La leyenda se remonta siglos atrás, cuando muchos elegían esta montaña situada en una isla a unos 100 kilómetros al sur de Tokio, como destino final para acabar con sus vidas. Pero los locales aseguran que su triste fama repuntó en 1933, cuando una estudiante de Tokio se lanzó al interior del volcán Mihara al considerar imposible su atracción hacia una de sus compañeras.