Diversos escritores del siglo 19 ya habían llevado a cabo investigaciones sobre el suicidio, y habían reconocido la influencia de los factores sociales sobre el fenómeno, pero las explicaciones que habían dado al hecho de que un individuo fuera más o menos proclive a suicidarse se habían centrado en consideraciones raciales, climáticas o en otras relacionadas con problemas mentales.
Uno de los estudios sociológicos clásicos que ha estudiado la relación entre el individuo y la sociedad es el análisis del suicidio que hizo el francés Emil Durkheim (publicado originalmente en 1897).
Aunque los seres humanos se vean a sí mismos como individuos que actúan por su propia voluntad y elección, con frecuencia es la sociedad la que conforma sus comportamientos y la que les ofrece un modelo. El estudio de Durkheim mostraba que, incluso, un acto tan personal como el suicidio se ve influido por el mundo social.
Con ello rompe la tendencia tradicional de considerarlo como un fenómeno estrictamente individual y, por ende, solo como objeto de la psicología o de la moral. Durkheim considera la tasa anual de suicidios que existe en varios países europeos desde la sexta década del siglo 19.
Esto es, desde un punto de vista social. Analizando esas tasas, se percata de que suelen mantenerse constantes o con cambios muy leves a lo largo de prolongados períodos. También se percata de que la tasa de suicidios es diferente de unos países y de unas comunidades a otras. Por ejemplo, había más hombres que mujeres, más protestantes que católicos, pero entre los judíos todavía menos que entre los católicos, más ricos que pobres y más entre las personas solteras que las casadas.
Detalla que el escaso número de suicidios entre los católicos podría explicarse a partir de la fuerza de su comunidad social, mientras que la libertad personal y moral de los protestantes conlleva que “estén solos” ante Dios. El matrimonio protege del suicidio al integrar al individuo en una relación social estable, mientras que las personas solteras siguen estando más aisladas dentro de la sociedad.
Durkheim propone identificar las diferentes causas sociales del suicidio. A partir de ello, distingue entre cuatro tipos de suicidio:
El suicidio egoísta tiene lugar cuando los vínculos sociales son demasiado débiles para comprometer al suicida con su propia vida. En ausencia de la integración de la sociedad, el suicida queda libre para llevar a cabo su voluntad de suicidarse. Su excesivo individualismo, producto de la desintegración social, no le permite realizarse en cuanto individuo social que es.
El suicidio altruista tiene lugar cuando un individuo está “demasiado integrado” –los vínculos sociales son demasiado fuertes– y valora más a la sociedad que a sí mismo. En este caso, el suicidio se convierte en un sacrificio que se realiza en beneficio de “un bien superior”. Los kamikazes japoneses o los “hombres bomba” islámicos son ejemplos de este tipo de suicidio. Durkheim pone el ejemplo de muchos pueblos primitivos, entre quienes llegó a ser moralmente obligatorio el suicidio de los ancianos cuando ya no podían valerse por sí mismos.
El suicidio anómico es aquel que se da en sociedades cuyas instituciones y cuyos lazos de convivencia se hallan en situación de desintegración o de anomia. En las sociedades donde los límites sociales y naturales son más flexibles, sucede este tipo de suicidios.
El suicidio fatalista, que se produce allí donde las reglas a las que están sometidos los individuos son demasiado férreas, de modo que ellos conciben y concretan la posibilidad de abandonar la situación en la que se hallan. Es el tipo exactamente opuesto al anómico.
Reconstrucción social y psicológica post mortem. Por otra parte, especialistas del cuerpo académico de Procesos Psicosociales y Salud de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Coahuila (Uadec) investigan el fenómeno del suicidio, empleando el instrumento de autopsia sicológica.
Las autopsias sicológicas son un instrumento que se utiliza para recabar datos y reconstruir las características personales, sociales, familiares y sintomatológicas de una persona que cometió suicidio y ya no existe forma de obtener esa información de manera directa.
Este instrumento tiene como objetivo generar estrategias preventivas, pero también comprensivas respecto al fenómeno del suicidio, para establecer hipótesis, causales y, en algún punto, hacer prevención universal; además de proporcionar información sobre la situación de las familias de personas que se quitaron la vida.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México el suicidio se suele concentrar en edades jóvenes, resalta que, en 2015, cuatro de cada diez (41.3 por ciento) tenían de 15 a 29 años y 3.7 por ciento tenía de 10 a 14 años de edad.