El director de la Unidad de Psiquiatría del Virgen del Rocío lamenta que la atención a las enfermedades mentales sea el patito feo de la sanidad pública en España y advierte que en Andalucía se está muy por detrás de otras comunidades como Madrid, Cataluña, Navarra o Valencia
Benedicto Crespo-Facorro, director de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, es una referencia nacional en este campo que ha centrado su trayectoria investigadora en conocer las bases biológicas de la esquizofrenia desde abordajes relacionados con la neuroimagen, la genética y la biología molecular. Catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla e investigador de Cibersam (Consorcio nacional de Investigación en Salud Mental) y del Instituto de Investigación Biosanitaria de Sevilla (IBiS), ha escrito más de 150 artículos internacionales en revistas de gran impacto científico.
El suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 20 a 24 años. ¿Este problema se está agravando en los últimos años?
Sí. Este es un
problema muy serio que se ve especialmente entre los adolescentes y adultos jóvenes, al que debemos prestar mucha atención y tratar de anticiparnos. Vemos un aumento en estos últimos meses en el número de intentos de suicidio en edades jóvenes. Ante la realidad del suicidio debemos actuar como sociedad de manera adecuada e inmediata. Tenemos un problema de salud pública.
¿La pandemia tiene algo que ver con este aumento?
Es una realidad a la que tenemos que poner remedio con inmediatez. La nueva situación ha alterado todos los hábitos de los jóvenes y ha reducido mucho su vida social. Esto ha ocasionado que aumenten los problemas de salud mental y el riesgo de aparición de las enfermedades mentales que suelen suceder en una población especialmente vulnerable.
Contaba hace un año su colega, el psiquiatra y profesor Miguel Ruiz Veguilla, que todos los días llegaban al Virgen del Rocío cinco personas diciendo que no tenían ganas de vivir.
Eso significa un aumento respecto a las cifras de los años anteriores, por lo que se constata que es un problema creciente al que hay que prestar más atención. El único dato bueno es que, aunque ha aumentado el número de personas con tendencias suicidas, no ha crecido, sin embargo, el número de personas que consuman el suicidio. Esto nos anima a tratar de luchar en la prevención de estas conductas, igual que se hace con cualquier otra enfermedad.
Se reciben unas 1.500 urgencias al año relacionadas con suicidios en Sevilla y unos 150 acaban mal. En el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona se ha constatado un crecimiento de un 200 por ciento las tendencias suicidas en chicas muy jóvenes. Y en 2019, último dato oficial, se suicidaron en España unas 3.600 personas.
Es un problema muy grave que, como digo, va en ascenso y que hemos expresado nuestra máxima preocupación en varias ocasiones en estos meses. Con la pandemia se han destinado mucho recursos para el tratamiento de los problemas físicos asociados a la Covid y nadie ha puesto en duda lo imperioso de aumentar los recursos materiales y humanos para afrontar esas necesidades y atender mejor a los pacientes y salvar vidas. Sin embargo, y en contraposición, ante la evidencia de la gran necesidad de atender los crecientes problemas de salud mental (en todas las edades) asociados a Covid, no se ha seguido la misma estrategia de dedicar más recursos para cuidar este foco de malestar en nuestra sociedad.
Se calcula que en España trabajan 11 psiquiatras por cada 100.000 habitantes frente a los 52 de Suiza, los 23 de Francia o los 27 de Alemania. El número de psicólogos clínicos es también la tercera parte de la media europea. ¿La salud mental es el patito feo de la sanidad española?
Esas cifras son reales y hablan por sí mismas. Si aumentan las necesidades y no dedicamos recursos para aumentar las personas especialistas en salud mental, todos podemos adivinar la consecuencia. Los responsables de decidir políticas sanitarias deben tomar consciencia de la magnitud de los problemas mentales y destinar más medios.
¿Cómo estamos en Andalucía: mejor o peor que en el resto de España?
En España estamos muy por detrás de las cifras en Europa en recursos humanos y materiales asignados al cuidado de la salud mental, y en Andalucía estamos también por detrás de otras comunidades como Navarra, Cataluña, Madrid y Valencia que históricamente han destinado más recursos para la atención a la salud mental. Aunque vamos por detrás se percibe un cambio en la implicación para potenciar este déficit de décadas y espero que se corrija el rumbo porque hablamos de la calidad de vida y del riesgo de suicidio de muchas personas. El impacto de un suicidio es tremendo tanto a nivel emocional como social. Son muchas las personas afectadas cuando ocurre un suicidio.
Se calcula que los costes sanitarios y laborales de los trastornos psicóticos se elevan por encima de los 94.000 millones de euros en Europa.
Los costes son muy elevados pero debemos saber que pueden reducirse si hacemos una intervención precoz. Estas enfermedades comienzan en edad temprana y tienen un alto impacto en el desarrollo de la vida profesional, familiar y social de las personas que lo padecen. Pero con un tratamiento adecuado y precoz esto se evita. De ahí la importancia de una mayor inversión en recursos humanos y materiales en las áreas de salud mental, especialmente en la prevención de este tipo de problemas. Con prevención e intervención lo antes posible tras el diagnóstico, como sucede con otras enfermedades no mentales, se pueden evitar muchos problemas y costes sanitarios.
Casi un 30 por ciento de la población española padece o ha padecido una depresión, una plaga en aumento que dice la OMS que será el principal problema de salud en 2050.
La depresión es un problema creciente que está relacionado con el riesgo de suicidio. Creo que hay que trabajar mucho en la educación de la sociedad en temas de salud mental para así aumentar su detección y prevención, se ahorrarían muchos costes no sólo económicos y laborales, sino sobre todo humanos.
¿Tiene algo que ver la tecnología y el aislamiento social que en ocasiones produce esta tecnología?
