Los miembros del colectivo pasearán desde calle Larios hasta el Muelle Uno para reclamar que no sea tratado como una muerte silenciosa
Se trata de la primera causa de muerte violenta en la provincia y sus datos triplican al de los accidentes de tráfico. Pero nadie quiere hablar de ella. El suicidio, la muerte silenciosa, esa que avergüenza a los familiares y a la sociedad en general, trata estos días de salir del ostracismo. El Teléfono de la Esperanza celebrará hoy un pasacalles por la ciudad para dar la palabra al dolor que sufren estas personas y pedir que se hable de este asunto.
Con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio que se celebra el lunes 10 de septiembre, la oenegé malagueña marchará desde la plaza de la Constitución hasta el Muelle Uno bajo el lema ‘El dolor que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe’. El pasacalles arrancará a las 19.30 horas y tendrá un ambiente festivo, ya que los organizadores irán acompañados de personajes de dibujos animados para visibilizar el problema y el trabajo que realiza la asociación desde hace 45 años.
El presidente de la asociación, Juan Sánchez, recuerda que el suicidio es un problema de salud pública y que hay una demanda en la sociedad civil para que se cree un plan nacional de prevención del suicidio. «La persona que se suicida no es que quiera morir, sino que quiere dejar de sufrir; quiere vivir fuera de ese túnel sin luz y es ahí donde la intervención juega un papel fundamental», apunta.
A su juicio, es importante hablar del suicidio porque «si se habla públicamente, las persona que están sufriendo se dan cuenta de que pueden hablar de ello, de que pueden exteriorizar sus preocupaciones» y recuerda que cada vez está cobrando más fuerza el movimiento que pide que se hable sin tapujos de este problema de salud mental. Explica que con estas personas «hay que mantener una escucha empática, orientarle en que la búsqueda de ayuda es la mejor opción y dejar a un lado todas nuestras creencias preconcebidas».
El problema del suicidio no es baladí para esta asociación que se encarga de ofrecer ayuda de urgencia a cuantas personas lo soliciten de forma gratuita, anónima y cualificada. Desde que comenzó el año han recibido 4.127 llamadas, de las que 73 están relacionadas con el suicidio, 54 con ideas suicidas, 16 con crisis suicidas y tres con actos en curso –en los que finalmente la actuación fue satisfactoria–. «En muchos casos luego vienen ellos mismos o los familiares para agradecer el trato en esa llamada», reconoce agradecido.
Drama en las familias
Sobre este asunto, el presidente del Teléfono de la Esperanza apunta que un suicidio siempre repercute en, al menos, cinco o seis familiares cercanos, a los que les inunda el sentimiento de culpa, un estigma social y un aumento del riesgo de suicidio. «Con estas personas hay hasta un pésame distinto, no sabes qué decirle y muchas personas no pueden manifestar sus sentimientos en el ámbito familiar». En este sentido, en la asociación han creado un grupo de apoyo a estos familiares para que puedan expresarse con libertad y liberar esos sentimientos.
En la sede situada en la calle Hurtado de Mendoza, número 3, trabajan un centenar de voluntarios que prestan un servicio que va más allá de la mera atención telefónica. Aunque el primer contacto suele ser por el teléfono –reciben llamadas las 24 horas del día al 952.26.15.00–, los profesionales que atienden las llamadas pueden derivar a los usuarios a consultas privadas y anónimas con psicólogos o abogados que colaboran con ellos. Igualmente también celebran talleres de todo tipo.
A la hora de establecer un perfil de sus usuarios definen que la mayoría de las llamadas proceden de mujeres y, por franjas de edad, de entre 31 y 55 años. Sobre las problemáticas atendidas destacan los problemas psicológicos (1.641) y los familiares (766).