La mente es un producto del cerebro y este es un órgano social El cerebro humano tiene un límite, es como la tarjeta visa, a veces entra en quiebra total y el psiquismo se desborda como un gran tsunami ( depresión, desamparo, desesperanza) o páramo emocional (desafección total por los que queremos) se activan circuitos para la autoagresividad. No hay acto humano más enigmático que el suicidio .
La autopsia psicológica de las conductas suicidas busca rastrear la intrahistoria que subyace en la conducta autodestructiva. Tenemos los hechos, pero desconocemos el guión. La clave siempre está en el manejo de dos elementos individualizar y contextualizar el fenómeno a nivel interpersonal y social El análisis siempre debe de contener tres elementos: cuál era el pretexto, cual ha sido el texto y como es el contexto.
Las conductas auto líticas no son clónicas. Existen elementos comunes que nos permiten explicarnos porque nuestro cerebro pone en marcha el circuito de la autodestruccion. La triada maligna es la depresión, con sentimientos de desesperanza y culpa. “no quiero ser una carga” y los autorreproches autoculpabilizadores, que cual mafia mental extorsiona una y otra vez a nuestra autoestima, la solo-edad o déficit de vínculos de apoyo social (a veces no hay carencia, pero los sentimientos de culpa, vergüenza y de indignidad son tan abrumadores que no se pide ayuda, instalándose un nihilismo salvaje en el que el no, la nada y el nadie tiranizan el resto de la actividad mental).
Si existe patología depresiva previa el factor gatillo puede ser cualquier situación traumática y dolorosa o cualquier acontecimiento vital que nos genere miedo, ansiedad e incertidumbre. Evidentemente el desahucio es el escenario perfecto. El desahucio es uno de los emergentes de la crisis psicosocial que estamos viviendo. El desahucio tiene una doble dimensión: perdida de la casa y duelo por el desahucio psicológico. Luto por el hogar. Es una puñalada a la autoestima y una pérdida del significado vital El desahucio nos activa la indefensión, la vulnerabilidad, la pérdida de relaciones sociales, la segregación social, la vergüenza, la culpa, el fracaso vital y el estigma social. La depresión, la solo-edad y el desahucio nos conducen a situaciones de extrema vulnerabilidad e indefensión.
Estamos preparados para soportar muchas cosas, pero la soledad psicológica. ( buscada en los pacientes gravemente deprimidos) es el peor de los tormentos, por encima de la muerte. La prevención del suicidio es una tarea prioritaria en nuestra salud pública sobre todo en este contexto psicosocial que estamos viviendo. No solo hay que diagnosticar y tratar adecuadamente la depresión es imprescindible la puesta en marcha de estrategias sociales, jurídicas y sobre todo políticas que reduzcan situaciones de riesgo, que son en la mayoría evitables.
Es descorazonador e indignante la procrastinación (perdonen el eufemismo) de los seudo líderes de la casta política en cuanto a este drama social que afecta en muchos casos a ciudadanos sin recursos, en paro y sin arraigo. Solo una conciencia moral con muletas puede confundir el precio con el valor. Es normal que nos cuestionemos y nos indignemos ante la ética organizacional de determinadas instituciones. No olviden que el vínculo con los demás sostiene nuestra propia vida, ya saben la pena compartida se divide por dos.
Recuerden en derrota transitoria pero nunca en doma.