Detectar los factores de riesgo de suicidio en jóvenes es el objetivo del proyecto que impulsa desde la UPV-EHU el doctor en Psicología Alexander Muela, junto al psiquiatra Jon García-Ormaza.
Detectar los factores de riesgo de suicidio en jóvenes es el objetivo del proyecto que impulsa desde la UPV-EHU el doctor en Psicología Alexander Muela, junto al psiquiatra Jon García-Ormaza.
¿Hay un sistema infalibe para detectar el riesgo de suicidio en personas jóvenes?
–No existe ningún método que te permita detectar todos los suicidios, porque uno de los grandes problemas es que los factores son muy internalizantes: la depresión, la soledad, el aislamiento, el sufrimiento, la desesperanza… Lo que hemos confeccionado es un procedimiento para detectar situaciones de riesgo de suicidio en jóvenes y estamos formando a personas que tienen contacto o trato con jóvenes que pueden tener riesgo de suicidio.
Qué es el concepto ‘gatekeeper’?
–Gatekeeper es una palabra anglosajona que alude a los cuidadores comunitarios. Nuestra formación está enfocada a los educadores de calle, a profesionales que trabajan en acogimiento…
¿Qué les enseñan?
–Son 15 horas de formación en las que les enseñamos a aprender a detectar señales de alarma y habilidades gatekeeper. También les aclaramos conceptos sobre el suicidio, les enseñamos los mitos y creencias sobre el suicidio, etc.
¿Cuáles son las señales de riesgo?
–Hay que estar pendientes de las comunicaciones, pueden ser escritas u orales: cuando un joven te dice que tiene expectativas negativas sobre sí mismo, cuando te cuenta que su percepción del mundo es hostil… También hay comunicaciones en dibujos, cuando se retratan de forma negativa. Luego está el aislamiento, la inapetencia, no poder dormir, junto al aumento del consumo de sustancias de una manera desproporcionada. Además, se autolesionan, se hacen cortes, quemaduras… Entre un 15 y un 20% de jóvenes adolescentes se autolesionan.
¿Estas señales van apareciendo de forma gradual?
–En la gran mayoría de jóvenes el proceso es gradual, pero hay un porcentaje que pasan de la ideación a la acción de forma muy rápida. Son los casos más difíciles de concretar. La señal de alarma muy grave es cuando hay comunicaciones negativas, aislamiento y autolesiones.
¿Cómo se pueden detectar esas señales de riesgo de suicidio?
–Una vez que hemos enseñado a los profesionales a detectar las señales de alarma, les enseñamos a actuar. Primero les enseñamos a preguntar, porque preguntar no es tan fácil. Hay que acercarse a los jóvenes y utilizar la curiosidad respetuosa. Les tienes que preguntar si tienen deseo de muerte, si tienen ideas suicidas y si tienen un plan. Enseñamos a preguntar de forma muy esctructurada, sin dejar nada a la improvisación. Una vez que preguntan, dependiendo de lo que diga la persona, hay diferentes niveles de acción según la gravedad.
¿Hay carencias en la formación de los profesionales que trabajan con jóvenes en situación de riesgo?
–Los profesionales que tratan con jóvenes nos dicen que no se sienten preparados ni han recibido formación. Las carencias son totales. El primer curso de gatekeeper lo dimos en septiembre del año pasado y desde entonces estamos teniendo mucha demanda para impartir esta formación. Hay una gran necesidad entre los propios profesionales de aprender medidas prácticas.
¿No habría que llevar esta formación al ámbito escolar?
–El suicidio es un tabú. Uno de los mitos que existe es que hablar del suicidio no lo previene, lo provoca. Es al contrario. Se debería trabajar en las escuelas. Los profesores deberían estar preparados para detectar señales de conductas suicidas, porque la escuela es uno de los campos de detección más importante. En la CAV estamos dando los primeros pasos y se van a hacer cosas en Secundaria.
La realidad es que cada vez se están suicidando más jóvenes.
–No conseguimos reducir la tasa de suicidios entre jóvenes con lo que estamos haciendo. Hay que hacer cosas diferentes. Si queremos reducirlo realmente, debe dejar de ser un tabú y las familias deben empezar a hablar del suicidio. Otro gran desafío es enseñar a los jóvenes a detectar sus señales de alarma y enseñarles a pedir ayuda, porque piden ayuda a otros jóvenes. Ese es otro reto: enseñar a los jóvenes a ayudar a otros jóvenes.