Hablemos de suicidio y de otros tabús

DEPRESION SUICIDIO FOTO GETTYIMAGE David Gonzalez

Claudia, madre de dos hijos estupendos, casada con un hombre atractivo y encantador, se sentía permanentemente cansada, triste y desmotivada. Muchas mañanas se levantaba llorando. Intentó hablarlo con su madre y con sus hermanas, que le venían a decir siempre lo mismo: «Lo tienes todo para ser feliz», «no seas tan egoísta», «piensa en tus hijos… ¿necesitas más motivación?», «no hay tiempo para deprimirse cuando eres madre», «¿es que no quieres a tus hijos/ a tu marido / a mí?», «anda, anímate y haz algo».

Cuando se intentó suicidar, la familia nunca hablaba directamente de ello. A todo el mundo se le dijo que Claudia estaba internada por un problema de estómago. Y en casa, a puerta cerrada y en voz baja, comentaban que solo lo había intentado hacer «por llamar la atención». Y Claudia se sentía un bicho raro, y enormemente culpable por lo que había hecho.

Su familia no se daba cuenta de que ese falso «tenerlo todo» no es suficiente cuando no tenemos salud y bienestar mental. De que la depresión nada tiene que ver con el amor que una persona sienta hacia otras, sino que es una enfermedad. De que decir «anda, anímate» es como decirle a alguien con problemas económicos: «Anímate y haz más dinero». De que cuando padeces depresión, padeces una distorsión cognitiva; tu mente se nubla y puedes sentir que tus seres queridos iban a estar mejor sin ti.

Su familia no se daba cuenta de que Claudia estaba enferma. De que no intentaba llamar la atención. Su familia no sabía que la primera tentativa suele fallar, pero que en la mayoría de los casos hay un segundo intento en el año posterior al primero. Sus familiares no tienen la culpa de que Claudia falleciera esa segunda vez. Sus familiares no son malas personas. Y amaban a Claudia. Pero estaban mal informados.

Esta semana Selena Gómez ha declarado: «La depresión y la ansiedad son una batalla a la que me enfrentaré de por vida». Gracias Selena por enseñar al mundo que la depresión es una condición complicada. Y que ni teniendo una cuenta millonaria, 133 millones de seguidores (¡133 millones!, que se dice pronto) ni la belleza más impactante del mundo, ni a Justin Bieber en tu cama, puedes escapar a los problemas que conlleva.

En España más de 10 personas se suicidan cada día. Otras 2.000 lo intentan. Y la cifra es sesgada, porque muchos suicidios no se contabilizan como tales, sino como accidentes. Oficialmente, en España se registraron 3.602 muertes por suicidio en 2015 y 57 por violencia de género (en ambos casos la cifra real es mayor) Y 1126 por accidente de tráfico.

Hay campañas para concienciar del peligro al volante y de la violencia de género. Pero… ¿sabéis algo acerca de un Plan Nacional de Prevención contra el Suicidio? Yo tampoco. No existen campañas de protección, prevención ni asociaciones de víctimas. Y sorprende, teniendo en cuenta que el suicidio es la primera causa de muerte externa (no natural) en España.

Los medios de comunicación tenemos prohibido hablar abiertamente de suicidio por miedo a que se produzca un efecto contagio. El ‘efecto Werther’, lo llaman, en alusión a la novela de Goethe. Muchos jóvenes de la época que, tras leer el libro, imitaron a Werther. Puede que sí que exista este efecto contrario, especialmente en los jóvenes, en las personas que sufren depresión, en personas vulnerables.
Sin embargo, también está demostrado que cuando se promueven historias de superación, se produce el efecto contrario. El ‘efecto Papageno’: la persona que se siente vulnerable ve salidas alternativas al suicidio y decide pedir ayuda. Y se sabe que cuando los familiares y allegados están informados de lo que es verdaderamente una depresión, el enfermo tiene muchas más posibilidades de superarla.

El suicidio constituye un problema de salud pública importante. La depresión se puede curar. El suicidio se puede prevenir. Que el Gobierno desarrolle un Plan Nacional de Prevención contra el Suicidio es urgente y necesario. Porque las políticas de prevención funcionan.

Porque cuando silenciamos la depresión y la convertimos en tabú, propiciamos que la dinámica familiar nefasta que vivió Claudia se reproduzca. Y lo único que conseguimos es que muchos abandonen el campo de batalla sin haber luchado.

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