En Panamá, la prevalencia se ha mantenido constante en los últimos años, siendo alrededor de 3,1 por cada 100, 000 habitantes. Esto es un poco menor que el promedio de la Región de Centroamérica, cuya tasa es de 5,1 por 100000hab. Las edades más frecuentes son las edades productivas (20-60 años) y mucha más frecuentes en hombres que en mujeres (alrededor del 80% de los suicidios consumados ocurren en varones).
Lo importante de esto es que el suicidio es prevenible en la mayoría de los casos, porque se desarrolla de un continuum que empieza con ideación suicida, planificación, intento y el suicido consumado. Se cree que por cada suicidio consumado hay 15 intentos de suicidio. Es importante reconocer los cambios de conductas o síntomas que pueden predisponer a las personas a cometer una acción como esta.
Muchas de estas personas tienen algún trastorno mental que puede ser controlable. Pero para poder intervenir a tiempo, debe ser reconocido y diagnosticado en algunas de estas etapas, previas al evento terminal.
El MINSA y la CSS tienen equipos de salud mental en la mayoría de los centros de salud de las cabeceras de provincias, precisamente porque estos trastornos deben ser evaluados en el primer nivel de atención.
Ya es hora de romper el tabú de no hablar de las enfermedades mentales. Son enfermedades como cualquier otra y la inmensa mayoría se pueden controlar. No podemos seguir estigmatizando a estos pacientes porque los estamos condenando a mala calidad de vida y “empujándolos” a conductas malsanas. Somos todos, en la sociedad, los que estigmatizamos a estas personas. Hagamos un alto y cambiemos nuestra conducta ante estas situaciones.
Como he mencionado en otros artículos, la clave está en la actitud como enfrentemos la vida. Siempre debe ser pro positiva y tratando de buscar la solución de los problemas.