Testimonios: María Mirón y Montse López recuerdan las muertes de sus familiares y defienden que hablar, ayuda ► Incidencia: en Lugo se registra un intento de suicidio cada treinta y seis horas y se consuma uno por semana
La suya es una de las 52 familias que en 2021 vivieron la pérdida de un ser querido por muerte autoinfligida en Lugo, según los datos que recoge el Instituto de Medicina Legal de Galicia en su memoria del pasado ejercicio. Hasta octubre de este año son 38 los lucenses que acabaron con su vida. Lugo sigue siendo una de las provincias más suicidas de España, año tras año, con una media de una persona que se quita la vida a la semana. En estos momentos es la segunda de ese triste ránking.
Además, los datos del Sergas revelan una tendencia preocupante: los intentos de suicidio están subiendo en Lugo. Hasta octubre el Hula registró 235, cinco más que todo el año pasado completo y 31 más que en 2020. Cada 36 horas una persona intenta quitarse la vida en Lugo y muchos familiares y amigos de personas que se han suicidado, los supervivientes, creen que se habla poco de un problema tan prevalente.
María Mirón lo piensa así. Tiene ahora 40 años y vive en una aldea de A Pobra de Brollón. Es madrileña pero se trasladó a vivir a Lugo hace doce años buscando tranquilidad y aquí hizo su vida, consiguió un trabajo y formó su familia. Sus padres la siguieron cuatro años después de su llegada, cuando se jubilaron de la hostelería. Julián soñaba con el sosiego del campo, disfrutaba de cuidar del huerto y de las tareas al aire libre. Ansiaba el contacto con la naturaleza.
Hasta octubre de este año 38 lucenses se quitaron la vida y se registraron 235 intentos de suicidio, más que en todo el año pasado
Instalado en otra aldea del mismo municipio que su hija, su salud se empezó a deteriorar. Le diagnosticaron parkinson y cuerpos de Lewy. Le operaron primero de una hernia y, solo dos meses después, de la próstata. «Cuando salió del hospital se le había ido la cabeza. Empezó a tener ataques de pánico, íbamos continuamente a Urgencias porque lo pasaba realmente mal. El deterioro era muy rápido», apunta. En una de esas visitas al hospital, María dice que dieron con «un psiquiatra que realmente nos ayudó, siento que fue la única persona que lo escuchó, que lo escuchó de verdad». Julián ingresó en agudos y María dice que lo vio mejor entonces pero cuando recibió el alta volvió al mismo grado de angustia.
«Me decía que no quería seguir viviendo, que así no merecía la pena. Para él era muy duro que lo tuviera que ayudar a ducharse o vestirse, a hacer cualquier papeleo… La última semana constantemente mencionaba a un conocido suyo que tenía una enfermedad y que se había colgado. Llamamos a su médica de cabecera y le dijimos que teníamos miedo de que mi padre se fuese a suicidar», explica María.
Ella cree que el sistema sanitario falló a su padre. «Seguíamos con nuestras visitas desesperadas a Urgencias, solos, desamparados…después de dos meses de espera al fin conseguimos cita con un psiquiatra. No lo había visto nunca, creo que no se llegó a leer su historia y le cambió el diagnóstico a bipolar de repente. Tantos cambios de medicación…», dice.
Sabe que las enfermedades de su padre incrementaban su riesgo de suicidio. También el actor Robin Williams, por ejemplo, tenía demencia con cuerpos de Lewy y se cree que esa patología, que no le había sido diagnosticada, pudo influir en su decisión de quitarse la vida.
«A lo mejor nada hubiera evitado que mi padre se suicidara pero yo me sentí sola, nos encontramos desatendidos. Necesitamos urgentemente, una sanidad mental digna, tanto familiares como enfermos», reclama.
También le gustaría que se hablara más del suicidio, no cree que algo tan frecuente pueda ser un tabú y piensa que mencionarlo abiertamente, reflexionar sobre él puede ayudar a los que se quedan y contribuir a la prevención. Asimismo reclama apoyo psicológico para los afectados por un duelo por suicidio. «Puedo decir que se te para la vida. Yo he buscado ayuda, he sabido moverme, pero no todo el mundo está en la misma situación. Tengo una familia maravillosa y hay que seguir, pero no es fácil», reconoce.
VISIBILIDAD. Montse López coincide con María, hablar ayuda. «Tengo claro que me gustaría que se diera visibilidad al tema del suicidio. ¿Por qué? Porque yo, con 38 años, jamás pensé ni hablé ni escuché hablar a nadie cercano del suicidio, y ¿sabes qué? Que estoy rodeada de casos cercanos, de personas conocidas que se han suicidado, y nunca me había parado a pensarlo hasta que hace un año, el 10 de noviembre de 2021, después de 24 horas buscando, encontramos a mi hermano muerto. Y hoy, un año después, sigo sin entender que pasó», reconoce.
