcan información sobre dónde se puede obtener ayuda. «La OMS deja claro que la información es la herramienta más preventiva».
Informar sin morbo
Insiste Anseán en la necesidad de huir del morbo a la hora de informar, en todas las noticias en general, y en las relativas a los suicidas en particular. «A los medios parece interesarles más fenómenos como ‘La ballena azul’ o el efecto de la serie ‘Trece razones’, pero se trata de una alerta totalmente injustificada; son casos muy puntuales. Es una pena que mientras los medios ponen la atención en ellos, olvidan que en España cada día se producen doscientos intentos de suicidio. ¿Cómo no tienen pudor para dar una información y otras sí? No hay efecto llamada si hay información adecuada», sentencia.
El papel de la prensa no es más importante que el de los gobiernos, responsables de legislar con firmeza y sensibilidad en estos asuntos y de aportar los recursos necesarios para disminuir las trágicas estadísticas. «Los recursos son los que son; no es cuestión de dinero, al menos no es la única; es cuestión de mentalizarse y reconocer la gravedad del problema. ¿Por qué no incluir una pregunta en los cuestionarios de Atención Primaria que detecte el riesgo de suicidio que corre una persona igual que se ha hecho con las mujeres maltratadas?».
Una de las administraciones que han visto la gravedad de la situación es la valenciana. La Conselleria de Sanidad aprobó recientemente el Plan de Prevención del Suicidio que incluye un programa de gestión del riesgo como herramienta terapéutica, acciones orientadas a prevenir el peligro, la lucha contra el estigma en el entorno de la salud mental, actuaciones en el ámbito sanitario, mayor coordinación con otros agentes (personas sin hogar, área penitenciaria..), la formación de profesionales o la apuesta por la investigación epidemiológica, entre otras iniciativas.
«El suicidio es un grave problema de salud pública que se ha visto silenciado durante muchos años», lamenta al respecto la titular de este Departamento, Carmen Montón.
Dicen los expertos que hablar, acompañar y no juzgar son los pilares sobre los que debe sustentarse la ayuda al suicida. Es un fenómeno complejo, multicausal y oculto, pero la buena noticia es que se puede prevenir.