Más que la tecnología yo hablaría del mal uso de la tecnología. Un chaval que pasa muchas horas conectado al ordenador o a videojuegos deja de hacer otras muchas actividades que entendemos son saludables para su desarrollo personal. Pierde contacto con otras personas, tiene dificultad para relacionarse y pierde interés por otras actividades, puede afectar a su ritmo de sueño y favorecer impulsividad. En casos extremos se ven alteradas actividades cotidianas como ir al colegio o participar de la vida de la familia, lo que acentúa ese aislamiento emocional.
¿Esta adicción a la tecnología puede llegar a producir tristeza?
La tristeza es una reacción emocional humana normal, cuando persiste o se produce sin causa nos debe preocupar. Si se produce un malestar por eso hábitos podemos detectar un aumento de la tristeza. Ayudar a conocer y mejorar las emociones de las personas es una necesidad individual.
¿Las apuestas «on line» pueden acarrear problemas mentales en algunas personas, especialmente, jóvenes?
Las apuestas «on line» crean adicción y generan multitud de problemas de todo tipo. Pero no sólo en los jóvenes. Hay un sector de la población, el de las personas de mayor edad, que también tienen adicciones a bingos o compras telemáticas que permanecen muy silentes y que por lo tanto no se identifican como un problema.
¿Las adicciones sin sustancia como las apuestas o los videojuegos pueden ser tan graves para la salud mental como las adicciones tradicionales al alcohol o las drogas?
Sí. Acarrean muchos problemas a la persona y a la sociedad. Muchos estudios sugieren que este tipo de adicciones genera alteraciones cerebrales. El alcohol y otras drogas tradicionales generan, además, problemas físicos muy importantes que ponen el riesgo la vida de esas personas. Estas son adicciones diferentes con consecuencias diferentes, pero ambas son muy dañinas.
La mujer que mató a tres sanitarios en la Fundación Jiménez Díaz en 2003 ha vuelto a herir gravemente a varias personas casi veinte años después. ¿Qué le sugiere este suceso?
Por la información que tengo, considero que a esta mujer se le aplicó un tratamiento adecuado y ha seguido un control correcto. Seguía el tratamiento farmacológico y no había consumo de drogas. Los profesionales que la atendieron diagnosticaron una esquizofrenia. La esquizofrenia es una enfermedad mental grave que requiere un tratamiento continuado e intensivo en la mayoría de los casos de por vida. Muchos de las personas que padecen esta enfermedad llevan una vida normal alejada de cualquier agresividad. Sin embargo, aunque el tratamiento y el seguimiento sean correctos, estas cosas pueden pasar en algunos casos. Es, no obstante, un caso muy infrecuente. No debemos estigmatizar a las personas con enfermedad mental y los medios de comunicación deben tratar estas noticias con rigurosidad pero con alta sensibilidad al mismo tiempo.
¿La esquizofrenia es una enfermedad que también está creciendo?
La aparición de nuevos casos de manera general se mantiene estable. Ha mejorado mucho la capacidad de detección precoz de la misma y las posibilidades de tratamiento adecuado han crecido también.
¿Con más recursos se podría detectar precozmente a jóvenes con psicosis?
Volvemos a la necesidad de predecir y prevenir las enfermedades mentales y las psicosis también. Los programas asistenciales multiprofesionales han demostrado su gran impacto beneficioso en estos casos. Un tratamiento óptimo durante las fases iniciales de la enfermedad hace que el pronóstico mejore. Necesitamos programas especificos que hagan ese trabajo intensivo y integrado en esas personas jóvenes, la enfermedad debuta habitualmente alrededor de los 20 años.
¿Variables de la corteza cerebral, o sustancia gris, pueden condicionar el riesgo de padecer enfermedades mentales?
La búsqueda de factores biológicos asociados al cerebro que puedan estar relacionados con la aparición o mantenimiento de las enfermedades mentales ocupa mucho del tiempo que los investigadores dedicamos al estudio de estas enfermedades. El cerebro es el órgano de la psiquiatría. Hay varios estudios sobre eso y algunas investigaciones se han realizado desde CIBERSAM (consorcio nacional de investigación en salud mental) del que formamos parte como grupo del Instituto de investigación biosanitaria de Sevilla (IBiS). Se avanza mucho en conocimiento de aspectos concretos del cerebro a nivel molecular o celular, pero desgraciadamente se avanza más lento en descubrir cómo el cerebro en su conjunto se organiza. Sigue siendo un gran misterio en muchos aspectos de su funcionamiento. Conocemos mucho de la biología cerebral de la esquizofrenia pero desconocemos aún más de lo que conocemos.
Hay un trastorno mental que se llama tripanofobia, que es el miedo irracional a las inyecciones, ¿Esto ha crecido con la vacunación Covid?
Son fobias. Las personas desarrollamos muchas fobias y hay cientos de ellos, fobia a volar en un avión, a la sangre, a los insectos, a los espacios abiertos, a los espacios cerrados. La fobia a las agujas y a las inyecciones es algo relativamente frecuente pero no hay estudios que digan que se hayan agravado durante la pandemia, aunque supongo que al tratarse de una vacunación masiva habrá personas que hayan tenido que enfrentarse a esa fobia para poder vacunarse o están sin vacunar.
¿Cuál es la fobia más rara a la que se han enfrentado?
No recuerdo ahora ninguna especialmente rara. Quizá la fobia al color rojo. Hay gente que no consume alimentos de color rojo, por ejemplo, tomates, por este motivo.
¿Tiene usted alguna fobia?
No, que yo sepa. ¡Tendré que ir a un psiquiatra para saberlo!
¿Va con frecuencia o se autodiagnostica?
Los psiquiatras salimos baratos. ¡Pero si lo necesitamos debemos salir fuera de casa!