Huérfanos de madre desde la infancia, Montse y Jose eran los mayores de cuatro hermanos que fueron separados y entregados a sus respectivos padrinos. Ellos dos acabaron estando muy unidos al vivir ambos en San Cibrao. Quizás eso explica que el primer sentimiento de Montse tras el suicidio de Jose fuera «de abandono, me sentí totalmente sola y abandonada. Ese sentimiento aún perdura«, admite.
Montse López: «Estoy rodeada de casos cercanos, de personas conocidas que se han suicidado y nunca me había parado a pensarlo»
Se le sumó cierta estupefacción, una absoluta falta de previsión porque, como ella misma reconoce, nunca se le pasó por la cabeza que su hermano pudiera suicidarse. Jose había empezad un trabajo nuevo, una posibilidad a la que aspiraba, y que, como tantas otras cosas largamente anheladas, resultó no cumplir del todo sus expectativas cuando por fin se materializó. Era un hombre sociable, con un grupo de amigos estable.
De cualquier manera, cuando Montse acudió a presentar una denuncia por su desaparición nunca se esperó ese desenlace. Cuenta que su hermano era una persona especial: salió en el periódico cuando nació porque había sido el primer niño que llegó al mundo en el Hospital da Costa y también cuando se murió porque se recogió la búsqueda de su paradero.
Montse ha encontrado desde entonces «gente maravillosa que me apoya, me entiende, me supo acompañar, escuchar, que sigue a mi lado y entiende que aún no lo he aceptado», entre los que están los amigos más cercanos de Jose, con los que recuerda las fechas señaladas y, a menudo, cae en ese examen retrospectivo que hacen tantos familiares de personas que se suicidaron. «Me dicen: aquella vez le noté esto…, la otra vez me dijo lo otro…», cuenta.
No todas las reacciones han sido iguales. Cuenta que a veces sale a pasear con su marido y se da cuenta de que vecinos que la conocen desde siempre la miran con lástima pero no se animan a saludarla. «Supongo que no saben qué decir», apunta. Está convencida de que la situación sería diferente si la muerte de Jose hubiera sido por otro motivo. Los duelos por suicidio son particulares.
Explica que el dolor inicial es paralizante y de tal envergadura, que también a ella se le pasó por la cabeza acabar con todo. Más adelante se dio cuenta de que tenía que empezar a hablar, intentar seguir adelante por ella y por su familia. Pidió ayuda en su centro de salud. «El médico me dijo: ‘Buf, será mejor que vayas por privado porque puede tardar muchísimo’. No me pareció normal, pero lo hice, me busqué ayuda», dice.
Reconoce que últimamente le ronda una cuestión que probablemente comparte con muchas otras personas en su caso. «Hace unos días se armó un revuelo porque Paco León, describió el personaje que interpreta en su nueva película como ‘cerrado, como los gallegos’. Galicia es una de las comunidades con la tasa de suicidio más altas de España, y creo, que si no la única, de las pocas que no tienen ni una sola asociación de supervivientes. Entonces… ¿somos o no la sociedad gallega, en general, una sociedad cerrada?», se pregunta.
La unidad de prevención sigue a 84 pacientes de elevado riesgo
La unidad de prevención del suicidio de Lugo, la segunda que creó el Sergas en la comunidad gallega después de la de Ourense, cumplirá dos años en diciembre.
Este dispositivo hace seguimiento en estos momentos a 84 pacientes que se considera que están en riesgo alto de suicidio. Llegan a las consultas, situadas en la Praza de Ferrol, derivados desde unidades de salud mental, Psiquiatría de algunos de los hospitales de la provincia o Urgencias cuando cumplen «unos criterios específicos, como la ideación autolítica intensa, mucha angustia, o un intento de suicidio», explica el personal.
En la unidad trabaja la psiquiatra Belén Grandío Sanjuán, el psicólogo clínico, Samuel Villar Costas y la enfermera especialista en salud mental, Mar Valcárcel y se encuentra formándose la médico residente de Psiquiatría Sara Velasco.
Los pacientes forman un grupo heterogéneo. Los trabajadores de la unidad insisten en que no existe un perfil característico. Hay más mujeres que hombres y un rango enorme de edades. El paciente más joven tiene 16 años y el de mayor edad, 89.
Provienen de todos los puntos de la provincia, a veces con mucha dificultad para lograr asistir a sus citas. El personal explica que a veces acuden pagándose taxis de su propio bolsillo.
En alguna ocasión, incluso, se deriva a los pacientes a otra unidad de salud mental por culpa de la distancia. Citan por ejemplo el caso de un joven mariñano que, sin coche, no pudo acudir ni a la primera consulta por no disponer de transporte público.
«El soporte telefónico es muy valorado y a veces son los mismos pacientes quienes lo demandan. En ocasiones lo utilizan solo para dar un aviso pero otras lo hacen en situación de crisis», señalan.
La particularidad de la unidad es la atención más intensa y adaptada al paciente que ofrece. Si es preciso pueden citarlo todas las semanas, por ejemplo. En el último año ha dado 67 altas.