Alejandro Rocamora: «No hablar de suicidio es como no hablar de violencia de género»

Cuarenta años de psiquiatra y en uno de los campos más complicados: el suicidio, colaborador del Teléfono de la Esperanza desde el 71, Alejandro Rocamora sabe muy bien de qué habla en su último libro Cuando nada tiene sentido. Reflexiones sobre el suicidio desde la Logoterapia.

«Todos tenemos razones para morir en algún momento», dice el médico que en febrero estará en el Teléfono contra el suicidio. «El suicidio no tiene nada que ver con la cobardía ni con la debilidad. Tampoco es una llamada de atención». «Entre un 70% y 80% de los suicidios consumados lo han dicho antes».

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Y aún más: está involucrado en el proyecto que en febrero será una realidad: el Teléfono contra el suicidio, cuya madrina es Manuela Carmena.
¿Cuánto ha costado que se hable del suicidio en este país?
Muchísimo. Era impensable, porque a mediados del XX un sociólogo dijo que hablarlo lo fomentaba. Falso: sería como no hablar de violencia de género.
¿Pregunta usted lo que el psiquiatra Viktor Frankl: por qué no se suicida usted?
Frankl lo decía en urgencias, y yo, que he hecho muchas, sé que si a la mañana siguiente le preguntas a una persona que ha intentado suicidarse ¿todavía sigues con la idea?, el 99% dice que no para que no lo ingreses en un psiquiátrico. Por eso Viktor Frankl hacía la pregunta al revés.
Siendo uno de los psiquiatras más importantes, ¿es el menos conocido por el silencio al que se somete el suicidio?
Claro. Él plantea si el suicido tiene sentido. Su teoría, que es: en toda circunstancia ha de haber un sentido, dice que hay que encontrarlo por adverso que sea todo. Él lo encontró como médico cuando fue encerrado en Auschwitz. Tenía que cuidar a los enfermos y decía que por eso no se lanzaba a las alambradas.
¿Y si el sentido lo encuentras en la muerte?
Él plantea que hay que encontrarlo, para evitar eso, en la situación adversa. Y el ser humano siempre tiene posibilidades de modificar la actitud.
Es que si no, difícilmente existiría la Psicología
Él hablaba de que el hombre tiene tres dimensiones: biológica, psicológica y espiritual, y en esta destacaba la libertad y la responsabilidad. En ello basa su terapia.
¿Cómo lo traslada a la actualidad?
Muchos de los que intentan suicidarse quieren modificar su situación, que puede ser de vergüenza, dolor o culpa. La culpa es una de las causas más fuertes. Pero esta solución es una puerta falsa. En cualquier situación hay otra alternativa.
Pero el que elige suicidarse no encuentra alternativa…
Frankl dice que no hay que buscar por qué quieren morir sino por qué querrían vivir. Todos tenemos razones para morir en algún momento. Un 16% confiesa haber tenido ideación suicida.
¿Qué le parece esa ‘acusación’ hacia quienes se quitan la vida: «Es que no era fuerte»?
Es un error, el suicidio no tiene nada que ver con la cobardía ni con la debilidad. No es fácil suicidarse. Pero la gente habla así porque es una manera de defenderse: «Estaba loco y se suicidó». Es reduccionismo y es falso, pero tranquiliza. Con los desahucios, muchas veces escuchamos que provocaron suicidios, pero no, eso era un factor más. No todos se suicidaron.
¿Hasta dónde influye la infancia?
Otro error: la persona no es determinada. Has podido tener una infancia terrible y no por eso estás condenado. Influye, no determina. La libertad del hombre está por encima. ¿En qué casos sabe que hay que ingresar a la persona?

No tiene sentido. Es más, hay un documento de la OMS que dice: Conductas suicidas e instrumentos para los medios y plantea cómo hay que dar la noticia. La noticia hay que darla. La OMS dice que es mejor darla que no darla. Lo que no puede ser es morbosa, ni darse un tratamiento de héroe o cobarde o en primera página.

No tiene sentido. Es más, hay un documento de la OMS que dice: Conductas suicidas e instrumentos para los medios y plantea cómo hay que dar la noticia. La noticia hay que darla. La OMS dice que es mejor darla que no darla. Lo que no puede ser es morbosa, ni darse un tratamiento de héroe o cobarde o en primera página.

En las patologías graves: depresión grave y con gran sentimiento de culpa, la culpa patológica es uno de los factores más fuertes; en un brote psicótico; o en una persona con Trastorno Límite de la Personalidad que esté con fuerte impulsividad. El problema se complica cuando la patología es leve: que es 20% de los casos, y ahí lo que suele ocurrir es que se produce el vacío existencial, y la única salida que ven es morir.

¿Señales de alarma?

Entre un 70% y 80% de los suicidios consumados lo han dicho antes: a su amante, compañero, pareja, amigo o médico.
Así que hay que hacer caso cuando alguien lo dice o da a entender, ¿otro mito más que quien se va a suicidar no avisa?
Sí, es un mito y un error. Y hay otro: que lo hacen para llamar la atención.
¿Y si hay reiteración en los intentos?
Es alto riesgo. Cuando hablamos de suicidio frustrado, que es el que pone todos los medios pero un imprevisto lo salva, la posibilidad de que se repita es altísima. El sujeto va a seguir pensando en el suicidio.
¿El riesgo en los niños cómo es de elevado?
El riesgo es menor, aunque ya puede aparecer la ideación. Hasta los 8 o 9 años no tienen una visión de la muerte como algo irreversible. Y a partir de los once o doce, sí se tiene el verdadero concepto de muerte. En cualquier caso la culpa no la tienen los padres. Aunque sea un niño, es una decisión que él toma.
¿Cuál es su diagnóstico del tema en la actualidad?
En España el índice no es alto, estamos por debajo de la media europea, pero necesitamos un programa de prevención a nivel nacional. Hay una propuesta en el Congreso que plantea que en 6 meses se haga una ley de prevención del suicidio. Y hay proyectos en comunidades pero no una ley de prevención de suicidio.
Eso supone una dotación económica…
Claro, hay que dotarlo económicamente para que haya recursos de atención. Imagina: una persona se ha tomado un bote de pastillas, y doy fe porque he hecho muchas urgencias. Se le hace un lavado de estómago, se queda un día en el hospital, le dan el alta para ir a salud mental y allí le dan cita para dentro de un mes. Y yo no lo puedo ingresar en una urgencia si el paciente dice que no va a suicidarse. Por protocolo no puedes hacer nada, porque no tienes datos. En psiquiatría lo que cuenta es lo dice la persona a no ser que esté en un brote psicótico o depresión muy grave, que aunque diga que no lo ingrese lo ingreso.
¿Y qué hacemos mientras tanto?
Vamos a crear un teléfono contra el suicidio y así se va a llamar: Teléfono contra el suicidio. La madrina es la alcaldesa Carmena y será llevado exclusivamente por profesionales de la psicología. En febrero se pondrá en marcha. Son teléfonos que ayudan a contener la impulsividad suicida. Imagina que solo con marcar un número tienes a alguien que te atiende en ese momento. Se puede parar la impulsividad. Hay una técnica: la contención y a partir de ahí el sujeto puede tomar otra opción, aplazar la decisión de morir.
¿Tiene algún sentido no hablar de suicidio?
No tiene sentido. Es más, hay un documento de la OMS que dice: Conductas suicidas e instrumentos para los medios y plantea cómo hay que dar la noticia. La noticia hay que darla. La OMS dice que es mejor darla que no darla. Lo que no puede ser es morbosa, ni darse un tratamiento de héroe o cobarde o en primera página.

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