El suicidio es la primera causa externa de mortalidad entre los 15 y 29 años. Bien lo sabe la provincia de Huelva que ha visto cómo en el último año se han registrado hasta 41 suicidios según el Instituto de Medicina Legal. Son datos cruentos que invitan a la reflexión y reta a las administraciones y la sociedad en su conjunto a contrarrestar un drama que, no por silenciarlo, se hace más pequeño.
En Huelva capital se han llegado a producir dos muertes en menos de 24 horas e intentos frustrados como el del hombre de 57 años que, a primeros de año, se lanzó al vacío desde el puente Odiel en la A-497. Y eso que el suicidio en España continúa siendo un tema tabú del que no todos los medios quieren hacerse eco y donde no hay un consenso claro sobre la idoneidad de dar demasiados datos sobre el tema.
Los psicólogos han puesto en marcha apoyo a las familias en situación de conflicto con sus hijos y adolescentes. Todo ello tras identificar un incremento de perfiles de jóvenes con autolesiones y riesgo de suicidio desde el inicio de la pandemia, e insisten en la necesidad de desestigmatizar el cuidado de la salud mental para abordar este problema que sin duda requiere de una actuación urgente.
El psicólogo onubense Enrique Biedma insiste que en cuanto tengamos indicios o conocimiento de que una persona puede tener inclinaciones suicidas debemos de acudir de urgencias a un profesional para ser tratado.
Biedma detalla que “estos casos hay que tomárselos muy en serio” y no restar gravedad al problema o como algo transitorio o pasajero que se soluciona de la noche a la mañana. En este sentido, detalla que siempre hay indicios que son como “alertas” que nos inducen a pensar que una persona llegar a estos extremos de quitarse la vida como una “depresión grave, una bajada del rendimiento académico o laboral, síntomas de tristeza agudos, ensimismamientos, tendencia al aislamiento o llanto sin causas aparentes”.
Su homóloga Arantxa García, psicóloga del Servicio de Emergencias del 112 Andalucía, confirma el incremento de casos con conductas suicidas, especialmente entre los jóvenes. En su consulta privada le derivan los casos más extremos y un 50% de sus pacientes han pensado en alguna ocasión quitarse la vida.
García detalla que el apoyo de los profesionales es fundamental e igual de importante es contar con el apoyo y la red de seguridad que forma la familia, siempre que las relaciones con sus miembros “nos permitan remar en la misma dirección y prestarles apoyo que en estas etapas se presume crucial“. Generalmente estos pacientes acuden a consulta después de un historial médico tras el cual “el suicidio se ve como una solución definitiva para un tema temporal”. Por eso es necesario sostener moralmente en este tránsito en el que la desesperación es más acentuada y en la que el papel del psicólogo ejerce de mentor para que el paciente “encuentre y explore otras alternativas para superar” los problemas que le aquejan.
“El confinamiento y la pandemia ha quebrado mucho a los jóvenes. Nadie les ha enseñado a convivir con la incertidumbre”, explica Javier Urra, Director clínico de RECURRA-GINSO. Según el profesional, muchos jóvenes han experimentado los efectos psicológicos, económicos y sociales de la pandemia. Sin embargo, el psicólogo apunta que no ha sido el único factor determinante, sino que vivimos en una sociedad marcada por el consumismo, el estrés, y que busca constantemente la felicidad. “No estamos educando a los adolescentes a fortalecer el carácter y afrontar los problemas” opina. “Por ello, debemos potenciar los factores de protección en la adolescencia aumentando su autoestima, resiliencia y habilidades socioemocionales para superar los desafíos que encuentren”, explica.
“El comportamiento suicida es un fenómeno complejo y de gran variabilidad, cuya causa no puede reducirse a la mera existencia de trastornos mentales o vivencias traumáticas, ya que es un fenómeno multicausal”, apunta Urra. En este sentido, los expertos consideran que es fundamental comprender los motivos y circunstancias que llevan a la conducta suicida para prevenirla de forma eficaz. Por ello, las actuaciones preventivas han de actuar en todos los niveles posibles para detectar las autolesiones o conductas suicidas lo antes posible, facilitando la adquisición de habilidades psicológicas y socioemocionales para gestionar el sufrimiento de manera constructiva. “Además de fortalecer la prevención social, la clave para poner solución a este problema sería poder contar con más profesionales especializados en salud mental infanto-juvenil, ya que mientras Europa ofrece de media 18 psicólogos por cada 10.000 habitantes, España sólo ofrece 6”, añade.
Es fundamental estar atentos a diversas señales de alarma, como la tristeza profunda, expresiones como ‘la vida no tiene sentido’, el aislamiento social, el descuido en la higiene personal, marcas o heridas en la piel inexplicables, así como revisar el contenido que consumen a través de Internet. No obstante, los profesionales advierten que, aunque la prevención en muchos casos es un factor determinante para la recuperación, en el 70 % de los casos de suicidio, los familiares percibieron estas señales y aun así, fueron incapaces de evitarlo. “Es muy importante que las familias no sientan culpabilidad o vergüenza ante tal situación, y sean capaces de pedir ayuda y hablar de ello para sobrellevar el duelo”, apunta el experto.